A día de hoy, tal y como el maestro de periodistas Javier Ruiz nos advirtió mediante su ya célebre consigna “hay una guerra ahí fuera”, una sangrienta e inclemente contienda por el dominio absoluto sobre la información transmitida y aprehendida, prosigue.
Al contrario de lo que nos susurra el tranquilizador discurso con el que nuestra ingenua mentalidad pequeñoburguesa nos miente, -y de este modo, nos mantiene estables y dóciles-, no estamos ante, simplemente, uno más de los innumerables y violentos choques capitalistas, librado entre miembros de su casta por la conquista de una migaja más grande de beneficios. No.
De un modo mucho más aterrador, mucho más cierto, aquel descarnado conflicto por la toma del control informativo dado entre facciones, grupos, personalidades y empresarios de la comunicación (y, desgraciadamente, no solo de la comunicación) es una batalla de la que somos parte contendiente, y la cual no podemos perder bajo ningún concepto.
¿Por qué? Porque, tal y como nos está enseñando la revolución tecnológica mundial en curso, todo individuo o ser humano, cada uno de nosotros no es más que un procesador (cerebro o centro biológico de mando) de información (señal/-es de entrada-señal/-es de salida) el cual, mediante la aplicación de la serie de instrucciones o programas pertinentes (o bien escogidos, o bien de modo automatizado), realiza el tratamiento de información (conjunto de procesos y/o tareas) adecuado para solucionar (output) el problema planteado (input).
Unas aplicaciones o softwares mentales, un tratamiento de información, unas problemáticas planteadas y unas soluciones elaboradas los cuales, tomados en su globalidad, pueden ser determinados -y son de hecho conocidos- como “existencia o vida individual” (y social o colectiva), “personalidad o carácter individuales” (y social o colectivos), “mundo y realidad humanos”, “universo físico” e, incluso, “deseos”, “sentimientos”, “voluntad”, “conocimientos”.
Bajo la luz de la ciencia, hoy al igual que en cualquier otra época, todo resulta mucho más claro. Y así, la conquista del poder sobre la información a la que nos estamos refiriendo, la potestad sobre los datos o bits que, una vez introducidos en nuestra mente y tratados o asumidos, van a hacer de cada uno de nosotros quien somos, ese imperio coincide hoy en nuestras sociedades nacionales y, volviendo a globalizar, en nuestra digitalizada e hiperconectada red humana mundial, coincide decía con el Poder absoluto efectivo.
Mas la anterior tesis no es ninguna novedad, no revela ningún tipo de descubrimiento largamente buscado; de hecho, no es más que la versión informatizada o del siglo XXI de una de las verdades más simples y eternas de la humanidad. Pues desde el nefando día en el cual la codicia impulsó a grupos reducidos de hombres y mujeres a apropiarse (fuera por la fuerza, fuera por el engaño) del excedente producido por el trabajo de la entera comunidad, a la que aquellos codiciosos sin escrúpulos pertenecían, (una labor cotidiana realizada en común exclusivamente en vistas a su propia supervivencia), desde ése momento de la fragmentación social en dos clases antagónicas e irreconciliables, la clase de los poseedores y la clase de los desposeídos (de hecho, el momento del nacimiento de la propia historia), el poder y la información, los dominadores y su relato, el capital y la verdad o la mentira, han constituido los dos polos de un único fenómeno humanístico: la supremacía o hegemonía políticas de un grupo social o clase sobre el resto de la sociedad.
Toda situación de hegemonía política, tal y como enseña la misma historia de todas las civilizaciones habidas, existentes y aún por haber de nuestro planeta, tiene dos únicos fundamentos. Por un lado, posee su causa en la “coerción” o “coacción” (física y legal) que asegura a las clases poseedoras su posición social de mando. Una situación de gobierno o privilegiada explicada por la posesión y, fruto de ello, por el uso con fines autoritarios de aquel elemento el cual, en una realidad en la que todo puede comprarse, realiza efectivamente el contenido de esta máxima y, en consecuencia, el control sobre todos y cada uno de los dispositivos o mecanismos de coacción existentes en la sociedad en cuestión. Nos referimos a la riqueza o excedente económico.
