Dar la impresión de… salvador de la nación (Far finta di… salvatore della nazione)
El gobierno de Mario Draghi comienza andar con un regalo para las rentas más altas, liderando un gobierno que une a la extrema derecha con neoliberales y el Movimiento 5 Estrellas.
No cabe la menor duda que el experimento que empieza a andar en Italia, con la constitución del gobierno de Draghi, va a ser un ejemplo a seguir en estos tiempos que se acercan, llenos de inestabilidad y crisis sistémicas. Ejemplo, en el sentido que más de uno va a intentar colar artefactos como el que acaban de inventar al presidente Matarella en Italia.
Se puede reflejar sólo escuchando el discurso de investidura de Mario Draghi del pasado 17 de febrero, algunas las líneas maestras de un intento de renovar el programa propositivo de los neoliberales europeos: acciones de maquillaje para con los más pobres como pretexto para desequilibrar el fenómeno ultraderechista. Y una transición basada en términos económicos y tecnócratas del gran reto para estados como el italiano; la lucha contra el cambio climático.
Es importante analizar con una mirada algo objetiva, no sólo el contenido propositivo del gobierno Draghi, sino que también hay que tener en cuenta cuáles son las condiciones en las que se constituye este gobierno, y cómo va a asumir el sistema político italiano todo este embrollo de partidos decididos “a salvar la patria” a costa de casi todo lo que creen.
Con el inicio de este gobierno liderado por el exdirigente del Banco Central Europeo, se intenta crear una imagen de unidad frente a una crisis muy profunda que sacude básicamente los pilares del estado de bienestar italiano, y que fija sus causas en la seguridad de unas reformas políticas y económicas históricas.
Es una macedonia partidista que va desde la Forza Italia de Berlusconi, pasando por lo que queda de la izquierda atomizada del Partito Democratico, hasta contar con el Movimento 5 Stelle de Grillo y la ultraderecha de la Lega de Salvini. Una amalgama que no pega ni con cola, y que sólo una figura como Mario Draghi enaltecida por algunos medios será capaz de tirar adelante. Veremos.
Es preocupante esta escenificación política convertida en una operación de estado. En Italia ya se produjo una cierta “concentración nacional” llevada a cabo después de la Segunda Guerra Mundial. También en los años 60 y 70 se produjeron intentos de unidad política por parte de los democratacristianos de Andreotti, y ciertos partidos de izquierda como es el caso del PSI de Craxi, para llevar a cabo reformas estructurales en el campo laboral y económico.
Cabe poner el foco histórico en un espacio temporal que tuvo una gran escenificación por su contenido, pero también por su triste final; es el llamado “Compromesso Storico” firmado por los democratacristianos de Aldo Moro (aunque Andreotti no estaba muy de acuerdo con la firma de este documento), y el comunismo liderado en aquel entonces por el hombre que haría de agente transitorio en un viaje a la nada del comunismo italiano, Enrico Berlinguer.
Ese documento fue publicado y causó un gran revuelo en la clase política y los medios de comunicación por su alcance dialéctico, y por la participación de las dos italias enfrentadas durante años. No sirvió de nada pues con la caída en manos de las Brigate Rosse de Aldo Moro, se cortó ese instante de escenificación de una cierta unidad nacional.
Así, someramente, se puede decir que la izquierda obvió la rotura interna que impulsó la lucha armada liderada por las Brigate Rosse, y la derecha se apalancó en la gestión de las instituciones obviando lo que sucedía en la calle, y eso condujo a la corrupción sistémica de una parte de la izquierda italiana de Craxi y los democratacristianos de Andreotti (caso Tangentopoli), y a la disolución de partidos-estado como la DC, o la escisión del gran movimiento político que había sido el comunismo cimentado ideológicamente por Gramsci.
El gobierno Draghi roza ese peligro. No se verá, y menos en un sistema político tan complejo como el italiano, pero en un futuro inmediato las consecuencias de las decisiones de este gobierno se podrán palpar. Y es que vaciar ideológicamente las instituciones políticas es como dejar de dar el medicamento a un paciente adolecido de reuma.
¿Y si las reformas esperadas son contraproducentes para una mayoría de italianos, quién va a protestar en la oposición? ¿La extrema derecha de Fratelli d’Italia? ¡Qué regalo sería para ellos!
Italia tiene un gran problema en su funcionamiento político, pero la carga ideológica no es solo un elemento difusor si no que tiene efectos identitarios de fondo, y es dudoso que un burócrata como Draghi entienda esa carga. Ahí existirá una fuga básica de su gobierno: entender el calado identitario de sus políticas.
De momento, como se diría popularmente: la primera en la frente. Una de las propuestas ya argumentadas en el discurso de Draghi en el Parlamento italiano es la de hacer una gran reforma del sistema tributario italiano. El corte, y diríamos que el “gazapo” está en recortar los gravámenes de las rentas más altas (cabe recordar que el sistema impositivo italiano es de tipo progresivo, y que existe una gran fuga en Italia de las rentas más altas), para hacer grandes exenciones en las rentas más bajas.
Sin duda, otra vez más, los más beneficiados serían los grandes tenedores de ese país, aumentando de nuevo la distancia que existe en el poder adquisitivo entre ricos y pobres.
Está ahí un primer aviso para navegantes, que nos dice que todo puede cambiar con Draghi, pero sólo cambiará con una mirada desde arriba, para los de arriba y sin vistas hacia abajo, pues algunos tienen miedo a las alturas.