Francis Kéré y Pablo Nieto
Y si, si es casualidad que compartan cabecera; el hallarse ambas exposiciones ubicadas apenas a cien metros de distancia la una de la otra, tras el edificio del Congreso de los Diputados, una en la calle Zorrilla en el Museo ICO, y la otra, con la que topé precisamente por casualidad, en la calle Cedaceros en la sala de exposiciones de la Fundación Cajamurcia.
Mi primera intención era no perderme la muy recomendada exposición de Kéré por mis amigos arquitectos (y ya es raro que coincidan). Y realmente es sorprendente. Este artista (porque lo es), aúna el ser simultáneamente burkinés y berlinés. Toda su obra está impregnada de la sabiduría ancestral de sus orígenes (techos aislados que permiten la ventilación, cubiertas asimétricas que protegen más horas del sol, materiales aislantes, colores y diseños textiles geométricos). Y de una nada oculta determinación de hacer- para los más desfavorecidos- un mundo mejor, con el empleo de recursos limitados y materiales y técnicas sostenibles.
Un mundo mejor para su pueblo, y nunca mejor dicho. Porque podemos contemplar y admirarnos con la maqueta y las fotos de la escuela de su pueblo natal, de sus hospitales, sus sencillamente geniales y asequibles viviendas para el personal médico, su absolutamente original edificio del parlamento de su país.
La exposición se complementa con la serie de construcciones que se exhiben, ubicadas en los países más dispersos, y todos con el denominador común de estar perfectamente integradas en cada paisaje, dejando traslucir un casi religioso respeto por la madre naturaleza.
Y al doblar la esquina (por algo es conveniente el ir caminando siempre hacia arriba), el regalo inesperado de la exposición de Pablo Nieto.
Este artista cartagenero, desconocido hasta ahora para mí, sorprende (y hoy es muy difícil en el mundo del arte sorprender), por la fuerza, la violencia de su colorido ante la explosión de la naturaleza, no sé cómo explicarles, tiene para mí resonancias de Turner y lo que más me llamó la atención, de Caspar Friedrich, el pintor romántico alemán que situaba al ser humano empequeñecido ante el grandioso espectáculo de la naturaleza.
Pues bien, y de verdad no resulta una herejía, Pablo Nieto consigue igualar ese empequeñecimiento casi metafísico, situando unos minúsculos seres humanos, primorosamente trabajados, fuera de sus cuadros. E incorporando otros elementos también perfectamente integrados, cuerdas, rejillas. Realmente impresionante. Si desde sus principios, por ejemplo, podía predecirse que Barceló tenía ese “algo más”, no sabemos bien cómo definirlo, ni cómo explicarlo, Pablo Nieto también lo tiene. Esa originalidad, esa diferencia tan difícil hoy en día de encontrar. Genial.
No se lo pierdan.
Delenda est Moscardó.