Por el otro lado, cualquier hegemonía política se fundamenta en el “consenso” otorgado por las masas desposeídas y sometidas a la dirección impuesta por parte del grupo o clase dominante a la vida social. Un consenso el cual solo puede ser concedido u otorgado mediante la confianza (generada por el prestigio) ofrecida u otorgada por parte de la mayoría social a sus dirigentes. Una confianza, consenso o permiso que deriva de la posición social ocupada por aquella élite. Un consenso, acuerdo o aceptación conquistada mediante el triunfo en la batalla o guerra cultural que continuará siendo librada constantemente durante el entero período de supremacía de la clase social dominante objeto de nuestra atención.
Una batalla de contenidos mentales (sentimientos, valores, principios, deseos, odios y fobias) o, utilizando su sinónimo, de información a transmitir y a instalar en la conciencia de todos los ciudadanos de la sociedad en cuestión la cual, una vez ganada, garantizará el dominio de la minoría poseedora de los medios de producción sobre la mayoría de la población o clases desposeídas y, en cuanto sometidas y empobrecidas, oprimidas. Un poder, dominio o hegemonía políticos basado en la introyección o instalación en cada una de las conciencias individuales de cada uno de los miembros de las clases sometidas del relato elaborado e impuesto por la élite dominante.
Tomemos un ejemplo, queridos lectores. ¿Alguno de vosotros sabría decirme donde está la Isla de Haití, así como cuál es su capital? ¿Alguno de vosotros sabría decirme cuál es la capital de Venezuela? ¿Alguno de vosotros sabe quién es Jovenel Moïsse, actual Presidente de la República de Haití y líder del partido oficialista de la isla? ¿Y alguno de vosotros NO sabe quién es Nicolás Maduro, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela?
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¿Alguno de vosotros sabía que Jovenel Moïsse fue proclamado Presidente –no elegido- el 27/11/2017, tras la celebración únicamente de la primera vuelta -de las dos legalmente preescritas u obligatorias por ley- de unas elecciones presidenciales que contaron con una paupérrima participación del 18’11% del censo, y unos aún más precarios 550.000 votos, unas elecciones que transcurrieron en medio de fuertes protestas e incidentes protagonizados por la población contraria al régimen oficialista (dictadura caribeña), una verdadera insurrección popular que lleva siendo reprimida brutalmente por la policía y por el ejército haitianos durante los últimos 4 años?
¿Alguno de vosotros sabía que Nicolás Maduro fue elegido Presidente de Venezuela el pasado 21/05/2018 por mayoría absoluta (62%, más de 5.800.000 votos), en unas elecciones presidenciales que contaron con la participación cercana al 46% del censo y a las que no quisieron concurrir, que de hecho boicotearon los partidos opositores? ¿Alguno de vosotros sabía que la oposición venezolana, previamente al inicio de la campaña electoral, adelantó que no no iba a reconocer los resultados fueran cuales fuesen?
>>¿Existe dictadura en Venezuela?<<
¿Alguno de vosotros sabía que el pucherazo haitiano fue apoyado, declarado como legal y sin mácula (es decir, fue bendecido) por unos EEUU que llevan dirigiendo y explotando económicamente el país desde 1916, año de su invasión militar y fecha a partir de la cual ha ido imponiendo, administración tras administración, todos y cada uno de sus gobernantes, gestores socioeconómicos o, resumiento, élite de la isla?
¿Alguno de vosotros sabía que EEUU es el principal donante de un país devastado presupuestaria y económicamente, así como un país azotado (desde 2011) por terremotos, huracanes, hambre y, ahora y como silenciado colofón, un país dinamitado por un más que latente conflicto civil?
