La democracia en Brasil no está atravesando un buen momento. El ascenso de una extrema derecha gestada desde el el golpe de Michel Temer acaba de confirmar su hegemonía en el país latino con la elección como presidente de Jair Bolsonaro. Personaje conocido internacionalmente por sus declaraciones retrógradas, violentas y antidemocráticas.
De esta temible situación hablamos con Raquel Rolnik, arquitecta y política brasileña de talla mundial a la que hemos tenido el honor de entrevistar.
Para quien todavía no conozca su trayectoria, Raquel Rolnik ha sido una de las principales gestoras del Partido de los Trabajadores (PT) en cuanto a políticas de vivienda popular, urbanismo y desarrollo local. Doctorada en arquitectura por la Universidad de Nueva York, fue directora de planeamiento de la ciudad de São Paulo entre 1989 y 1992 y coordinadora de urbanismo del Instituto Pólis desde 1997 a 2002. También ejerció como secretaria nacional de Programas Urbanos del Ministerio de las Ciudades entre 2003 y 2007 y desde el año 2006 hasta 2014 se desenvolvió como relatora especial de la ONU para el Derecho a la Vivienda Adecuada.
Raquel Rolnik es profesora universitaria y autora de varios libros sobre arquitectura y urbanismo entre los que destacan: La guerra de los Lugares (2015), Lo que es ciudad (2004) y La ciudad y la ley (1997). También colabora como articulista en diversos portales y cuenta con su propio blog personal.
Pero estos días ha podido sacar tiempo en su apretada agenda para ofrecernos un análisis profundo y razonado de lo que está sucediendo en Brasil, Latinoamérica y otros tantos lugares que sufren los riesgos del ascenso de la extrema derecha. Con gran sabiduría y lucidez, una gran teórica nos habla del pasado y el futuro de la izquierda en un mundo que teme por las potentes armas del neoliberalismo ultraconservador.
En Brasil hemos estado asistiendo a una politización e intervencionismo del judicial protagonizada por la figura del juez Moro, que es quien encarceló a Lula y que ahora es el Ministro de Justicia de Bolsonaro. También a un fortalecimiento muy grande del conservadurismo moral en los territorios populares al a partir de la penetración de las iglesias evangélicas.”
Después de las acusaciones y encarcelamientos de Lula da Silva y Dilma Rousseff y asesinatos sin resolver como el de la socióloga y política Marielle Franco, ¿cómo ve el futuro de la democracia en Brasil?
Creo que este momento está marcando el final de un periodo que se inició en el 85 del primer gobierno civil después de la dictadura y con la votación de la primera constitución democrática de 1988. Con esto se inició el periodo en Brasil que se llama la Nova República que en este momento parece que se termina aunque oficialmente sigamos en una “normalidad democrática”. Es decir, hay elecciones directas, los partidos son libres y las instituciones están funcionando.
Sin embargo, lo que pasó en Brasil desde finales de los ochenta fue una especie de pacto entre los personajes que estuvieron involucrados en el periodo dictatorial. Personajes tanto militares como políticos, fuesen de un lado o del otro. Porque durante el periodo dictatorial había partidos de situación y de oposición y los liderazgos políticos de estos dos partidos fueron exactamente los que continuaron después de finalizar la dictadura militar.
Los militares han salido, pero los liderazgos políticos de la dictadura han continuado. Y también los principales intereses económicos y el principal modelo político electoral en Brasil que se inició con este pacto y que fue, básicamente, un modelo basado en una relación muy perversa entre el mundo de los negocios y el mundo de la política como negocio. Y esto fue un proceso que siguió con todo tipo de gobierno durante los últimos 30 años . O sea, dentro de gobiernos con una orientación más liberal o con una orientación más desarrollista y distributiva como fue el del Partido de los Trabajadores y Lula da Silva.
Por culpa de este pacto, las cuestiones de la dictadura jamás han sido enfrentadas: los culpables de la dictadura jamás han sido juzgados, ni metidos en la cárcel. Aquellos que han perpetrado la tortura o asesinato no han sido castigados y el sistema político continuó normalmente. Tampoco los temas fundamentales, las cuestiones muy estructurales de la desigualdad como es la discriminación racial con respecto a los negros y las negras o el patriarcado, han nunca sido enfrentados en Brasil.
