¿Qué es libertad? La gestación subrogada no lo es
Definir la libertad es meterse en aguas profundas, pero cuando hablamos de la gestación subrogada, nos damos cuenta que no están vinculadas.
Cuando hablamos de la libertad, nos encontramos con que es un concepto bastante amplio, pero de manera sencilla podemos decir que se refiere a la capacidad que posee el ser humano de tomar decisiones y actuar de manera voluntaria según sus principios, siempre respetando los derechos de quienes le rodean.
De ahí viene esa frase tan repetitiva que escuchamos en abogados, activistas o cualquiera que se desempeñe en cuestiones de ese tipo: nuestra libertad finaliza donde comienza la libertad del otro.
Pero, recordemos que al intentar exponer qué es la libertad, vemos que es mucho más complejo y que es un tema muy debatido desde diferentes áreas como la filosofía, el derecho o los valores.
No olvidemos que la libertad hace referencia a la idea de vivir de manera digna, libre de esclavitud o de cualquier otro modo de coacción que limite el bienestar y las acciones de un individuo.
Y es allí donde nos queremos involucrar, porque si bien la libertad es un Derecho Humano, cuando nos encontramos con la práctica de la gestación subrogada o por sustitución, cambian todas las reglas del juego.
El popular “vientre de alquiler”
Recuerdo que solo había escuchado este término a una edad muy temprana mientras veía una película, más tarde conocería que es la maternidad subrogada o conocida coloquialmente como vientre de alquiler.
Para los que no están muy familiarizados con ello, pues se trata de un método de reproducción asistida caracterizado porque la mujer que gesta al bebé no será finalmente la madre del mismo.
Dicha técnica también es completa, porque va más allá del procedimiento médico y todas las cuestiones jurídicas que lo respaldan, pues lo que más genera conflicto es el punto de vista ético y emocional.
Y esto no tiene que ver con el modelo tradicional de familia, ya que sabemos que los núcleos familiares han ido cambiando conjuntamente con la sociedad, sino porque tiene más pinta de una transacción comercial que otra cosa.
La definición de gestación subrogada implica que una mujer, conocida como gestante, accede a gestar al hijo de otra persona o pareja, quienes serán los futuros padres del bebé, y son llamados habitualmente padres de intención.
Siempre que sea posible, los óvulos y espermatozoides serán aportados por los padres de intención, de manera que el futuro hijo será biológicamente suyo. Si no es posible que la madre aporte el material genético, se recomienda recurrir a una donante.
La situación ideal es que la gestante solamente aporte el útero para mantener el embarazo y dar a luz al futuro bebé (¿A qué les suena esto?)
Así que después del parto, el bebé es entregado a los padres de intención. Pero, antes de llevar a cabo el proceso, debe haberse firmado un contrato entre ambas partes por el cual la gestante renuncia al derecho de la maternidad.
Al menos, en España es una práctica prohibida por la Ley 14/2006 y, por esta razón, las personas que necesitan recurrir a la gestación subrogada se ven forzadas a viajar a un país extranjero.
Los destinos más comunes son Estados Unidos, Canadá, Ucrania, Rusia y Georgia. Cada uno de estos países tiene sus propias condiciones legales respecto al proceso de gestación subrogada.
No, no es libertad
Aunque algunos opinan que ésta es una cuestión de solidaridad con las parejas infértiles, por lo que es una práctica reproductiva, que nace de la autonomía de la mujer gestante y del derecho que a todo ser humano le asiste de ser padres, vemos que es una perspectiva bastante errada.
Casi siempre olvidan a los dos sujetos más importantes implicados: la mujer gestante y su bebé, quienes son tratados como «fabricante y producto».
Por otro lado, la mayoría considera que la maternidad subrogada discrimina y cosifica al bebé y a la mujer gestante mercantilizando e instrumentalizando su cuerpo.
De esta manera, utiliza a la gestante y al niño, como medios al servicio del cumplimiento de los deseos de otros.
Mientras que los que están a favor de la maternidad subrogada, la presentan como una forma de ayudar a las parejas que no pueden tener hijos, dándoles la oportunidad de ser padres o madres.
En concreto, argumentan que un contrato, realizado con una «madre de alquiler», se celebra entre adultos autónomos y responsables.
Se basan en que “ésta tiene libertad de elección y de ejercer el derecho a la autonomía de su voluntad, de tal manera que cada cual es libre de hacer con su cuerpo y su vida lo que prefiera, y en tal supuesto la ley no debiera interponerse”.
En efecto, afirman que su legitimidad se basa en la autonomía de la mujer embarazada. Pero la realidad es distinta, porque hay otras implicaciones éticas y jurídicas que conlleva la maternidad subrogada, y omite a los sujetos más importantes implicados en la misma: la mujer gestante y su bebé.
Por consiguiente, en los contratos de subrogación la mujer alquila su cuerpo. En definitiva, en este tema, hay un contrato, unos contratantes, una mujer contratada y un «producto», que es el bebé.
¿Y dónde está esa supuesta libertad? Ya que la maternidad subrogada supone la utilización de la mujer como una máquina de reproducción y se regula a través de un contrato, en el que también se ve al hijo, que está en el vientre de esa mujer, como un objeto meramente comercial.
Aquí se presentan uno de los grandes problemas de toda maternidad subrogada, ya que conlleva a la instrumentalización y la despersonalización del cuerpo de la madre gestante, ignorando la distinción básica entre personas y cosas.
Las personas, evidentemente incluyendo su cuerpo (el vientre de la mujer), no pueden ser objeto de comercio, ni negociación en ese sentido.
De este modo, la libertad de los individuos para establecer contratos en mutuo provecho tiene límites, especialmente, cuando el motivo de dicho contrato es el mismo ser humano, por lo que el acto de «vender» u ofrecer el cuerpo entra en una especie de vicio de sus derechos y libertades.
Por tanto, esta práctica es una nueva forma de exploración de la mujer, contraria a su dignidad, al usar su cuerpo como un objeto negociable, incubadora humana o un simple receptáculo de una gestación para satisfacer deseos ajenos, la cosifica y desvaloriza.
Si bien las sociedades han avanzado en materia de derechos humanos, pero también se debe proteger a los ciudadanos para que puedan ser respetadas sus actuaciones en el ámbito de estos derechos.
Ahora bien, esta protección se extiende también a proteger al individuo incluso frente a sí mismo, colocando límites para que no hayan pretensiones exceder o restar sus propios derechos, ya que son intransferibles, inalienables e innegociables.