Tras fracasar en la OEA, EEUU evalúa la invasión militar en Venezuela
El año 2.008 supuso un durísimo varapalo a la Doctrina Monroe que Estados Unidos usa como guía en sus relaciones con América Latina. Esta doctrina establece que el continente americano debe ser para los americanos, entendiendo esto último como los ciudadanos de Estados Unidos. La aplicación de este pensamiento ha llevado a los países latinoamericanos a tener una relación desigual con EEUU, que los ve como lugares para enriquecerse.
Los gobiernos turnistas estadounidenses ejercían su poder mediante Tratados de Libre Comercio que sumían en la miseria los sectores primarios y secundarios de las economías de los países que los firmaban, al ser sus pequeñas economías incapaces de competir con la de EEUU. El país del norte controlaba la geopolítica en la Organización de Estados Americanos (OEA).
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Sin embargo en 2.004 EEUU sufrió una inesperada y dura derrota cuando Hugo Chávez (presidente de Venezuela), Néstor Kirchner (Argentina) y Lula da Silva (Brasil), enterraron el que iba a ser el mayor TLC de la historia del continente, ya que se iba a firmar con todos los países de América Latina y el Caribe.
No fue la última, en los siguientes años la correlación de fuerzas en Sudamérica era favorable a los bolivarianos, en el Caribe la izquierda dominaba y en Centroamérica se igualaron las fuerzas. Una tendencia que no tenía visos de cambiar. Con la izquierda dominando el continente, la OEA se abandonó como foro continental.
El ala más revolucionaria del movimiento lideró la creación de un nuevo foro con todos los países del continente excepto EEUU y Canadá. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Las consecuencias fueron un mayor fortalecimiento de los estados latinoamericanos, que comenzaron a nacionalizar sus recursos y a gestionar desde lo público los servicios del estado. Las empresas privadas norteamericanas vieron afectados sus privilegios, por ejemplo en Ecuador pasaron de llevarse el 50% de las ganancias al 1%.
En la CELAC y otros foros que nacieron en esos momentos como la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), se firmaron convenios militares que obligaban a los gobiernos a rechazar golpes de estado, una maniobra de la izquierda para impedir lo que finalmente sucedió en 2.009.
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Estados Unidos, bajo el liderazgo de Barack Obama, y las oligarquías de cada país decidieron en 2.008 que había que intervenir para terminar con el ascenso de la izquierda. En décadas pasadas, los golpes de estado se daban en los primeros años de los gobiernos progresistas para impedir que su ejemplo llegase a otros pueblos. Como en Chile en 1973. Sin embargo la Venezuela de Hugo Chávez fue el primer país en resistir y vencer un golpe de estado, por lo que su ejemplo llegó a Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Antigua y Barbuda, Dominica, Uruguay y Paraguay.
EEUU juzgó de manera acertada que Honduras era el eslabón más débil, porque el Gobierno de Manuel Zelaya venía del bipartidismo tradicional, y su giro a la izquierda era más compartido fuera de su organización que dentro, siendo su apoyo desorganizado, incapaz de responder con contundencia al ataque. El golpe triunfó, la Comunidad Internacional reconoció a los golpistas después de una farsa electoral que no llegó al 30% de participación. Rafael Correa y Hugo Chávez, presidentes en ese momento, avisaron que Honduras era una prueba, y que si el golpe triunfaba, vendrían más.
Así fue. Paraguay y Brasil fueron los siguientes. Argentina sufrió una durísima manipulación mediática y Ecuador ha visto cómo su presidente Lenín Moreno giró 180 grados a la derecha nada más pisar el despacho presidencial. La correlación de fuerzas ha regresado al estado en el que permanecía antes de la victoria de Hugo Chávez en 1.998. EEUU vuelve a controlar las economías de América Latina con TLC, y la OEA vuelve a ser el foro de referencia.
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Sin embargo la ofensiva antibolivariana no ha terminado. EEUU considera a Venezuela la cabeza de la serpiente. Con los bolivarianos en el poder, siempre existe la posibilidad de que el cuerpo vuelva a crecer. Por ello, en alianza con los gobiernos de derecha del continente, Donald Trump ha continuado con la intención de su antecesor Barack Obama de aplicar la Carta Democrática de la OEA a Venezuela, que permite una intervención militar con el objetivo de deponer al presidente de la nación a la que se le aplique la herramienta, en este caso Nicolás Maduro. Este trámite auto impuesto por los EEUU responde a la falta de apoyo de la mayoría de los países de América Latina en una intervención militar sin aval internacional.
Esta estrategia se ha puesto en peligro desde hace varios meses, cuando saltaron las alarmas por la posible victoria de López Obrador en México, quién ya avisó que su política exterior estaría guiada por la Doctrina Estrada, que rechaza el intervencionismo. Debido a ello, EEUU desató la violencia en Nicaragua hace dos meses, como chantaje al gobierno de Daniel Ortega para que cambiase su voto en la OEA debido a que para aplicar la Carta Democrática se necesita el voto favorable de 24 naciones, y por ahora solo 19 han dicho sí.
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La presión norteamericana logró que Nicaragua pasase de votar no a abstenerse. Sin embargo al haber incrementado la violencia aplicada por los grupos terroristas que EEUU financia , y no apoyar el Diálogo Nacional, el gobierno sandinista ha entendido que aunque vote sí en la OEA, el gobierno de Donald Trump buscará el fin de su gobierno tras defenestrar a Maduro. Junto a ello, la llegada al poder de la izquierda en México, y haber confirmado López Obrador que no apoyará la injerencia ni en Venezuela ni en ningún otro país, la aspiración de EEUU de lograr los 24 votos en la OEA se ha hecho trizas.
Ahora parece que Estados Unidos y la derecha latinoamericana piensan en una intervención militar en Venezuela sin el aval internacional que iban a conseguir en la OEA. Ayer se celebró en Colombia la Cumbre Concordia, en la que el presidente saliente Juan Manuel Santos, y el que liderará la nación próximamente, Iván Duque, se reunieron con el exdirector de la CIA David H. Petraeus. Los tres abogaron por mantener abierta la opción de la intervención militar en Venezuela.
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Además, el diplomático ruso Vladímir Zaemsky, actual embajador de Rusia en Venezuela, ha revelado que la posibilidad de invasión militar por parte de Estados Unidos es posible, una opción que ha sido rechazada de manera absoluta por el presidente de ruso Vladimir Putin.