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Los trabajadores no somos daños colaterales

No voy a escribir esto como articulista de este medio, voy a hablaros como lo que soy, un trabajador. Puede parecer poco ambicioso pero para mí ser un trabajador, pertenecer a la clase obrera, la misma clase que logró transformar la sociedad y la historia para conseguir un mundo mas justo me llena de orgullo.

Por eso, con el pecho henchido lo digo, ¡pertenezco a la clase obrera! Pertenezco a esos millones de personas que hacen que el mundo se mueva, pero también es esa clase a la que nos toca perder una y otra vez, los que tenemos que salvar los muebles de las tropelías de los poderosos.

Pero desde hace unos meses hay un hilo de esperanza, débil sí, pero ahí está. Este país está tomando en cuenta a los trabajadores, dándonos un mínimo respiro a nivel económico. Vemos un esfuerzo titánico por parte del estado para que miles de trabajadores no pierdan su puesto de trabajo. Esto se agradece y da cierta tranquilidad, sobre todo cuando desde anteriores gobiernos de distinto signo político nos tenían acostumbrados a que, sin culpa de nada, los castigados siempre seríamos nosotros.

El cambio es la entrada de Unidas Podemos en este gobierno, focalizado en la ministra de trabajo Yolanda Díaz, que no me cabe duda que aprieta para que los derechos de los que siempre defendió en su carrera laboral como abogada laboralista, y en su carrera política desde su Galicia natal, cristalicen en políticas más justas. En las que no tengamos esa sensación de abandono por parte de las instituciones, esa sensación de ser una naranja exprimida hasta límites insospechados, de la que quieren sacar más y con pundonor conseguimos dar.

La diferencia es muy clara, salvando las distancias en poco mas de 10 años nos encontramos con dos crisis que destrozaron el mundo que conocíamos. En 2008 la banca implosionó. Se demostró que el sistema capitalista es un sistema frágil y caduco, pero desde los gobiernos se decidió aplicar las mismas políticas para servir al mismo señor: el dinero.

¿A costa de quién? De los mismos de siempre, de los trabajadores. En este año 2020 nos encontramos con una crisis que, salvando las distancias, derrumbó el sistema de nuevo, pero esta vez el sistema social se puso por fin del lado de los nadie, de los que nos levantamos de noche para ir al tajo.

Pero estas políticas no se ciñen solo a esta crisis, este gobierno con UP, fue el que consiguió una subida histórica del SMI que alejaba de la precariedad a muchos trabajadores que, pese a tener trabajo eran pobres, un concepto que debería horrorizarnos a todos.

Sobre la subida del salario, hay que recordar que no destruyó el mundo ni abrió los cielos como predijeron los más agoreros empresarios. Se intentó controlar las horas extras realizadas para reducir las condiciones de explotación que en algunos sectores era lo norma. En definitiva se protegió al trabajador y se nos recordó que, frente a los desmanes de los empresarios, tenemos derechos y que se va a luchar por ellos.

Es ahora cuando el COVID-19 hizo saltar todo por los aires. Se crean políticas para no dejar a nadie atrás, el llamado escudo social, el esfuerzo económico de facilitar los ERTE por parte del Estado para que no se destruya empleo.

En 2008 se rescataron bancos y en 2020 se rescata a los trabajadores. Este gobierno, gracias a los socios de coalición, está dándose cuenta de que los trabajadores no somos daños colaterales, somos las víctimas de una guerra que no librábamos y que nos quedaba muy lejos.

Somos el motor del mundo. Siempre dimos todo lo que teníamos para avanzar y seguiremos avanzando, seguiremos pidiendo lo que es nuestro, lo que nos pertenece por el derecho que da nuestro sudor. Desde las instituciones o desde las calles seguiremos al pie del cañón. Pero seguiremos luchando por todos y cada uno de los nuestros, en cada pueblo y en cada ciudad. Que esto resuene siempre.

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