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El uso (abuso) de la extrema derecha de las redes sociales

La extrema derecha se mueve muy a gusto en las redes sociales y el discurso de odio, como lo demuestra su liderazgo en el uso político de Instagram o YouTube, donde supera con creces al resto de partidos políticos.

Ya hemos tratado, anteriormente, el tema de la presencia y el uso que la extrema derecha hace de las redes sociales y de la presencia en las mismas de grupos de “troles” que buscan desestabilizar el sistema.

La extrema derecha se mueve muy a gusto en las redes sociales y el discurso de odio, como lo demuestra su liderazgo en el uso político de Instagram o YouTube, donde supera con creces al resto de partidos políticos. Por el contrario, en Twitter su presencia es muy inferior.

A pesar de su importancia, no se puede hablar de una maquinaria propagandística centralizada, sino que su entramado en las redes sociales está formado por diferentes intereses y métodos. Esa estrategia se basa en el uso de las cuentas propias del partido, controladas por sus estructuras; determinados medios de “comunicación”, completamente vendidos a esa ideología, y otras herramientas de fabricación de bulos y fake-news; y una serie de influencers y “periodistas” cercanos (figurones como Hermann Tertsch, Juan Fran Escudero, Alvise Pérez, etc.).

También se crean comunidades que usan sus propios códigos y que se expresan en los círculos de afinidad, a través de tuits virales y “memes” que dan impulso a sus actuaciones. Se trata de un fenómeno de “troleo” que no hay que menospreciar, sino que debemos comprenderlo y evitar que exploten las dinámicas sociales como lo hacen. Sus campañas logran que los usuarios “enemigos” lleguen al hastío, después de sufrir el lodo creado por sus rivales.

En sus estrategias utilizan muchos estilos diferentes, destinados a públicos diversos, que sirven como una poderosa correa de transmisión de ideas y acciones concretas. En sus discursos, cuando sus declaraciones exceden lo políticamente correcto, alegan que solo había sido una muestra de humor o, directamente, recurren a la idea de la victimización: solo responden a un ataque previo por parte de feministas, el colectivo LGTBI, la invasión de inmigrantes, etc. Crean una visión alternativa de la realidad, que les sirve para apoyar la fantasía de su relato.

Sus discursos funcionan porque consiguen adaptarse hábilmente y con rapidez a la mediatización extraordinaria que vive nuestra sociedad. Han logrado internalizar los códigos de comunicación y los tiempos de las redes.

Los bulos y fake-news que crean se asientan en algunos temas de su ideario político, sobre todo atacando a sus ideologías opuestas y al rival político. El hostigamiento que se hace a esos rivales no se limita, únicamente, a la ideología o los partidos políticos, sino que también se asienta en el nivel personal, atacando cualquier rasgo de esas personas que les sirva para menospreciar a sus rivales.

Cuando Macarena Olona llama “fea” a Yolanda Díaz, en un rasgo de calculada agresividad, se trata únicamente de un aspecto de una estrategia más amplia de descalificaciones constantes, aunque no tenga que ver con su labor política. Pero también les sirven para apoyar sus tesis, especialmente en temas como la inmigración y los MENAS, o de sus teorías conspiranóicas que nunca se sustentan en datos objetivos.

Los bulos son respaldados por los trols en las redes, pero también por “personalidades” de la extrema derecha más mediáticas, que lleva, incluso, a las amenazas personales (las cartas con balas destinadas a Pablo Iglesias, por ejemplo). Los mismo sirve para el ataque constante al gobierno de coalición y sus miembros.

Los bulos sobre la inmigración han adquirido, en cierta forma, una vida propia y es, probablemente, el tema que la extrema derecha más están explotando. Se culpabiliza de todas las desgracias a las personas inmigrantes, pero también a las personas extranjeras afincadas en España. Se dibuja un escenario en el que esas personas son violentas, criminales, que reciben muchas más ventajas sociales que los nativos, etc., generando un estado de alarma constante.

Se trata, principalmente, de un ataque contra la inmigración procedente de África y Oriente Medio, sin lazos culturales con la Europacatólica” que ellos defienden. Además, VOX mantiene lazos ideológicos ultracatólicos con América Latina. Esta inmigración provoca un fuerte crecimiento de la criminalidad, alegando datos que son, supuestamente, “oficiales” pero que son realmente desmentidos por esos mismos datos oficiales: nunca informa de cuáles son las fuentes de sus datos “oficiales”. Toda la información que la extrema derecha vierte en las redes es falsa y carece de cualquier evidencia real.

VOX
Campaña de VOX contra los MENAS. Fuente El país

Los menores extranjeros no acompañados se convierten también en víctimas constantes de esos ataques: se les culpa de agresiones, de recibir ayudas extraordinarias (un MENA recibe una paga de 4.700 € al mes, y tu abuela 426 de pensión), se amplifica la cantidad de sus supuestos delitos (muchas veces falsos), como si estuviesen provocando el caos en la sociedad.

También los bulos sobre las vacunas han sido habituales, que se supone que se basa en teorías más o menos razonables e ideas que van más allá del absurdo. Esto ha llevado también a que la extrema derecha se sitúe en el ámbito de las teorías conspirativas negacionistas, y ha colaborado en la difusión de esas teorías falsas.

A través de esos bulos, la extrema derecha dibuja una narrativa alejada de la realidad, basada sólo en conceptos emocionales y en las ideas que sus votantes desean oír. Es una narrativa que no se apoya, nunca, en datos reales, pero no por eso deja de ser efectiva entre esos votantes.

Las mentiras se mantienen en las redes, sin que se publiquen rectificaciones o se eliminen sus contenidos falsos y ofensivos. La extrema derecha usa las redes sociales porque éstas no tienen ninguna forma de limitar su actuación. Por eso, es la sociedad, en su conjunto, la que debe construir esos mecanismos de control.