De igual manera: ¿alguno de vosotros ha oído cómo EEUU y su corte, la entera comunidad internacional vasalla -Occidente en pleno (Unión Europea, Japón), salvo honrosas excepciones como Rusia, China, Grecia, México o Uruguay-, repudian las legítimas (y ortodoxamente ajustadas a protocolo internacional) elecciones venezolanas, así como sus impolutos resultados, unos resultados que no son más que la voluntad popular inapelable y directamente emanada de la libre expresión del pueblo venezolano?
¿Alguno de vosotros no sabe quién es Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional Venezolana -el equivalente a nuestro Congreso de los diputados-, títere el cual, mediante una interpretación constitucional torticera y de mala fe, amparado por ese “ejemplar” y “modélico” Occidente, pretende culminar con éxito un golpe de estado que ha sido inspirado, planificado, gestado, fomentado y ejecutado, a lo largo de los últimos años, desde Washington y Bruselas?
>>El capitalismo manipula el lenguaje como arma para someter a los trabajadores<<
¿Alguno de vosotros sabe quién es el líder opositor haitiano, André Michel, o que dicha oposición está integrada por la propia sociedad civil de Haití en pleno (sindicatos, asociaciones, cooperativas, grupos vecinales…), alzada para acabar con la satrapía en la que consiste la entera y norteamericanizada sociedad política haitiana?
¿Alguno de vosotros no sabía que el petróleo más pesado (y, por tanto, más rico del mundo), las mayores reservas de gas, oro, coltán, silicio, madera, agua… -al margen de su posición geográfica óptima- se hallan en territorio venezolano? ¿Alguno de vosotros sabía que fruto del colonialismo que aún hoy, en pleno siglo XXI, padece Haití por parte de los EEUU, su suelo fértil está destinado a los productos alimenticios de exportación (a cacao, azúcar, café o mango) en lugar del abastecimiento agrícola de su propia población?
¿Y que las políticas de desarrollo social del país se han considerado siempre objetivos secundarios respecto a los prioritarios o capitalistas, ya sea por parte del gobierno norteamericano o del gobierno del propio Haití, del Banco Mundial o del Fondo Monetario internacional? ¿Alguno de vosotros sabía que los sospechosos capitalistas habituales (tal y como estáis pudiendo comprobar a través de la lectura de este párrafo) han condenado al hambre y la pobreza, manteniéndola ahí década tras década, a la población haitiana? ¿Alguno de vosotros sabía que se calculan en más de 15.000.000.000 de dólares las reservas de oro por explotar aún en esa isla caribeña sufriente y maldita?
Ya es suficiente, pues mediante una simple serie enunciativa de hechos, hemos mostrado la verdad de la tesis que pretendíamos demostrar. Todas las respuestas “sí” a las preguntas anteriores y todas las respuestas “no” a las mismas, así como toda la información a la cual hemos recurrido o a la cual íbamos a recurrir para contestar a dichas cuestiones (formase parte de nuestro conocimiento individual o bien fuese cual fuese su procedencia -enciclopedias, webs, publicaciones, libros, entrevistas, vídeos de youtube, reportajes, etcétera-) generalizando.
Pues al fin y al cabo se trata de datos: todo aquello que sabemos y todo aquello que no sabemos (y cómo); todo aquello que debemos saber y todo aquello que no debemos saber (y cómo); todo aquello qué debemos sentir o no, qué debemos amar o no, qué debemos temer o no, venerar o condenar, perseguir o salvaguardar o no (y cómo), todo ello, toda información y su cantidad (bits, megas, gigas, teras…) que, una vez transmitidas, van a ser captadas por nuestra sensibilidad, tratadas por nuestro cerebro e incorporadas (o no) a cada una de nuestras mentes individuales, a quien somos y vamos a ser, han sido y son armas y grilletes utilizados por las clases sociales en el poder para la perpetuación de su dictadura o absolutista dominación económica, social y política.
