Ciento cincuenta años después de que Marx y Engels publicaran el célebre Manifiesto Comunista, no es, de momento, el fantasma del comunismo el que está protagonizando la vida política en el continente, sino que en los últimos años es una ola reaccionaria la que se cierne sobre Europa.
Más de una década después de que se iniciara la grave crisis económica y a las puertas de una nueva recesión, las diversas expresiones de la ultraderecha, ya sea en su variante populista o directamente neofascista, han irrumpido en prácticamente todos los parlamentos. Los partidos dominantes en la Unión Europea los han alentado, apoyado o hecho la vista gorda en el mejor de los casos.
En España por desgracia conocemos bien esta realidad gracias al ejemplo de VOX, que ha llegado a diversos pactos de gobierno con PP y Cs. Por otra parte este impulso reaccionario ha llevado a que incluso en la Comisión Europea se haya creado una Vicepresidencia para la “Protección del estilo de vida europeo”. No sabemos si desde este organismo se protegerá el legado que supuso la colonización y expolio a terceros países o si lo que se quiere es reconocer el arte de la hipocresía de la UE que mientras habla de ser referente en Derechos Humanos deja que miles de personas que huyen del horror mueran cada año en el Mediterráneo.
>>¿La Europa que están creando es un lugar seguro y sostenible?<<
Lo que sí sabemos es que, pese a la disolución de la Unión Soviética y el Bloque del Este, al capital les sigue quitando el sueño la posibilidad de que los trabajadores se puedan organizar para plantear una alternativa a la barbarie que supone el sistema capitalista.
Es en este marco donde se produce la aprobación de la Resolución 2019/2819 (RSP) del Parlamento Europeo, de 19 de septiembre “sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa”, en el que en un ejercicio de revisionismo histórico se equipara comunismo y nazismo, víctima y verdugo. Resolución aprobada, cabe recordar, por los grupos parlamentarios en los que se encuentran PSOE, PP, Ciudadanos, VOX y PNV.
Que el anticomunismo está presente en televisiones, libros de texto, escuelas y cualquier formato cultural no es ninguna novedad. Es parte de la lucha de clases y es de ese modo, con una campaña constante, multiforme y muchas veces oculta, como se generan nuestras conciencias y asumimos acríticamente lo que Gramsci denominaba el sentido común.
De tal modo que pensamos que frases tan manidas como “el comunismo en la teoría está muy bien, pero luego acaba degenerando y se ha demostrado que no funciona” son de nuestra propia cosecha, cuando en cambio es obra de una labor ideológica que recibimos de forma permanente desde que venimos a este mundo.
Por otra parte, esta resolución busca que entre las nuevas generaciones se extienda la concepción de que el comunismo es algo que pertenece al pasado y que es una ideología despiadada, equivalente a la barbarie que supuso el nazismo. De esta manera se abre el camino a su ilegalización, como ya está sucediendo en los países bálticos o los que se agrupan en el Pacto de Visegrado (Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia) y que el texto aprobado recoge como “algunos países europeos han prohibido el uso de símbolos tanto nazis como comunistas”.
>>Sobre el fracaso y el futuro de la Unión Europea<<
La resolución marca un hito, pues hasta el momento el Parlamento Europeo no se había atrevido a realizar un ejercicio de revisionismo histórico como este. La Historia está llena de matices y por lo tanto, es común que existan opiniones diversas sobre un mismo hecho.
Pero eso no implica que se pueda negar que la Unión Soviética y los miles de partisanos comunistas que lucharon contra el nazi-fascismo tuvieron un rol de primer orden en la contienda. Algunos datos objetivos al respecto son que el 93% de las bajas alemanas se produjeron en el frente del este, a manos del Ejército Rojo, que más de 23 millones de ciudadanos soviéticos se dejaron la vida en la lucha contra el fascismo o que tan solo en la decisiva batalla de Stalingrado murieron dos millones de soldados y civiles. Cifra que iguala el total los muertos de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Países Bajos ¡durante toda la guerra!