Este pacto se rompió ahora porque en realidad la elección de Bolsonaro y de la extrema derecha en Brasil es la sustitución de los liderazgos políticos de la Nova República. Los partidos tradicionales de izquierdas y derechas han perdido y lo de los últimos 25 años ya no vale. En este nuevo modelo, a pesar de que estamos hablando de una supuesta normalidad democrática, hemos estado asistiendo a una politización e intervencionismo del judicial protagonizada por la figura del juez Moro, que es quien condenó a Lula y lo metió en la cárcel y que ahora es el Ministro de Justicia de Bolsonaro. También estamos asistiendo a un fortalecimiento muy grande del conservadurismo moral en los territorios populares al a partir de la penetración de las iglesias evangélicas.
Como decimos en Brasil, se trata una coalición de la bala – los militares y esa parte del judicial muy involucrada en la defensa y exarcerbación del uso de las armas de fuego- con la Biblia –los representantes de las iglesias pentecostales y evangélicas– y el agronegocio – el negocio de produción transgénica de vegetales y carne para exportación que hoy avanza hasta el sur del Amazonas-. El agro es un elemento muy fuerte dentro de esta nueva coalición ultraneoliberal en el campo macroecómico que defiende estado mínimo, ajuste fiscal y que está liderada por la banca y el mercado financiero.
Claramente dependen de una posición autoritaria, militarizada, secularizada, de negación de libertades. Incluso libertades de educación, de cultura y caminan hacia una pauta bastante conservadora desde el punto de vista de las costumbres: anti-LGBT, antifeminista y en defensa de la familia tradicional.
En las favelas existe un porcentaje de voto religioso evangelista que habrá tomado partido por Bolsonaro, ¿cuál cree que será su política social con los pobres y desplazados en las ciudades?
Esta es la cuestión central. Es muy importante entender que en los territorios populares, y ahí estamos hablando de las favelas, pero estamos hablando también de los barrios populares autoconstruidos en las periferias metropolitanas, se han adherido mucho al discurso de Bolsonaro. Esto ha sido así en parte por el discurso moral y la acción de la Iglesias, pero también por preocupación en los últimos años sobre tema de la seguridad debido al control del territorio popular por parte del narcotráfico, que es un fenómeno que sucede en las periferias metropolitanas de Brasil desde los años 90 del siglo pasado.
Sin embargo, lo que se está produciendo ahora es un proceso de “colombianización” porque para frenar el tráfico se organizaron milicias- con mucha gente de la propia policía militar y del ejército involucrada en las mismas-. Y el enfrentamiento de la milicia y tráfico ha tornado la vida de la gente cada vez más insegura y difícil. O sea, el tema de la seguridad es un tema muy importante en los territorios populares y la promesa de Bolsonaro es el discurso del orden, el discurso que dice: “bandido bom é bandido morto”. O sea. una propuesta de mayor intervención militar policial en los territorios populares con la promesa de que esto va a terminar con la inseguridad. Lo que sabemos nosotros es que esto es al revés, que esto va a transformar las favelas en lugares con cada vez más genocidios de niños, negros y pobres. Las grandes víctimas del encarcelamiento de masa en Brasil y los homicidios son precisamente los hombres negros jóvenes.
También hay que entender, por otra parte, que entre los años 2005 y 2013 hubo un crecimiento económico importante en Brasil, incluso en aquellas áreas de menor ingreso. Y esto todo tiene que ver con el periodo de crecimiento bajo Lula y gracias a la mejora de condiciones salariales y la mejora de condiciones de consumo. Pero fue desde finales de 2013 cuando empezaron a notarse las señales de crisis económica: aumento de desempleo y empeoramiento de las condiciones de vida de la gente. De este modo, la elección de Dilma en 2014 fue una última promesa para la gente de bajos ingresos de tener de nuevo empleo y crecimiento. No obstante, lo que pasó entre 2014-2015 fue una profundización de la crisis económica, no hubo respuesta a la crisis económica. Que fue una crisis mundial.
Ahí hay que entender que, ante la insatisfacción de la gente con sus situaciones económicas, el discurso de que el gran culpable de la crisis fue el PT y la corrupción del PT tuvo un gran peso. Esa fue la narrativa construida por la acción de judicial y todos los medios de comunicación, de modo que Dilma y el PT se transformaron en el chivo expiatorio de toda la crisis que estamos viviendo: de corrupción, política, económica… Y la solución para ellos fue: “Fuera el PT”. Así se produjo un sentimiento muy fuerte anti-PT y ese sentimiento fue fundamental la elección de Bolsonaro. Más que la figura de Bolsonaro, el elemento político más importante en las urnas fue castigar al PT. Bolsonaro solo ha personificado ese sentimiento anti-PT.
