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La industria de la moda y la explotación de las mujeres

En la distribución sexual del trabajo las mujeres son consideradas mano de obra secundaria, sin mucho valor. En esta distribución económica su rol de ama de casas y el desarrollo del cuidado del trabajador y sus hijos, viene siendo en primer lugar un trabajo no reconocido, y en segundo no remunerado, el sistema necesita de los cuidados para poder reproducirse.

Esto marca la característica de una economía capitalista patriarcal. Por ende, el desarrollo de la mujer en el ámbito laboral no ha sido un derecho concedido, sino peleado por nuestras ancestras. Sin embargo, hoy en día el techo de cristal refleja la desigualdad que existe en las oportunidades laborales.

Las mujeres, en primer lugar, son las que poseen sueldos más bajos. En segundo lugar, esta desigualdad marca la pauta y arroja a la mujer a un trabajo más precarizado, tomando cada vez más la pobreza un rostro de mujer.

Las maquilas o zonas francas, son aquellas empresas que responden a las multinacionales de la industria textil, y las llevan al “tercer mundo” donde la mano de obra es barata y las condiciones precarias construyen el mejor escenario para el robo de la plusvalía, en este caso, de la mayoría de las mujeres.

La industria textil se conforma en su mayoría de mujeres. Pero resulta curioso que sea el lugar donde el trabajo de la mujer es trabajo desechable. En este sentido, nada ha cambiado mucho desde el 25 de marzo de 1911 en la quema por la que murieron 140 mujeres en la fábrica de Camisas en New York, por protestar en contra de la explotación laboral y en rechazo a unas condiciones de trabajo insalubre.

Este mercado laboral que está constituido en un 80% por mujeres es el más precario. Caracterizándolo, se podría afirmar que en un primer momento este tipo de trabajo se desarrolla en países denominados “tercermundistas”.

Es asumido por mujeres que se ven sujetas a aceptar este tipo empleos por no gozar de una igualdad laboral, influyendo también el analfabetismo y la ausencia de mejores oportunidades. Agregado a esto, a los hombres se les da mejores puestos con mejor remuneración.

Dichas ocupaciones suelen ser de administración, supervisión o funciones técnicas. Estos puestos son ejercidos por hombres preferiblemente. Esta diferenciación tiene en su raíz la discriminación hacia las mujeres embarazadas o aquellas que puedan salir en estado.

Los salarios en las Zonas Francas de Centroamérica no alcanzan para poder cubrir las necesidades básicas, en algunos casos las mujeres perciben salarios por debajo de lo establecido legalmente, lo que hace que el margen de ganancia sea mayor para el empleador.

Un ejemplo sería el caso de las camisas de la Liga Nacional de Fútbol Americano, vendidas a 25 dólares, mientras que las empleadas que las confeccionaban percibían 8 centavos de dólar por cada una.

Otro abuso a los derechos humanos se presenta en el horario laboral, pues las jornadas pueden extenderse hasta un día entero, para cumplir con los pedidos que las fábricas hacen de un día para otro. En este contexto las horas extras no son remuneradas.

Factores como el “Fast Fashion” influyen en la alta demanda de estos productos. En Occidente se percibe una mayor demanda a la cual las maquilas deben responder, pues se busca acelerar la cadena de producción y acortar los tiempos de entrega. Para poder realizar este trabajo se utilizan estrategias de ahorro de tiempo, tales como:

  • No se levantan de sus puestos de trabajo.
  • Llegan más temprano para adelantar trabajo.
  • No se comunican con ninguna compañera o compañero.
  • Reducen el tiempo dedicado al almuerzo.
  • Muchas optan por no tomar agua para no ir al baño.

Aunado a esto, se une el deterioro de la infraestructura y la poca adecuación para que sea un lugar de trabajo con condiciones óptimas, lo que trae como consecuencias enfermedades respiratorias además de padecimiento como estrés laboral, agotamiento físico extremo, depresión, ansiedad entre otras. Está explotación laboral se extiende hasta los fines de semanas y días feriados.

Al terminar de trabajar, tienen que cumplir otra jornada agotadora en el hogar, pues se presenta el problema de la doble jornada, que aunque agotadora resulta necesaria, pues muchas son madres criando a sus hijos de manera solitaria o, en el caso de tener una pareja, velar por el cuidado de este también.

Algunas empresas optan por hacer talleres clandestinos, escapados de las leyes, u obligan a que las mujeres trabajen desde sus casas con la finalidad de no hacerlas partícipes de un sueldo más elevado.

Por otro lado, crear sindicatos que permitan una reivindicación de los derechos mediante una lucha constante es muy complicado, pues existen organizaciones sindicales cooptadas por las empresas.

Los empleadores en nombre de los trabajadores firman contratos que terminan beneficiando al mismo patrón. Al intentar las mujeres una organización independiente son despedidas y registradas en una lista negra extensiva a todas las fábricas textiles, lo cual no permitirá que sean contratadas en el futuro.

El acoso sexual y la discriminación por embarazo es lo que hace de este trabajo aún más denigrante para la mujer, pues llega a interferirse en su vida sexual para saber si se está embarazada, en tal caso son despedidas. La moda está construida sobre la opresión de la mujer, y a pesar de representar en el 2018 el 2% del PIB mundial, estas ganancias no llegan a los niveles básicos para garantizar una vida digna.

Un informe realizado por Global Labor Justice reveló que las mujeres han sido expuestas a situaciones de extrema vulnerabilidad frente a sus compañeros hombres y superiores en el trabajo, sabiendo de sus necesidades económicas ofrecen mejorar el sueldo o menos horas laborales a cambio de favores sexuales.

La precariedad apremia al capital que necesita abaratar costos, y esto lo consigue en los países del sur, la pobreza y necesidad lleva a que por lo menos las mujeres en Etiopía trabajen en la fábrica textil por solo 26 dólares mensuales, las mismas que cosen la ropa para la marca Calvin Klein.

Dicha marca comercial sólo en el 2019 obtuvo una ganancia de 9.4 mil millones de dólares, sin contar que esta es propiedad de PVH corporativo, dueña de Tomy Hilfiger y Heritage Baranda, que juntas hicieron una fortuna de 21.9 mil millones de dólares.

Tarrant México era una de las propiedades de Kamel Nacif, un empresario textilero, con amplió repertorio en violación de derechos humanos, de la que resalta el ser parte de una red de empresarios y políticos pederastas.

Si bien es cierto que aparentemente el 28 de junio del presente año las marcas se vieran inclusivas y amigas de los movimientos sociales, la realidad en Centroamérica, China, Camboya, Etiopía, México muestra que solo existe explotación.

Aunque existan campañas de consumo consiente no ha sido suficiente, pues el sistema sigue generando pobreza, lo que conlleva en muchos casos aceptar trabajos en situaciones denigrantes para poder sobrevivir en un contexto capitalista como también patriarcal, donde la mujer es víctima de violencia.

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