Los fantásticos 200 años del Museo del Prado (III)
Pues ya estamos aquí de nuevo, con renovadas energías tras el periplo del otro día siguiendo las fértiles huellas del ilustre y benefactor antepasado. Habíamos abandonado inopinadamente nuestra visita anterior en la sala en la que se celebraba la entrega en 1868 a toda la Nación de un Patrimonio increíble que era antes solo pertenencia “real”, así como la pertinente adquisición de los ingentes fondos del Museo de la Trinidad.
También por esas fechas se entregó al pueblo español la Soberanía, algo que por desgracia desde entonces en un par de ocasiones volvió a hurtarse, la última durante los ominosos cuarenta años de franquismo.
Y aún había algo más que celebrar: el cambio de política en el museo que permitió la entrada en el mismo de magníficas obras de arte contemporáneas, y que gracias a ello podemos hoy contemplar. Posteriormente, hay que decir que esta novedad sería el germen del Museo de Arte Moderno, y andando el tiempo gracias a ello podemos hoy disfrutar con la también apabullante colección del Reina Sofía. Pero esa es otra historia.
Continuamos pues, nuestro agradable paseo y accedemos a una sala en el que con bajo el título genérico de “Un museo para los pintores”, ilustra la enorme influencia que a partir de los años sesenta del XIX va a tener el museo en casi todos los movimientos artísticos posteriores. Permítanme una breve “pincelada” para poner en situación a alguno de nuestros escasos un pelín más desinformados que el resto de nuestros lectores.
Tenemos que intentar comprender hasta que punto el “descubrimiento” del Museo del Prado por los ilustres viajeros extranjeros a mediados del XIX, y en especial, de la naturalista pintura española del Barroco, con sus violentos claroscuros, su llamada a la grandeza, incluso a través de la tragedia, constituyendo sin embargo en numerosas ocasiones la expresión máxima de la solemnidad, sintonizaba a la perfección con las corrientes artísticas aun latentes en la época, en especial con la influencia de los rescoldos de ese ya tardío y malhadado Romanticismo, padre en mi opinión de todos los malditos nacionalismos que en el mundo han sido (y de los que por desgracia, aún son).
Y ya en este sala, lo primero que nos deslumbra son dos Fortunys, un San Andrés copia de Ribera, junto con su referente original expuesto a continuación, y Un viejo desnudo, donde el tratamiento de la carnalidad está tan asumida, que esa pastosidad, esa textura, ese color de los pliegues de la piel tal parecen de la misma mano.
¡Fortuny!
No puedo dejar pasar la oportunidad de glosar a un genio que aparte de haber inventado el copyright y creado una de las primeras “marcas” con su genuino estilo fácilmente identificable (en cuadros, telas, bordados y todo tipo de objetos), seguro que de no haber muerto con apenas treintaisiete años hoy figuraría indudablemente entre los diez pintores más importantes de la historia.
Vemos también un figurativo retrato de Picasso (del que merece la pena recordar que fue nombrado por la República director del museo, aunque estaba en París y en la práctica nunca utilizó su despacho madrileño), el de Felipe IV (copia de Velázquez). Vemos a Sorolla rememorando a Las Meninas, y la influencia de este mismo cuadro en varios ilustres pintores. Y no quiero dejar pasar ahora la oportunidad que se me brida de poder romper mi lanza feminista a favor de... Berthe Morisot.
¿Qué quien es Berthe Morisot? Pues les explico
Resulta que en esta sala se puede contemplar un cuadro, precioso, de Monet, Amazona, cedido por el Thyssen, y que yo estoy particularmente seguro de que representa a Berthe Morisot. No recuerdo ahora mismo si cuando está expuesto en el Thyssen adolece del mismo problema, pero me parece que allí se titula Amazona de frente, aunque espero y deseo equivocarme. Pues bien, esta gran mujer, Berthe Morisot, fue una grandísima pintora, que pese a haber concursado con tan solo veintitrés años en el Salón de París, pese a ser amiga de todos los pintores impresionistas y pese a ser admirada y enormemente respetada por todos ellos, no obtuvo el favor de la machista critica de la época, sin duda por el mero hecho de ser mujer e incluso “por limitarse a reflejar los motivos de su entorno” (que es por otra parte lo que hacían todos sus colegas masculinos).
Vaya desde aquí pues, mi admiración por esta fantástica pintora cuya obra afortunadamente embellece y honra hoy en día algunas de las más importantes pinacotecas del mundo (Orsay incluido), y mi recomendación para los más curiosos de que disfruten contemplando este lindo cuadro desde su buscador, que comparen a continuación en el perfil de esta pintora en Wikipedia este lienzo con el retrato, también de Manet que allí pueden encontrar, cuyo original cuelga en el Orsay. Y yo creo que su graciosa nariz puntiaguda, sus labios pequeños y carnosos y sobre todo su atenta mirada inteligente, convencerán a cualquiera de que se trata de la misma persona.
