Rafael en palacio: el legado pictórico de sus famosos tapices
Rafael en palacio es una exposisión donde se pueden ver los nueve paños que cuenta en imágenes los diferentes pasajes de la historia de San Pedro y San Pablo.
Rafael en palacio (el Real de Madrid), una experiencia inolvidable. La posibilidad de poder contemplar estos monumentales tapices, más valorados en su época incluso que las pinturas, como consecuencia del enorme trabajo artístico que suponía la elaboración de cada uno de ellos.
La manufactura de ellos corría a cargo de un ingente número de artesanos y artesanas especializados, y no era nada extraño que en su confección se utilizasen ricos hilos de seda e incluso de oro.
Impresiona por otra parte pensar donde podía haber llegado este monstruo del Renacimiento de no haber fallecido a los treinta y siete años, y aun así, pensemos que le dio tiempo para dejarnos al morir en 1520 un increíble legado pictórico que creó escuela
Su inconfundible estilo podemos verlo impregnando algunas de las obras de Rubens, también en las del mismísimo Velázquez y en las de tantos otros grandes (como Poussin) durante siglos.
Así como su huella indeleble como arquitecto en su querida Roma con la basílica de San Pedro, en la que cambió entre otras cosas como arquitecto el primer diseño de Bramante de planta tradicional basilical (todos los brazos de la cruz iguales),
Por el de cruz latina actual con un cuerpo longitudinal de tres naves (luego, a su muerte y tras la de su colaborador, Sangallo, Miguel Ángel quiso volver al proyecto de Bramante, pero finalmente Carlo Maderno la terminó en cruz latina, respetando el diseño de Rafael).
Los tapices a los que nos referíamos fueron encargados en su mayor parte por el Papa Julio II al objeto de complementar la decoración de la Capilla Sixtina.
Ante su enorme éxito, fue Felipe II quien encargó posteriormente a los talleres de Bruselas su reedición, al objeto de embellecer y dar la mayor grandiosidad posible a su residencia palaciega, por aquel entonces el Alcázar de los Austrias en Madrid.
Este es el incomparable marco en el que se exhiben los primeros (aquí abdicó Juan Carlos I), una versión mas “reducida” de los que luego veremos, los Hechos de los Apóstoles, en el salón de columnas bajo esta maravilla, El nacimiento del sol, de Corrado Giaquinto.
Y aunque no tenga mucho que ver, y yo lo encuentre incluso expuesto en esta sala fuera de lugar por razones tan obvias en estos días que no creo necesario explicar, y mas como homenaje al artista que no a la familia, mirad este magnífico retrato de La familia de Juan Carlos I, de Antonio López.
Y a continuación, tras admirar las diferentes estancias y salones del Palacio Real, en la galería que rodea el principal patio interior se exhiben los tapices realizados sobre los cartones que Rafael Sanzio elaboró, y que a modo de orientación podéis apreciar aquí como están instalados dichos tapices a ambos lados del pasillo.
La curación del paralitico
De los Hechos de los Apóstoles (3,1-11),- Colocaban al paralítico en la puerta oriental del templo de Jerusalén (la hermosa), que llevaba al atrio de las mujeres. Juan y Pedro bendijeron al mendigo espasmódico y este se curó.
Detalle que resalto (uno cualquiera) y que os permitirá apreciar mejor al acercarnos, quizás incluso emocionaros, ante la perfección alcanzada tanto en la composición como en la elaboración, aunque parezca que no tienen nada que ver estos niños en pelotas como escapados de la decoración de las columnas salomónicas con los asistentes a los oficios.
Reparad en la dificultad para tejer todo eso. A Rafael seguro que le ocurriría como siglos después a Goya por el mismo motivo con sus cartones por su extremada complejidad; que los tapiceros y tapiceras le odiarían.
Otros detalles espectaculares de las cenefas que rodean cada uno de los tapices con los motivos mas variopintos, en su mayor parte mitológicos, (las musas, los cuatro elementos, el paso del tiempo, las estaciones, semidioses, etc.).
La misión de San Pedro o Apacienta mis ovejas
Evangelios de Mateo (16,18-19), y Juan (21,11-17). Lago Genesaret. Cristo resucitado encomienda a Pedro el cuidado de su grey, dándole las llaves del reino de los cielos.
La pesca milagrosa
Lucas (5,1-10). Cristo señala a Pedro donde deben echar sus redes para obtener la pesca más abundante jamás vista, que como veis, casi hunden las barcas. Reparad en la dificultad del reflejo de las figuras en el agua y en las primorosas garzas del primer término.
La muerte de Ananías
Hechos de los apóstoles (4, 32-34 y 5, 1-11). Ananías y su mujer, Safira, se quedaban con parte del dinero de las ventas de tierra. Pedro pronuncia su sentencia y Ananías cae fulminado, mientras su mujer (la próxima en morir), todavía esta ajena a sus destino contando las monedas de su usura.
El ciclo paulino
La lapidación de San Esteban
Uno de los cinco tapices en los que aparece San Pablo. En este, todavía no se ha convertido, y es el joven al que dejan sus túnicas los verdugos para poder lapidar más cómodamente a San Esteban, falsamente acusado de blasfemia (Hechos 7, 54-60).
La conversión de San Pablo
El conocido momento en que el santo es derribado del caballo y se escucha el trueno celestial: “Saulo, Saulo ¿porqué me persigues?”. Hechos, 9, 1-7.
Detalle del dragón situado justo debajo, en la cenefa inferior, bajo ese arbolito que se ve.
La ceguera de Elymás o la conversión del procónsul
Elymás quiso apartar de la fe al procónsul Sergio Paulo. San Pablo le dice que en ese momento quedará ciego (Hechos, 13,6-12). En la cartela en latín, bajo el estrado, se lee que Sergio Paulo, procónsul de Asia, abrazó la fe gracias a la predicación de San Pablo.
San Pablo y San Bernabé en Lystra
En esta ciudad de Anatolia (en la actual Turquía), los santos curan a un cojo de nacimiento (Hechos, 14, 8-18). La gente los confunde con Júpiter y Mercurio reencarnados (la estatua de este dios se ve al fondo). Les quieren hacer un sacrificio con ese motivo, y San Pablo se cabrea por la idolatría, rompiéndose las vestiduras.
Detalle
Ultimo paño de la serie. San Pablo predica en el ágora de la capital del Ática (en un remedo del Tempietto de Bramante de San Pietro in Montorio, circular), explicando que ese “Dios desconocido” al que la sabiduría de los filósofos habían erigido una estatua era precisamente el que él representaba (Hechos 17, 22-34).
Los filósofos pensaron que eso de la resurrección de los muertos era ya como demasiado para ser creído, y aunque esta vez el discurso fracasó, algunos como Dionisio Areopagita y su mujer Dámaris (los primeros que suben por la izquierda), si se convencieron.
A resaltar que Rafael, como homenaje, en este último tapiz incluye a sus mecenas, el papa Julio II y el humanista Janus Lascaris.
Feliz semana.