Partiendo de esta realidad se entiende que, en 1945, en una encuesta realizada en Francia, el 57% de las personas consultadas consideraban a la URSS como el país que más había contribuido a la derrota nazi, frente un 20%, que lo atribuía a los EE. UU. Pues bien, esta encuesta se volvió a realizar en 1994 y en 2004 y las respuestas dieron el mismo porcentaje… ¡pero en orden inverso! 60 años de propaganda, de Salvar al soldado Ryan y de decenas de producciones hollywoodienses del estilo habían cambiado la percepción sobre cómo fue el desenlace de la segunda guerra mundial.
>>La vieja Europa maltrata a los refugiados y abraza el fascismo<<
Por otra parte, cabe resaltar que la resolución omite cualquier mención sobre los Acuerdos de Múnich en la que los jefes de gobierno de Reino Unido y Francia reunidos con sus homólogos alemanes e italianos validaron la anexión nazi de Checoslovaquia. Tampoco dice nada de la lamentable inacción de estas potencias frente al golpe de Estado fascista que sufrimos en España. Tampoco dicen nada de las reiteradas peticiones de la URSS de Stalin a las fuerzas “democráticas” occidentales para establecer un frente contra el fascismo y evitar la guerra, ignoradas una tras otra.
Quienes han aprobado esta resolución podrían sin embargo hacer un ejercicio de revisión autocrítica mirando a aquellos años. Y es que la clase social a la que representan estas fuerzas políticas, la que está compuesta en última instancia por los miembros de la banca y las grandes empresas, apoyaron explícitamente y se beneficiaron, de los regímenes de Hitler, Mussolini y Franco.
En nuestro país constructoras como Acciona, OHL y ACS se beneficiaron del trabajo esclavo realizado por los presos republicanos para así ir amasando una fortuna que se extiende hasta día de hoy. Compañías como Iberdrola, hoy en el punto de mira por las turbias colaboraciones con Villarejo, también erigieron su imperio gracias a la protección del régimen franquista, al que previamente habían prestado su colaboración para el Golpe de Estado. A su vez grandes compañías como Siemens, Hugo Boss, Ford, Kodak o Bayer también formaron parte de un jugoso negocio colaborando con la Alemania nazi.
De todos modos, esta absurda equiparación no es nueva. En muchos de los libros de Historia que se utilizan en nuestro sistema educativo se equipara el sistema socialista y el nazismo bajo el denominador común de regímenes “totalitarios”. Parece que se han olvidado las palabras del Nobel de Literatura Thomas Mann quien consideraba que “colocar en el mismo plano moral el comunismo ruso y el nazifascismo, en la medida en que ambos serían totalitarios, en el mejor de los casos es una superficialidad; en el peor es fascismo. Quien insiste en esta equiparación puede considerarse un demócrata, pero en verdad y en el fondo de su corazón es en realidad ya un fascista, y desde luego sólo combatirá el fascismo de manera aparente e hipócrita, mientras deja todo su odio para el comunismo.”
Por otra parte no es raro oír en tertulias lindezas como que la ideología comunista es responsable de 100 millones de muertos. Cifra, que como el buen vino, va mejorando y aumentando con los años…
El mantra es conocido, vivimos en el mejor de los mundos posibles y que a nadie se le ocurra pensar en que nuestras vidas podrían discurrir por otros derroteros, pues toda experiencia de superación del capitalismo ha abocado en terribles dictaduras y pobreza. El There Is No Alternative de Margaret Thatcher convertido en axioma incuestionable.
Un marco en el que nadie puede poner en duda las toneladas de propaganda que se han vertido sobre las experiencias socialistas ni plantear que una experiencia fallida, un error cometido por los dirigentes de un país, o un crimen llevado a cabo en nombre del comunismo, no invalidan una ideología y un movimiento que lo que único que busca es poner fin a un sistema basado en la explotación de los trabajadores, en la destrucción del planeta y en generar miseria y desigualdad allá por donde pasa. En definitiva, un sistema injusto e irracional.
Es por lo tanto un deber democrático desenmascarar a quienes en el fondo lo que están haciendo es blanquear al fascismo. Sin olvidar que ese régimen del terror nació de las entrañas del capitalismo y como forma de defender el poder de los monopolios. Esos mismos monopolios que tienen en la Unión Europea la mejor defensora de sus intereses.
De todos modos, sus mentiras e infamias no van a pasar. Porque, aunque le pese a Goebbels y a los oligarcas europeos, una mentira, aunque se repita mil veces, no se convierte en verdad.