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Desarticulando: la organización y el orden como valores de la izquierda

La izquierda necesariamente depende de un orden con el cual pueda avanzar y vencer en sus agendas programáticas.

A pesar de todos sus elementos cohesionadores, la izquierda en su amplio espectro nunca ha sido un colectivo homogéneo. En distintas etapas históricas existieron diferentes formas de manifestar en la organización, el orden y la disciplina dentro de los contextos de la izquierda.

Tanto la idea como la práctica de la jerarquía no es un valor exclusivo de la derecha. Normalmente se considera el orden como un patrimonio de la derecha política, el cual, conduce irremediablemente a una dictadura al provenir sus dictámenes desde arriba y manda sobre quienes se encuentran en posiciones subordinadas.

La izquierda por su parte, depende de un orden con el cual pueda avanzar y vencer en sus agendas programáticas. A diferencia de la derecha, la naturaleza de la organización y el orden jerárquico de la izquierda nace de elementos estructurales bien fundamentados y razonados.

La racionalidad de la izquierda no se basa en el ejercicio frívolo y desapasionado de cumplir un simple objetivo, viene acompañada de una particular visión humanista, antropocentrista, racional y muchas veces revolucionaria.

Ser comunista o socialista, tanto en antaño como en la actualidad, no implica solamente preferir ciertas ideas y sostener determinada estrategia, significa tener una cultura política específica, compuesta por valores y prácticas, construidos en competencia con los de otras organizaciones.

La jerarquía es un fenómeno que se puede apreciar en la mayoría de las organizaciones, pero las diversas estructuras organizativas y las lógicas operativas pueden condicionarlas, incluso dentro de la izquierda.

Esto sucedía, por ejemplo, en el Partido Comunista Soviético, en el cual una estructura jerárquica ordenaba la acción colectiva y donde sus integrantes la reproducían en la medida que la respetaban y valoraban como algo positivo.

Los militantes comunistas eran parte de una organización donde ciertas personas, al servicio del partido, instruían a otras, y todo el partido, al servicio de la sociedad, instruía a esta. Los líderes eran las correas de transmisión, a través de ellos se bajaba la línea política, a través de ellos era posible comprender el mundo y como actuar en él.

En esta estructura, el lugar de los líderes era de gran relevancia. Las discusiones y las acciones, en última instancia, estaban predeterminadas por la línea, elaborada por sus dirigentes, fundamentalmente por el dirigente.

Estos lideres eran referentes, los que publicaban e interpretaban lo que sucedía en el ámbito nacional e internacional, definían los posicionamientos más relevantes, daban los grandes discursos y sabían desarrollar la estrategia del partido en la práctica.

En este sentido, se respetaba y acataba la línea del partido, porque ella estaba elaborada por los más preparados. Por otra parte, el reconocimiento a la labor del militante se hacía principalmente a través de la promoción, que implicaba otorgar cierta responsabilidad específica en la compleja estructura organizativa del partido.

Ser promovido implicaba acceder a un cargo de mayor responsabilidad, secretario político, secretario de organización, secretario de finanzas, secretario de propaganda, secretario de unidad política, secretario de educación en el ámbito de la estructura organizativa permanente, delegado para las convenciones y congresos, integrantes de las comisiones centrales, frente de educación, frente de propaganda, entre otros cargos.

En lo que respecta a los Partidos genuinamente socialistas, los liderazgos existen y son también valorados como algo positivo. En el colectivo de los socialistas se da cierta proximidad con los dirigentes, producida en la medida que se comparten algunos espacios.

No se habla de un liderazgo personalizado como suele suceder en las organizaciones comunistas, varios dirigentes son los referentes y las diversas tareas están repartidas. Los socialistas también responden a estructuras jerárquicas, pero no cumplen un rol organizador y disciplinado que tienen los partidos comunistas.

La carrera de los socialistas no se realiza avanzando escalones en la escalera jerárquica, esta es nada más que un medio para distribuir tareas. Los liderazgos y la autoridad que respalda a las jerarquías pueden ser construidos a partir de diversos fundamentos.

Para el caso del Partido Comunista soviético, el cual se usa como ejemplo, la autoridad provenía de la sabiduría, entendida como dominio de una ciencia de la sociedad y de la revolución. Luego del ingreso, una de las actividades que el afiliado podía y debía realizar era dedicar tiempo a su propia formación política. Existían ámbitos especiales que incentivaban a la formación.

En este sentido las Escuelas Elementales eran espacios de formación en donde los recién afiliados adquirían conocimientos básicos referidos los estatutos, leían los informes de los congresos, conocían una breve historia del partido, entre otros aspectos.

Además, el Partido Comunista contaba con medios de transmisión de ideas y conocimientos que eran fundamentales y solían ser consultados por los militantes. La lectura y la formación teórica no solo eran importantes como herramienta para la concientización, sino que eran estratégicas en la concepción ideológica del partido y de las vías para la revolución.

Es así que la capacidad intelectual era una cualidad que el comunista debía tener y ejercitar. El comunista debía esforzarse en la lectura, aprender a leer para poder razonar. En el Partido Comunista, la disciplina estaba orientada a la línea y al partido.

La disciplina se cuida y se respeta, aún en momentos difíciles que abrían el margen de la duda. Aquel militante que planteara una duda o algún cuestionamiento, debía tener mucha capacidad para mantener una discusión con otros militantes que estaban mejor preparados o mejor dispuestos para defender la línea.

El Partido Socialista cultivaba una disciplina relacionada con las decisiones que se tomaban en los ámbitos de discusión a nivel central. Luego en ámbitos más pequeños y en el quehacer político cotidiano, el socialista tenía espacio para manifestar sus críticas o desviarse de lo correcto, sin tener que realizar un planteo formal en un ámbito específico.

La cultura política incluye valores y prácticas compartidas, fruto de un proceso interactivo no de una imposición de las organizaciones políticas sobre sus integrantes. Comunistas y socialistas valoraban, respetaban y deseaban las jerarquías. Estas eran importantes, necesarias, daban garantías, adjudicaban responsabilidades, ordenaban un proceso de transformación.