Vergüenza en el Bernabéu
Eso es lo que se siente.
Como pueden Vds. ver, el poco público que anoche se dio cita en el Bernabéu estaba a otras cosas; ver el móvil, charlar con los vecinos, etc.
La desidia y la falta de motivación de la cuadrilla blanca (mal llamada equipo) era, como la gripe, contagiosa, y solo podía incitar al más tedioso de los aburrimientos.
Alguien debería explicarle al distante y soberbio Zidane que es imposible vencer en un partido de fútbol sin chutar a la portería contraria. Lo cual solo sucedió en el trascurso del encuentro en tres ocasiones, a saber, la del gol blanco, la de un disparo franco del ínclito Benzema desde el punto de penalti (centrado a las manos del portero, en una portería que como todas, mide siete metros y medio), y un remate de Ramos en las postrimerías del choque.
Fracaso absoluto.
Una serie de perpetuas promesas convenientemente endiosadas y por ende estropeadas (Isco, Asensio y Lucas Vázquez).
Otros proyectos de futuro que tendrían difícil ser titulares en un equipo medio de la tabla, y si me apuran, en uno de Segunda División (Acraf, Llorente, Theo, Borja Mayoral y Casilla).
Otro que cada día mas parece incapaz de distinguir el césped del Bernabéu del que tiene sembrado en el jardín de su finca y que por ello cree jugar en el patio de su casa (Sergio Ramos).
Y por fin, tres futbolistas de verdad: Modric (que parece de otro planeta y jugando a algo que parece totalmente distinto a lo que practican sus compañeros, y del que solo Zidane puede saber por que no lo sacó bastante antes), Nacho (todo un ejemplo de pundonor y profesionalidad, y a quien hay que agradecerle que salvó posiblemente a su equipo de una escandalosa goleada, con cuatro o cinco providenciales intervenciones). Y el siempre fiable Carvajal.
Demasiado poco para intentar, solo intentar, eliminar a un admirable Leganés de la Copa del Rey.
Un equipo serio, sencillo, humilde, al que hay que agradecer que no dio una sola patada, y se limitó a jugar como hacían hasta hace bien poco la mayoría de sus componentes en Segunda División, es decir, apretar al contrario y jugar sin dejar que la pelota llegue siquiera a botar en el suelo. Demasiado para las figuritas o proyecto de ellas, que se miraban como preguntándose donde estaban los dos metros de cortesía que suelen dejarse sobre todo los centrocampistas en la Primera División.
Y si la gente no salió más enfadada fue por ese sentido de la deportividad y de la justicia que aún afortunadamente se mantiene entre la mayoría de los asistentes a los campos de fútbol de este país, cuando tras el pitido final, convienes con el vecino de localidad que no cabe poner objeción alguna al resultado final, que visto lo visto aquello no podía terminar de otra manera, y que la clasificación del Leganés es absolutamente merecida. Felicitaciones.
Cambiando de tercio; mi recomendación de hoy es para la exposición de Fortuny en el Museo del Prado. Absolutamente impresionante.