La izquierda latinoamericana obtuvo una necesaria victoria en México a mitades de este año. López Obrador rompió una racha de derrotas electorales, giros inesperados a la derecha y golpes de estado que casi reducen a cenizas la experiencia bolivariana que dominó el continente a principios del presente siglo.
No es Obrador un nuevo Chávez, ni está cerca de la influencia bolivariana, pero tampoco va a participar en los golpes de estado que Estados Unidos está llevando acabo contra Venezuela y Nicaragua, y su llegada al gobierno de México garantizará un nuevo impulso a la integración latinoamericana que supone la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), lo que reducirá la influencia estadounidense en la región.
Una victoria de la izquierda brasileña significaría el fin de la caída de la izquierda, ya que tanto México como Brasil son dos de los países económica y diplomáticamente más importantes de América Latina. La disolución del Grupo de Lima y la oposición a Luis Almagro en la OEA supondrían un durísimo golpe a las injerencias estadounidenses en los países bolivarianos.
Además el Partido del Trabajo (PT) ha efectuado un giro a la izquierda que sí la acerca a los gobiernos bolivarianos, ya que entre las propuestas dadas a conocer por el líder de los progresistas brasileños Lula da Silva, se recoge la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.
La victoria de Fernando Haddad (Partido del Trabajo) y Manuela d’Avila (Partido Comunista de Brasil) supondría el fin del neoliberalismo por parte de unos líderes nuevos que no han sido atacados por la prensa mundial como Nicolás Maduro, Rafael Correa, Daniel Ortega y Evo Morales, por lo que su acción gubernamental en favor de los sectores empobrecidos podría verse sin las sombras de la manipulación. Una posibilidad que podría aupar a otros líderes de izquierdas en otros países del continente, como pasó con la victoria de Hugo Chávez en 1998.
Si la alianza entre petistas y comunistas logra pasar a segunda vuelta y vencer a Jair Bolsonaro, también demostraría que es posible vencer los golpes de estado con una buena estrategia, superando incluso los límites antidemocráticos fijados por las reglas con las que los golpistas organizan elecciones tras haber destruido la democracia.
El próximo domingo, Brasil podría ser la pieza clave en el regreso de la izquierda a América Latina, en cuanto se confirme que la estrategia de Lula, representada por Fernando Haddad y Manuela d’Avila, sirve para que éstos pasen a segunda vuelta, mostrando a sus conciudadanos que la diferencia de votos con respecto al fascista Bolsonaro se puede recortar en unas semanas más de campaña electoral.
Las encuestas publicadas por los medios de comunicación, la mayoría en manos de los golpistas, cocinan la intención directa de voto de manera interesada en favor de Jair Bolsonaro, después de la explosiva subida de los candidatos de la izquierda y el estancamiento del representante de la derecha, quién también vio su imagen muy afectada tras la masiva protesta de las mujeres en su contra.