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Agricultura en Andalucía, crónica de un futuro desastre

Cien puntos. El programa de VOX para las elecciones constaba de 100 puntos. Organizados en 10 grupos. Ni uno solo de ellos era referente a agricultura. ¿Qué tipo de gestión han llevado a cabo el PSOE durante sus sucesivas legislaturas para que la extrema derecha no considere ni siquiera necesario un cambio? ¿Cuál es la realidad del campo andaluz y por qué no se habla de ella?

La Producción Andaluza

En abril, una encuesta del Centro de Estudios Andaluces (CEA) indica que, para el 61,5% de los andaluces, la agricultura es el principal motor de la economía andaluza. Según los datos de 2016, Andalucía exportó alimentos y bebidas por valor de 10.027 millones de euros, un 12,9% más que en 2015, y se sitúa por delante de Cataluña como región más exportadora.

Andalucía cuenta con más de 1,5 millones de hectáreas de olivar, produciendo entre 500.000 y 1.400.000 toneladas de aceite de oliva según la climatología del año, lo que supone en torno al 37% de la producción mundial, la mitad de la europea y el 80% de la española.

Andalucía concentra también en torno al 20% de la producción europea de naranjas, limones y pomelos. La Costa Tropical de Granada produce productos difíciles de encontrar en el resto de Europa como mangos, chirimoyas y aguacates, en tanto Huelva despunta, entre otras cosas, por su magnífica producción de fresas y fresones.

El área más modernizada de la agricultura andaluza se concentra en Almería, con 31.000 hectáreas de invernaderos y un 56% de la producción hortícola de Andalucía. Es precisamente en este área donde los votos de extrema derecha más han crecido en las últimas elecciones.

Además, Andalucía se ha convertido en líder en productos como la quinoa y otros cultivos ecológicos, y en el principal productor de cerveza. También es el principal productor de arroz con el 42% de la producción estatal, el 99,89% de algodón, el 44% de tomates y el 65% de trigo.

¿Está anticuada la necesidad de una agricultura fuerte frente a la industria?

Si bien algunos productos exportables se presentan como algo de más valor, no es menos cierto que cualquier población, así como su industria necesita de materias primas. El punto en que nos encontramos, la mayor parte de la industria y todo el sector de servicios requiere, para funcionar, de una alimentación adecuada. Los alimentos, además, son básicos para el devenir del servicio de salud y el de la educación. No olvidemos que la salud está intrínsecamente unida a buena alimentación, así como el crecimiento y, por supuesto, sin estos productos, la dieta mediterránea, tan alabada en el mundo, no sería posible.

Así pues, Andalucía se consolida como pieza clave para el desarrollo de España, no solo desde el punto de vista de la investigación, de la industria y el turismo, sino como despensa de todo el territorio estatal, y uno de los principales exportadores. España necesita que se produzcan estos bienes básicos para desarrollarse y tener una calidad de vida aceptable, así como para no depender en lo más básico de importaciones que, además, tienen una calidad más baja y un precio mayor.

No obstante, la necesidad de proveer a España y parte de Europa con productos como el algodón, aceite de oliva, tomate, trigo y cereales no va exento de un precio que paga el país de origen: Andalucía sufre una desforestación y desertización cada vez mayor, un uso extremo de acuíferos, polución de fuentes de agua por la industria y un aumento del consumo de plásticos que repercute en las costas, debido a la necesidad de procesar los productos en origen para garantizar su calidad. Para poder movilizar estas producciones, se realizan obras de ingeniería como carreteras que, en más de una ocasión, atacan y destruyen zonas verdes y reservas naturales.

Por desgracia, un estudio elaborado por las universidades de Pablo Olavide de Sevilla, la Universidad de Córdoba y la de Jaén han puesto de manifiesto, que el cultivo en España está sufriendo un receso en el ratio producción/consumo, hasta tal punto que actualmente la superficie cultivada en España no es suficiente para abastecer las necesidades del país.

Un campo sembrado de veneno

El hecho de que Andalucía se esté progresivamente convirtiendo en un imprescindible productor de bienes de consumo básicos de calidad, está entrando en serio conflicto con la contaminación continuada de su territorio. Cada vez hay más vertidos, y sobre todo se almacenan más desechos en centros no seguros.

Andalucía produce más de 700 millones de toneladas al año de monóxido de carbono. Los principales motivos de este negativo liderazgo andaluz son las altas concentraciones de tráfico que se dan en las carreteras de la comunidad, y las actividades agrícolas y ganaderas, según estudios del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

A esta contaminación se une la toxicidad de los residuos nucleares del cementerio nuclear de El Cabril, el material radioactivo de Palomares y las balsas de fosfoyesos de Huelva, entre otros. La OMS ha expresado que 7 millones de personas mueren al año a causa de la polución. Andalucía, advierten desde Ecologistas en Acción, ha estado expuesta a niveles insalubres de ozono en 2018.

Es por ello que en Andalucía ha existido una pugna constante para balancear la necesidad de producir cosechas cada vez más exigentes con el imperativo moral de proteger nuestro medio ambiente. Por desgracia, ahora la Junta de Andalucía ha fusionado la Consejería de Medio Ambiente con la de Agricultura, relegándola a un segundo lugar con respecto a ésta. Lo peor de todo es que las medidas para potenciar la economía, con total desapego a la ecología, no beneficiarán a Andalucía, sino a grandes empresas con capital externo.

