Todos conocemos lo que es el “Black Friday”, ese día en el que todo está a mitad de precio, un momento en el que tenemos la sensación de estar ahorrándonos una pasta. En realidad no ocurre nada de eso, sino que más bien gastamos mucho dinero en cosas que en verdad no necesitamos sólo por la sensación de que está muy barato. Pero es solo eso, una sensación, no es real.
Hay muchas personas que se han dedicado a seguir la evolución de los precios semanas antes del negro día. Y sí, se ha comprobado que efectivamente las empresas suben de manera descarada y continua los precios, para que cuando llegue el gran día puedan rebajarlo al 40%, pero en realidad el descuento, si lo hay, es mucho menor.
La sensación que nos provoca el Black Friday es de ahorro total, cuando paradójicamente estamos gastando más que en cualquier otro día del año, incluyendo los días previos a la navidad. Los consumidores parecen hipnotizados y poseídos por compras compulsivas de bienes y servicios totalmente prescindibles, fomentando sin querer (o no) la explotación laboral de personas que trabajan mucho más para hacer posibles esas ventas.
Tanto las tiendas físicas como las online necesitan personal, trabajadores que en estos días hacen muchas horas extra sin ser pagadas, o en el peor de los casos, con contratos basura que duran horas o días. Pero no solo las dependientas se ven perjudicadas este día, sino también los pequeños comercios, que no pueden luchar contra los precios de las grandes empresas, entre otras cuestiones debidas a la economías de escala.
Este año el Black Friday ya no es solo un día, sino todo el fin de semana, incluyendo el domingo, que muy pocos asalariados cobrarán como festivo. Como siempre las grandes empresas salen ganado, y lo peor de todo es que es el consumidor quién tiene la sensación de haber triunfado en sus compras.