Pero ahora como la situación económica está muy mal porque las políticas del anterior gobierno- de austeridad fiscal, de reforma de la legislación laboral, de la receta neoliberal– han profundizado la crisis y no han mejorado la situación, solo nos queda esperar a ver lo que va a pasar en los próximos años. Porque la ilusión de la gente es que, efectivamente, ahora el país va a mejorar y la gente va a tener de nuevo oportunidades de crecimiento. Los brasileños han vivido en los años de bonanza del PT, pero también hay que entender que han vivido la crisis dentro de los años del PT.
Nosotros a partir de la izquierda sabemos que las políticas ultraneoliberales de la privatización en masa, de reforma del sistema de pensiones que anuncia Bolsonaro van a profundizar en las pésimas condiciones de la gente. Y con esto imaginamos que en un año, dos años máximo, Bolsonaro va a tener muchos problemas en los barrios populares. Pero esto es una apuesta, porque también dependerá de la coyuntura internacional. Gran parte de la crisis económica tiene que ver con la coyuntura internacional y con la pérdida en 2013-2014 de los precios de commodity que han sustentado el “milagriño brasileiro” durante los años de crecimiento. Todo depende ahora de si el escenario internacional se recupera y las commodities brasileras reestablecen su precio. Ahí habría una posibilidad de crecer nuevamente.
El escenario de Ecuador era un escenario que prometía mucho, ese escenario del buen vivir que era algo muy interesante y novedoso desde el punto de vista de la izquierda. Pero también Ecuador ha sido capturado por las políticas neoliberales.”
¿Cómo ve el devenir de la democracia en otros países de América? ¿Son los países gobernados por la derecha neoliberal como Ecuador o Argentina buenos constructores de calidad de vida para los pobres?
No, para nada. La situación de Argentina es una tragedia, creo que todavía es peor que la situación brasileña y la gente está muy enojada. Yo no pienso que estos países vayan a mejorar con esas políticas ultraneoliberales. Y ahí no es una cuestión de tener fe, sino que es una cuestión empírica. Mira lo que pasó en los países europeos que han pasado por políticas neoliberales, mira lo que pasó en España, mira lo que pasó en Inglaterra. Por ejemplo, yo acabo de venir de Inglaterra y lo que están haciendo ahora es renacionalizar los sistemas de trenes, desprivatizarlos, mostrar que las asociaciones público-privadas han sido un fracaso. Es una cuestión empírica que el neoliberalismo no tiene la mínima posibilidad de ofrecer mejores condiciones de vida a la gente. Esto ha sido probado. No es teórico.
Volviendo a poner de ejemplo Brasil, es importante señalar –y por eso es que yo empecé con toda la discusión del pacto– que a pesar de que durante todos los años del PT y Lula hemos tenido más distribución de renta de lo que nunca en la historia del país, más políticas de inclusión y todo, también durante estos años se avanzó en la política urbana y en la política de vivienda dentro de un marco neoliberal: de concesiones, de privatizaciones, de aparcerías público-privadas en las ciudades. O sea, ha sido una especie de híbrido entre un discurso socialista y políticas neoliberales a la vez. En este sentido, el gobierno de Lula ha sido contradictorio y ha creado una dependencia de la gente con respecto al crédito. La gente se endeudó muchísimo en Brasil. La gente sigue endeudada hoy, está desesperada con las deudas.
La banca se fortaleció muchísimo durante el periodo de Lula y lo que tiene que hacer ahora la izquierda es entender esa complejidad y hacer una autocrítica del gobierno, de sus medidas y sus prácticas. Una crítica con respecto al no rompimiento con la corrupción, al no rompimiento con el pacto y el modelo político cultural. Esta es una parte importante de la autocrítica que el PT no ha hecho nunca y que necesita hacer. También con respecto a la construcción de alternativas económicas reales al país, económicas y culturales
Esto que acabo de decir también es un poco el escenario en América Latina. El escenario de Ecuador era un escenario que prometía mucho, ese escenario del Buen Vivir que era algo muy interesante y novedoso desde el punto de vista de la izquierda. Pero también Ecuador ha sido capturado por las políticas neoliberales. Creo que ahí hay que hacer un esfuerzo muy grande desde las izquierdas del mundo para repesensar sus prácticas y sus modelos.
