El 15M despertó la ilusión de muchas personas que no se veían representadas por el régimen del 78. Las protestas espontáneas surgidas en las plazas se convirtieron en una inesperada explosión de participación ciudadana que demandaba una democracia más participativa, acabar con el dominio de los poderosos, condiciones laborales dignas…
El movimiento 15M no consiguió la profunda transformación social que pretendía, pero sí consiguió cuestionar a nivel global algunas ideas instauradas por el régimen del 78 y poner fin al bipartidismo. En este sentido, el surgimiento de Podemos a raíz de estas protestas ciudadanas devolvió la esperanza a muchos votantes de izquierda que se sentían totalmente huérfanos.
8 años después…
Tras el tradicional mensaje navideño del rey del pasado 24 de diciembre, Unidas Podemos valoró positivamente sus palabras en base a una supuesta moderación en su mensaje sobre Catalunya y por “rectificar” argumentos anteriores.
De la misma forma, hace escasas semanas, Pablo Iglesias aplaudía un gesto de la infanta Leonor al pronunciar un discurso en catalán y, días más tarde, sus risas con un líder de la ultraderecha en el Congreso de los Diputados levantaron ampollas entre amplios sectores de la izquierda.
¿La justificación de la monarquía y el blanqueamiento de la extrema derecha son actitudes propias de un partido que venía a romper con el régimen establecido? ¿Qué queda, 8 años después, de aquel partido nacido del 15M?
En tan solo 8 años, los integrantes de UP han pasado de las calles a, posiblemente, ocupar una vicepresidencia y diferentes ministerios del gobierno de España.
¿Están moderando su discurso movidos por su llegada al poder? ¿Se trata de una estrategia para “no asustar”, pero siguen firmes en sus convicciones? Con la llegada efectiva al gobierno, ¿se diluirán todavía más las moléculas supervivientes del 15M? ¿Realmente no son más que un partido un poco más a la izquierda que el PSOE?
¿El poder ha cambiado a Pablo Iglesias?
La tolerancia con personas intransigentes es una actitud que todos podemos haber practicado en alguna ocasión con un familiar racista, un vecino homófobo o un compañero de trabajo machista. ¿Es justificable hacerlo en el Congreso de los Diputados? En las Cortes, los políticos no se representan a sí mismos sino al conjunto de personas que les han votado, por lo que quizás una buena parte del electorado de UP se sintió claramente atacada al ver a su líder compartiendo risas con un diputado de la extrema derecha.
De la misma forma, la defensa de la monarquía no representa a un electorado mayoritariamente republicano y que vio en UP la única posibilidad de acabar con una institución obsoleta y regida por los privilegios de sangre.
¿Aquel líder de hace 8 años hubiese compartido confidencias con Espinosa de los Monteros o Santiago Abascal? ¿Al fascismo se le compadrea, o se le combate? De la misma forma, ¿habría defendido Iglesias hace ocho años al rey, o lo hubiera visto incompatible con su apuesta por la III República?
No hay por qué preocuparse: se trata de simple estrategia
Los poderes fácticos, la mayor parte de la prensa y las organizaciones empresariales han atacado a UP desde su nacimiento. El acoso y derribo sufrido por el partido y sus principales dirigentes dejan ver el miedo que desde determinados estamentos se tiene a un partido que, en principio, lucha por los intereses de la clase obrera.
La moderación de los discursos de los últimos meses puede enmarcarse en una estrategia destinada a calmar a estos estamentos y a cierta parte de la opinión pública. Además, atacar a la ultraderecha puede provocar réditos inesperados al fascismo, convirtiendo en víctimas a los nietos de quienes hace unas décadas fueron los verdugos de nuestros abuelos.
De esta forma, ofrecer una imagen de moderación y aparcar ciertas reivindicaciones históricas de la izquierda puede ser una simple estrategia para apaciguar el hostigamiento y tener vía libre para realizar políticas sociales.
No ha cambiado nada: UP nunca fue un partido disruptivo
Desde ciertos sectores de la izquierda se viene anunciando, casi desde el principio de su nacimiento, que UP no había venido para cambiar nada sino para apuntalar el régimen del 78. Se trataría, bajo este prisma, de un partido ligeramente más a la izquierda que el PSOE del que no podemos esperar transformaciones sociales profundas sino simples cambios cosméticos.
¿Se han diluido los elementos más rompedores del discurso de Unidas Podemos? Quizás sí. ¿Han moderado sus líderes su discurso inicial? Quizás también. Si UP entra en el gobierno, ¿podemos esperar un cambio profundo del sistema? Seguro que no.
La acción de gobierno de UP, con las limitaciones que impone un gobierno de coalición, desvelará hasta qué punto son capaces de aplicar políticas que tengan como base la defensa de la clase obrera, ejecutando acciones transversales que beneficien a los de abajo y luchando contra las políticas neoliberales que nos ahogan.
Solo así constataremos si el giro en el mensaje de Pablo Iglesias constituía un cambio de rumbo derivado de su acercamiento al poder, una estrategia o la constatación de que UP nunca fue un partido disruptivo.