¡Que se le rinda homenaje figurando su nombre!
Amazona puede ser cualquiera.
Berthe Morisot, no.
Prosigamos
A continuación encontramos unas salas muy interesantes sobre la historia del museo durante la República, con testimonios gráficos de la organización de visitas colectivas al museo de las clases más desfavorecidas, las giras por los pueblos para mostrar a la población rural la riqueza del patrimonio cultural español, y posteriormente, los avatares y vicisitudes que sufrió la la colección con el traslado de sus obras más representativas a Ginebra hasta el fin de la contienda.
A este respecto, no conviene olvidar que el asedio y bombardeo que sufrió Madrid, junto con la matanza de Guernica, supone la primera vez en los anales de la valerosa historia militar en que un ejército descarga habitualmente su munición de manera absolutamente aleatoria e indiscriminada, sin obligación de seleccionar previamente objetivos puramente militares, con el fin de minar la moral y resistencia de los habitantes de la población. Algo que de algún modo, inmediatamente transforma en heroicos a los resistentes y en asesinos a sus atacantes, y que por desgracia, a partir ya de la Segunda Guerra Mundial, este modus operandi se convirtió en práctica de actuación habitual (Londres, Colonia, Berlín…..).
Y para terminar esta sección, la época del franquismo, con una recopilación de imágenes de NODO sobre las visitas y el papanatismo de los actores famosos que venían a España y los pasaban por el Museo (lo único de lo que aquella España podía presumir), y los equilibrios que debían hacer algunos artistas como Saura o el Equipo Crónica, para utilizar sus lienzos tanto como expresión artística como para poder expresar una ácida crítica social. Impagable como acertado reflejo y resumen de una época la famosa fotografía de la sala de las dos majas de Goya, en la que una señorita se enfrenta a la maja vestida, y siete caballeros (dos con gabardina, tal que exhibicionistas en ciernes), se agolpan frente a la maja desnuda.
Finalizamos este fantástico recorrido con la demostración palpable de la influencia del museo en el arte actual (Picasso, Miró, Pollock, Motherwell, Miró, Oteiza), y una mirada optimista sobre el futuro, sobre la naturalidad del acercamiento del público actual a las colecciones y a las acertadas exposiciones que en el Museo se realizan.
Enhorabuena. Reitero mi felicitación a Javier Portús, como comisario de la exposición, así como mi profundo agradecimiento como ciudadano del mundo, como español, y como madrileño (por este orden), a todos aquellos que han hecho posible el que hoy podamos disfrutar de esta maravilla, y en especial a la fantástica labor desarrollada por el director actual, Miguel Falomir, cuya culta mano se va haciendo sentir imperceptiblemente en el día a día del museo, y al director anterior, Miguel Zugaza, a quien tanto debemos los amantes del museo, y a quien suponemos en este momento feliz y satisfecho por la labor cumplida y trabajando y a la vez disfrutando en “su” Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Y un pequeño y anecdótico tirón de orejas para los dos, especialmente dirigido al equipo de Zugaza, que tuvo la tremenda osadía (es broma), de no atender mi sugerencia.
Les cuento
Resulta que en la galería central se encuentra ubicado el magnífico lienzo de Guido Reni: Hipómenes y Atalanta, de gran tamaño, y posiblemente la mejor versión de las muchas que sobre este tema Reni realizo. De todos es conocida la historia del reto planteado por la veloz Atalanta y del normal desenlace del sangriento desafío en esta carrera nocturna hasta la llegada de Hipómenes, que ayudado por Venus, consiguió vencer en esta prueba empleando el ardid de ir arrojando tres manzanas de oro en el transcurso de la carrera. De momento todo correcto, como queda perfectamente reflejado en la tablilla explicativa que se encuentra situada “ad hoc” al lado mismo del cuadro.
Pero es que aún hay más; Hipómenes no solo ganó la carrera, como parece natural, tras su éxito ganó también el amor de Atalanta, y para su lógica consumación, ambos amantes no pudieron elegir para ello ( tal vez víctimas de la precipitación del ardoroso momento), peor lugar que el templo de la diosa Cibeles, quien lógicamente ofendida y enojada por su falta de respeto transformó a ambos en leones, unciéndolos para tirar de su carro (o le pidió a Zeus que los metarfosease, esta parte de la historia ya no está muy clara, según lo cuente Ovidio u otro poeta).
Pues bien; teniendo en cuenta que el monumento a la diosa Cibeles es quizás el más representativo de Madrid, y valorando además que se encuentra situado a escasos trescientos metros del Museo del Prado, digo que yo que no estaría de más, obviando si se quiere los lascivos detalles, añadir un par de líneas a la tablilla descriptiva, y de este modo hace saber a nuestros visitantes que precisamente esas dos figuras reflejadas en el cuadro que están contemplando son justamente los dos leones que tiran con tanta gracia del carro de la diosa.
Por favor, D. Miguel, hágannos caso.
Delenda est Moscardó.