Una supremacía y una supervivencia como imperio basadas en el control o poder sobre la información y, necesariamente derivado de la anterior premisa, el posterior sometimiento total del pensamiento de los individuos y de las masas que viven bajo la presión de su puño, bajo la huella de su pisada.
En general, todo aquello que influye o puede influir en la opinión pública o masiva (medios de comunicación audiovisuales, periódicos, bibliotecas, redes sociales, prensa digital, escuela, universidades, clubs o fórums o asociaciones de cualquier tipo, nombres de calles, estilos musicales, arquitectónicos, pictóricos o artísticos en general, la oferta electoral o partidos y discursos políticos parlamentarios, etcétera) constituyen las fortificaciones, trincheras y cuarteles (de mayor o de menor profundidad, alcance, extensión y potencia de fuego) de la organización ideológica o frente teórico dispuesto para el sojuzgamiento, dominio y resignación de la población a su propia situación sumisa (acuerdo, consenso o permiso de los oprimidos -democrático, constitucional, monárquico, social, o como quieran llamarlos-). Tal y como, a modo de ejemplo, nuestro no saber o saber demasiado sobre la realidad o verdad y sobre la ficción y mentira relatada por cualquier medio sobre Haití y Venezuela nos han demostrado.
Entonces, ¿la disidencia tiene alguna posibilidad? Quiero decir, ¿es posible, de algún modo, sacudirnos las cadenas de la verdad (lo que se quiere que pienses como lo correcto -y su contrario-), de la moral (lo que se quiere que sientas y creas como lo bueno -y su contrario-), de la justicia o de cualquier otro integrante de nuestra propia escala vigente de valores o cultura capitalistas o de clase capitalista? ¿Podemos volar por los aires, hacer añicos el mundo en el que somos esclavos y en el que restaremos desposeídos sin remedio hasta el día de nuestra muerte?
Sí, podemos.
¿Cómo? Sencillamente edificando entre todos una nueva visión del mundo, y hacerlo con la única finalidad de oponer nuestra obra a la dictadura del rico o burgués y de su aliado el sobornable o la clase media (una dictadura de segundo plano, entre bambalinas y con aspecto de República democrática y de parlamentarismo, pero dictadura al fin y al cabo, con toda su crueldad y opresión impúdicas) y de convertirla en un arma, en un instrumento de lucha.
Una nueva visión o concepción del mundo no capitalista y anticapitalista, no burguesa y antiburguesa, no de clase media y anticlase media.
Una nueva visión o concepción del mundo patrimonio exclusivo de todos los individuos, de todas las masas materialmente desposeídas, oprimidas y explotadas que constituyen la aplastante mayoría de la población de nuestro planeta. Una multitud la cual, en cuanto consciente de su realidad económica, social, cultural y política, es pura y auténticamente revolucionaria.
Una nueva visión o concepción del mundo la cual, en virtud de la existencia de la Red y gracias a la descentralización operativa, a la arquitectura tecnológica anarquista, a la proactividad y al “hazlo tú mismo” con el que seduce a la praxis revolucionaria y, finalmente, gracias a la interconectividad global e instantánea accesibilidad que ofrece respecto a cualquier integrante o componente técnico, informativo o ideológico, físico o asociativo (públicos o no) de la misma, una nueva visión o concepción del mundo que debe es pólvora.
Una visión o concepción del mundo, en virtud de la revolución tecnológica en marcha (que ha producido un cambio de paradigma en la lucha política debido a la mutación del Capitalismo o stablishment neoliberal en Infocapitalismo) y en virtud de su intrínseca capacidad, a la vez, destructiva y matriz de potencia verdaderamente nuclear, una “Weltanschauung” o cosmovisión decía que solamente puede ser de naturaleza socialista, que solamente podrá luchar y vencer siendo socialismo.