El papel del jornalero

Andalucía sufre, desde los años posteriores la conquista del Reino de Granada y el reparto de las tierras de los moriscos a propietarios de la Corona de Castilla, un profundo problema de latifundismo. Se pasó de un 70% de la tierra en manos de los grandes propietarios a una gran mayoría de trabajadores del campo que no poseían tierras. De hecho, el flamenco que se desarrolla en Andalucía tiene su raíz en el vocablo hispanoárabefellah mengu”, campesino sin tierra. Son siglos de explotación que se articulan en un lamento, un quejío, el soul de Andalucía. El mismo himno de Andalucía está compuesto con la música que cantaban los jornaleros en el campo.

Este papel de jornalero es el equivalente a la esclavitud moderna. Es un trabajador sin propiedades, que se mueve de una plantación a otra en busca de un jornal, sin nada que le pertenezca, siempre a las órdenes del patrón, que determina no solo el sueldo y el horario, sino también las condiciones de vida en todos los aspectos.

Yo tengo clavada en mi conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales… Blas Infante, El Ideal Andaluz.

En cada sociedad, para que unos puedan prosperar por encima de la media, es necesario que una masa de gente viva por debajo de lo que sería justo. En la Andalucía castellanizada, esta casta social son los jornaleros. A día de hoy, es una amalgama de andaluces y extranjeros, con una buena proporción de inmigrantes subsaharianos. Para estos últimos, el proyecto de la Junta de Andalucía es expulsión masiva y reemplazarlos por trabajadores con contrato en origen, haciendo aún más oscuros los tratos con gobiernos extranjeros y con dudosas condiciones para los contratados.

Este sistema implica una desprotección del trabajador, ya que los permisos de trabajo y residencia están perfectamente vinculados a un empleador en concreto, impidiendo que la persona pueda encontrar otro trabajo. El empleador es el amo absoluto, quedando el empleado supeditado a éste, que puede aludir cualquier motivo para cesar el trabajo y por tanto la residencia, o bien aplicar condiciones abusivas a las que el inmigrante se ha de doblegar so pena de no poder repetir la campaña siguiente.

El precio de la agricultura

Andalucía tiene una esperanza de vida de 4 años menos que en Madrid, y 3 menos que la media española, según el Instituto Nacional de Estadística. Solo por haber nacido en Andalucía, un niño tiene menos derecho a la vida que el resto. Es el precio que hay que pagar para ser proveedor y sustento de la población de España.

Pese a tener un clima privilegiado, pese a tener productos de primera necesidad de una calidad envidiable, tanto el duro trabajo de producirlos, como la baja economía (debida a la usura de los intermediarios y al paupérrimo reparto de la tierra), y la polución generada por esta necesidad afectan a la vida de los ciudadanos andaluces. El estilo de vida del jornalero andaluz es de los más duros, pero al mismo tiempo es muy beneficioso para las arcas del terrateniente, del burgués, de los fondos del estado.

Pero desde el punto de vista cultural, el campo siempre se ha visto como una labor de segunda categoría. La burla hacia el agricultor y la crítica hacia cualquier ayuda fiscal al campo son una tónica habitual. Esto no es casual, sino que está auspiciado por los medios. Se da la circunstancia de que, debido a las condiciones rurales y al horario intensivo de aquellas personas que han de vivir de este medio, el nivel de educación es, de media, más bajo.

Esta dependencia de la agricultura andaluza no se puede reconocer abiertamente, so pena de que los agricultores exijan más de lo que están dispuestos a pagarles. Es vital una campaña de desinformación para evitar que el agricultor se dé cuenta de lo necesario que es su papel, de los derechos que se les quitan. Es necesario que no tengan opciones alternativas ni acceso a una mejor formación, pues el campo quedaría desierto. O bien abrir la posibilidad de que lo trabajen, aún más, los inmigrantes (a menudo sin regularizar), pero ¿qué imagen daría la derecha que lleva años difamándolos y diciendo que vienen a quitarnos el trabajo?

Un nuevo reto nace en la Unión Europea, que dictamina qué se puede cultivar y qué no. El resultado es que los grandes terratenientes reciben más beneficio no cultivando que haciéndolo, quedándonos tierra cultivable estéril, olivos muriéndose. Y el pueblo trabajador, sin otra salida que ocupar terrenos para darle uso, causando un conflicto continuo en lugares como Marinaleda o Cerro Libertad.

Y ahora la Junta de Andalucía anuncia que venderá terrenos públicos para sufragar el gasto de la modificación al impuesto de sucesiones que beneficia a gran capital únicamente. Terrenos que seguramente solo podrán permitirse los grandes terratenientes, que se venderán a la baja, y contribuirán a una nueva y mayor injusticia en el reparto de la riqueza.

Sumario

¿Qué sería de España sin la despensa que supone Andalucía para todo el territorio nacional? ¿Cómo afrontar el riesgo del aumento del consumo, de una población creciente? ¿Qué futuro espera a nuestra alimentación, a nuestra economía, a nuestra manera de vivir, mientras sigamos destruyendo los hábitats, envenenando los campos, los mares, los ríos? ¿Acabará habiendo una revuelta social cuando ni los inmigrantes tengan lo suficiente para subsistir, o cuando digan basta ante abusos como los de las temporeras de Huelva?

La agricultura, nuestra misma base de vida, se basa en la continua explotación del medio, de otros seres humanos, y aún así estamos contaminando nuestra misma comida. Parece que la tendencia es ir a más: más desforestación, menor calidad en los productos, mayor toxicidad y menores derechos para los trabajadores. Así lleva mucho tiempo haciéndose, y así seguirá con el nuevo gobierno andaluz porque así se sostiene la economía. Pero no Andalucía, que se envenena cada día más, y con ella sus productos y la salud de sus consumidores por todo el país.