En Inglaterra lo que están haciendo ahora es renacionalizar los sistemas de trenes, desprivatizarlos, mostrar que las asociaciones público-privadas han sido un fracaso. Es una cuestión empírica que el neoliberalismo no tiene la mínima posibilidad de ofrecer mejores condiciones de vida a la gente. Esto ha sido probado. No es teórico.”
En cuanto a España, usted ha estado al lado de los afectados por la hipoteca y ha criticado al gobierno Rajoy, ¿cómo ve a nuestro país en manos del nuevo gobierno con respecto al tema de la vivienda?
Creo que es demasiado temprano para decirlo. Claro que la fuerza de la inercia del mismo modelo es grande, pero opino que iniciativas como la Ley de Vivienda que presentó la PAH son muy importantes y la experiencia es que desde los municipios que están intentando tomar esta medida los resultados son muy alentadores y pueden, en este sentido, introducir cambios importantes en la política. Todavía no lo vemos ahora, pero creo que es posible que esto se cumpla en los próximos años.
Nosotros a partir de la izquierda sabemos que las políticas ultraneoliberales de la privatización en masa, de reforma del sistema de pensiones que anuncia Bolsonaro van a profundizar en las pésimas condiciones de la gente. Y con esto imaginamos que dentro de unos años Bolsonaro va a tener muchos problemas en los barrios populares.
En general, ¿qué cree usted que deberían hacer los ideólogos de izquierdas para traer de vuelta al poder a demócratas comprometidos con los derechos humanos?
Yo creo que estamos en una crisis muy profunda de la democracia que va más allá de una crisis de partidos de derechas o de izquierdas. Creo que el mismo modelo democrático que fue construido durante la Ilustración con una promesa de justicia y de derechos humanos está en crisis. El modelo mismo está en crisis y lo está por varios factores. Está en crisis porque presume un crecimiento infinito y tenemos límites ambientales muy claros para esto; presupone que el estado tiene control sobre sus propias fronteras y esto ya no es así porque el capital se ha transformado completamente en capital móvil con capacidad de entrar y salir en todos los territorios y no está gobernado por los estados nación, sino por sus propias reglas en el campo de la distribución de excedente económico.
Además, la utopía de la democracia de los derechos humanos prometía la posibilidad tener un patrón de consumo altísimo para todos, una posibilidad de crecimiento infinito donde todos consumiríamos mucho y seríamos muy felices. Pero esto no es posible debido a los límites ambientales. Por eso creo que este sistema que se ha montado entero está en crisis. Claro que esta crisis es difícil de imaginar junto con la crisis tradicional de la izquierda. Sin embargo, la caída del muro de Berlín y el disonante del comunismo real también ha revelado todo el autoritarismo y los límites concretos de la experiencia del socialismo y comunismo real. Creo que estamos en una crisis muy profunda y que no vamos a tener un nuevo modelo hasta dentro de mucho tiempo.
Ten en cuenta que el modelo actual se empezó a imaginar en el siglo XVII; empezó a implementarse en los países con la revolución americana en el siglo XVIII; se transformó en el modelo generalizado en el mundo en el Siglo XIX después de las guerras anticoloniales, que fue cuando se constituyeron los estados nacionales en África y Asia. Y es ahora que es cuando el modelo hegemónico en absolutamente todo el planeta cuando se ve claramente su límite y su imposibilidad. Pero estoy hablando de un proceso de construcción de hegemonía de modelo de siglos.
No estoy diciendo que ahora vayamos a tardar siglos para encontrar una nueva utopía, pero tenemos que meternos cuanto antes a pensar y a practicar una nueva utopía. No creo que los partidos políticos de izquierdas vayamos a hacer ahora un giro hacia esta nueva utopía más igualitaria y defensora de derechos. No creo esto a pesar de la enorme diferencia que hay entre tener en la presidencia a un partido como el PT o a un tipo como Bolsonaro. Hay una gran diferencia. Pero tampoco el PT entregó lo que prometió a la gente.
Por eso hay que repensar nuestras utopías y nuestras prácticas. Y creo que debemos hacerlo mucho más a partir de la sociedad que a partir del estado. El estado y la vía institucional tienen límites muy claros y creo que la innovación y el avance de un nuevo modelo de organización social y política va a ser mucho más inventado, experimentado y practicado a partir de la propia sociedad civil.