Calma. Sé que Gustavo Petro no ha vencido en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia. Y aún así considero que ha ganado. El futuro de Colombia es suyo. El líder de Colombia Humana ha doblado en tres semanas los votos obtenidos en la primera vuelta, con una manipulación mediática de alta intensidad en su contra, sin oportunidad de medirse contra Iván Duque en un debate presidencial, y sin el apoyo de los excandidatos presidenciales que lucharon por el mismo espacio de voto contra él en la primera vuelta. Lo conseguido no es poco.
La mayor victoria reside en que desde hace unas horas, la Colombia Humana de Gustavo Petro es la oposición. El bipartidismo colombiano ya no tiene pata izquierda. Por primera vez desde 1.991, el Partido Liberal (PL) no es la alternativa a la derecha neogranadina. La victoria de Gustavo Petro ha comenzado a romper a los partidos de izquierda -más o menos moderados- cuyas direcciones y excandidatos presidenciales no apostaron por él de cara a la segunda vuelta.
Ya había habido avisos. Muchas bases del PL, de la Alianza Verde (AV) y del Polo Democrático Alternativo (PDA) se habían desmarcado de las órdenes de las direcciones de sus movimientos, para apoyar a Gustavo Petro en vez de a los candidatos de sus organizaciones políticas en la primera vuelta.
Solo el PDA varió su postura en la segunda vuelta para apoyar a Gustavo Petro. La AV y el PL siguieron a sus excandidatos presidenciales, decidiendo no apoyar a Gustavo Petro, momento en que todavía una mayor parte de sus bases, y ya bastantes cuadros medios e incluso líderes mediáticos de esos dos partidos, rompieron con la decisión de los altos dirigentes y pasaron a apoyar públicamente a Gustavo Petro.
El candidato de Colombia Humana ha sido inteligente. No ha tratado a sus nuevos apoyos como a simpatizantes de segunda categoría, sino como a los suyos. Por ejemplo días antes de la jornada electoral, dio a conocer la configuración de su gabinete si ganaba, en el que estaban representados los líderes de las bases de todos los partidos del campo de la izquierda, lo apoyasen oficialmente o no. Una hábil estrategia que lo señala a él como un generoso garante de la unidad a la vez que deja en mal lugar a quienes rechazaron apoyarlo, independientemente de si aceptasen o no la oferta.
Gustavo Petro ha logrado un capital de ocho millones de votantes. Se ha situado como la principal alternativa al nuevo gobierno del ultraderechista Iván Duque, y ha roto los partidos progresistas que no lo apoyaron, alumbrando la posibilidad de fortalecer su movimiento Colombia Humana con militantes, cuadros medios formados y líderes de las alas más progresistas de la Alianza Verde y el Partido Liberal.
El de Colombia Humana ya ha marcado la línea a seguir: un pie en las instituciones y otro en las plazas públicas. Desde su curul de senador va a luchar para impedir que Duque acabe con la paz firmada con las FARC, para evitar que los jóvenes del país vayan a la guerra en lugar de a las escuelas, por la sanidad y educación públicas, de calidad y gratuitas, y contra la corrupción. Pero sin olvidarse de la lucha en la calle.
Gustavo Petro lo ha dejado claro con el muy chavista “por ahora“.