Archivo de la investigación sobre el rey emérito: la corrupción monárquica degrada la justicia
La fiscalía piensa archivar la investigación sobre el rey emérito, lo que dejaría en tela de juicio su bandera de lucha contra la corrupción.
Actualmente, la ciudadanía española no elige cada cuatro años quién se ubica en la Jefatura del Estado, ya que esta se encarna en la figura vitalicia del Rey, heredándose a lo largo de toda su dinastía, la cual les cuesta a los españoles importantes recursos que podrían ser aprovechados para el beneficio colectivo. Solo la República puede generar estas condiciones consecuentes con un país que opina.
El exilio voluntario del rey emérito Juan Carlos I por los escándalos de tráfico de influencias, malversación de fondos y fraude fiscal; las infantas Elena y Cristina, además de su vacunación en Dubai entre muchas otras acciones, son cuestionamientos a la legitimidad de la monarquía.
Hasta hace relativamente poco la ciudadanía española no se atrevía a reclamar públicamente, mucho menos cuestionar la conveniencia de financiar con sus impuestos una figura real que más allá de simbolizar “unidad”, pareciera ser fuente perenne de división.
El rechazo a la monarquía española comenzó a tomar mayor fuerza en 2012, cuando la nación estaba afectada por una alta tasa de desempleo y salió a la luz una imagen del rey cazando elefantes en Botswana.
El hecho, que pudo haber quedado en la intimidad de la realeza, se hizo público tras conocerse una lesión en la cadera que obligó al rey Juan Carlos I a regresar de urgencia a España. Además de su vivencia en un lujoso safari africano, existen una serie de presuntos delitos financieros en los que se ha visto envuelto el monarca en los últimos años.
Muchos afirman que durante su mandato de 40 años acumuló una gran fortuna atribuida, en parte, a acciones ilícitas. Estos hechos han generado investigaciones por parte de la fiscalía de Ginebra (Suiza), bajo la presunción de legitimación de capitales.
Adicionalmente, el Tribunal Supremo Español investigó sus cuentas bancarias. Paralelamente a sus investigaciones financieras, Juan Carlos I también se ha visto implicado en escándalos extramaritales.
A pesar de todo ello, acaba de conocerse que la fiscalía piensa archivar la investigación sobre el rey emérito y que como consecuencia este ya se plantea volver a España, si bien no de forma permanente, sino tan solo de visita, para así “no entorpecer la labor del actual rey Felipe VI”.
Todo se anuncia paradójicamente en el momento en que no solo no se ha terminado de aclarar el contenido de la investigación de la Agencia Tributaria y de las fiscalías española y suiza, sino que, por el contrario, cada día que pasa arrecian las informaciones sobre las comisiones recibidas y sus turbios manejos fiscales para ocultarlas.
Sorprende aún más este anuncio de archivo provisional de las actuaciones de la fiscalía sobre el rey emérito, cuando hace poco menos de un mes conocíamos por una filtración a los medios de comunicación.
Se trata de la demoledora calificación del monarca como supuesto comisionista internacional en una comisión rogatoria de la fiscalía del Tribunal Supremo español ante la fiscalía helvética, todo a partir de sólidos indicios de supuestos delictivos graves como blanqueo de capitales, cohecho y tráfico de influencias.
En el último informe internacional referente a los llamados “Papeles de Pandora”, se han conocido nuevos datos relacionados al rey emérito, su participación en la herencia de Corina Larsen y de alguno de sus testaferros más conocidos como Krause, relativos a cuentas y depósitos en paraísos fiscales.
Resulta sorprendente y escandaloso que en este contexto se anuncie por parte de la fiscalía del tribunal Supremo el futuro sobreseimiento de la causa, al parecer en base a circunstancias ya conocidas como la inviolabilidad durante su reinado, interpretada de forma extensiva como patente de corso.
Asimismo, aunque no de todos, los posibles delitos y las regularizaciones hasta ahora realizadas con respecto a sus actividades no declaradas en los años posteriores a su reinado y por tanto no amparadas por la inviolabilidad, entre las que se encuentran las comisiones del Ave a La Meca, la fortuna supuestamente oculta en Jersey y el uso de tarjetas de crédito al margen del fisco.
En definitiva, cabría interpretar entonces que esta es la magra conclusión de dos años de investigación: el cierre en falso de las investigaciones debido cuando menos, al miedo reverencial o a la culpa complaciente en la relación entre agencia Tributaria, la fiscalía y el anterior Jefe del Estado.
El miedo como reverencia a la monarquía para convertir la comunicación de la fiscalía sobre la investigación de sus últimas declaraciones en un vago formulismo, sin exigencia por tanto de respuesta ni tampoco de apertura de juicio. De este modo, la culpa de la actitud complaciente de la fiscalía y de la agencia Tributaria para eludir cualquier responsabilidad penal.
La paradoja en que ya se haya producido el juicio público y la condena social, mediática e incluso de la propia Casa Real al ostracismo por hechos tan reprobables, sin embargo, todo esto lo sea en abierto contraste con la finalmente más que probable impunidad judicial.
Si finalmente se archiva la investigación, el daño a la fiscalía y a la justicia será incalculable, porque además llueve sobre mojado, especialmente en el caso de la fiscalía y del Tribunal Supremo. Todo ello empañaría el más que honroso papel en general de la justicia española en la lucha frente a la corrupción.
Ante los momentos de tribulación política de las últimas décadas, se renueva con frecuencia el debate sobre la necesidad de impulsar un proceso constituyente conducente a la transformación del Estado español bajo un esquema republicano.
En este sentido, cada generación aporta especiales fundamentos a la visión económica, política y social de un eventual proceso refundacional del Estado español. En la actualidad, se han acumulado voces jóvenes con criterio republicano, que no formaron parte en los momentos de concertación política en el año 1978.
Toda una generación se ha desarrollado a la luz de la necesidad de un cambio de sistema, por ende, el juego democrático debe escuchar aquellas nuevas voluntades que tienen algo que decir. En este sentido, la juventud española en edad de votar se muestra claramente favorable a la República, en el caso de que se celebrara un referéndum que defina el cambio del modelo de Estado.