El presentador de televisión nacional, un tipo muy conocido en los canales ecuatorianos, mira la cámara y, con un tono agitado y ácido, luego de una toma de los sobreprecios en la adquisición de víveres y medicinas en el marco de la emergencia nacional por la pandemia del Covid19, dice: “buenas noches amigos, bienvenidos a una nueva jornada de Televistazo. Este lunes el presidente Lenín Moreno designó a Rommel Salazar como director del Servicio Nacional de Gestión de Riesgos en reemplazo de Alexandra Ocles, mientras la justicia investiga denuncias de presunta corrupción por la compra de kits alimenticios con sobreprecio. En redes sociales cuestionaron al nuevo funcionario identificado afín con el correísmo”.
Es probable que el periodismo no sea una carrera tan difícil como ser un biólogo molecular, un ingeniero nuclear o robótico. Ser periodista es apenas una profesión que brinda cierto orden al caos que compone la realidad. Ese desconcierto se transforma en una narrativa para comunicarla a quien no estuvo presente ahí. Para eso, recoge mucho material de lo que posteriormente podrá publicar, analiza el caso, investiga con diversas fuentes, contrasta todas las versiones del hecho, ordena de forma sistemática los datos y después se formula muchas preguntas al sentarse frente al computador:
¿Cómo contar el cuento y ser equilibrado con el abanico de temas que disputan el privilegio de ser publicitados en la opinión pública? ¿Cómo no usar la arbitrariedad propia o los interesas de la empresa para posicionar ciertos temas por sobre otros? Y, aún, cuando el proceso es exitoso según la mirada del periodista, el resultado varía de acuerdo a los criterios de pluralidad que cada uno construye del mundo.
El señor Juan Carlos Aizprua, que comentó esas imágenes impactantes de la corrupción del régimen de Lenín Moreno Garcés, es un periodista joven que se mueve en el tinglado de las líneas informativas que dicta la empresa a la cual él representa: Ecuavisa. ¿El tener un sentido corporativo, exógeno a los marcos que reinterpretan los intereses propios es válido para ocupar el cargo de presentador en los noticieros estelares? Parecería que sí.
Ese mismo día, en un contexto esquivo para Aizprua y Ecuavisa, una marcha multitudinaria de estudiantes y trabajadores se volcó a las calles de Quito para denunciar el recorte presupuestario de más de USD 98 millones a 32 universidades y escuelas públicas del Ecuador, medida tomada por el régimen de Moreno que, incluso, violó el artículo 165 de la Constitución: “Declarado el estado de excepción la Presidenta o Presidente de la República podrá utilizar los fondos públicos destinados a otros fines, excepto los correspondientes a salud y educación”.
Es tan irreal ese escenario para Aizprua y Ecuavisa que ocultaron el pronunciamiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre esta situación: “La CIDH y la Relatoría Especial sobre Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales expresan profunda preocupación por la decisión del Estado sobre reducir significativamente el presupuesto de las instituciones de educación superior y las repercusiones que podrían tener desde un enfoque de Derechos Humanos” y “advierten consecuencias negativas de dicha decisión, en cuanto al acceso y calidad de la educación para miles de estudiantes de Ecuador; y en la vigencia de derechos laborales de docentes y personal del sector”, sentencia el comunicado.
Tener una cámara en casa no transforma a nadie en director de cine. Creo que eso no es lo que hace ser a alguien escritor, director de orquesta, escultor o músico. Es otra cosa, algo que va intrínseco a su vida, en cuanto a que le da un sentido y le permite convertir las sombras en claridad transformadora.
Sin embargo, nos hacen creer que por salir en una pantalla de televisión somos periodistas. Como si ser periodistas fuera ocultar la verdad, desviar la atención de una manifestación ciudadana que gritó por el derecho a la educación y a la vida, que reclamó por el pago de USD 320 millones a organismos internacionales, que rompió en rabia por los miles de muertos a causa de la corrupción gubernamental que da la espalda a la salud del pueblo ecuatoriano, que clamó con fuerza y valentía histórica: “Gobierno criminal, octubre volverá”.
Es muy posible que los dueños de Ecuavisa convencieron a los periodistas de utilizar la mentira como bandera informativa y creyeron que el público consume ese pasquín como “verdad”, ingenuamente. Esos empresarios son los mismos que piensan que cualquiera puede ser periodista, solo hace falta una cualidad: ser serviles.
Al fin y al cabo, tienen bien estructurada su lógica comercial: ser portavoces de los regímenes que se alineen a sus intereses políticos y económicos en perjuicio de la democracia. Una paradoja que se pone de manifiesto al revisar el código deontológico del canal del cerro, que “impide la censura en cualquiera de sus formas, independientemente de quien pretenda realizarla, a fin de obtener de forma ilegítima un beneficio propio, favorecer a una tercera persona y/o perjudicar a un tercero”.
Claro, que no todos los periodistas son relacionistas públicos del poder, ni tampoco todas las audiencias se adormecen al susurro de los mercaderes de la información. Existen periodistas que no se callan, luchan contra la desinformación al dar testimonio en momentos difíciles. También, hay ciudadanos que honran nuestra historia y el futuro que viene, que no son un canal de resignación y dan sentido a la vida a través de la lucha en contra del Estado fallido, en el que pretenden privatizar hasta los principios más preciados: la alegría, la solidaridad, la igualdad de oportunidades y la justicia social.
¿Qué tal si nos unimos y peleamos juntos para transformar las ilusiones en realidad? Si aceptas levanta el puño y grita: ¡Lo juro!
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