La momia de Su Excremencia
Solo faltaría que a estas alturas tuviésemos que soportar diariamente un desfile faccioso en pleno centro de la capital que tan heroicamente resistió durante tres largos años su criminal asedio.
Fue la primera ocasión en la historia reciente, junto con Guernica y algunos pueblos del Maestrazgo, en que un ejército, de una manera absolutamente criminal bombardeó indiscriminadamente y sin piedad una población civil, sin seleccionar objetivos militares, y sin mostrar respeto alguno por algún tipo de valores (si es que algún ejercito los tiene).
Y ahora la burla, para más I.N.R.I. (nunca mejor dicho), dentro de una iglesia.
A escasos metros del lugar donde, en tantas ocasiones, ante el aplauso fervoroso de los miles de paletos que habían traído de los más lejanos pueblos en autocar con un par de bocadillos, el odiado dictador se sentía estúpidamente refrendado.
Y, ante la indignación, que no sé como calificarlo, me produce este esperpento, se me ocurren dos soluciones, que someto al más elevado criterio del sagaz lector que espero comparta mi cabreo:
– Si el bochornoso traslado finalmente se llevase a efecto, propongo desde ahora iniciar una campaña promoviendo el sembrado masivo y diario de nuestras deposiciones en la acera de la cripta de la Almudena, con el fin de que al menos los abyectos peregrinos entren adecuadamente impregnados en el lugar de su devoción. Esta solución tiene el inconveniente de que los menos avisados se verán obligados a pagar la correspondiente multa por arrojar desperdicios y/o ensuciar la vía pública. Podría llamarse la campaña, por ejemplo: kkparafranco.com.
– Esta segunda opción ya no depende de nosotros; pero de tener éxito impediría las molestias (y los esfuerzos, para no faltar a la importante cita diaria con tan relevante personaje), que a buen seguro a todos ocasionaría la primera; propongo a D. Pedro Sánchez lo siguiente (que me extraña que no se le haya ocurrido a ninguno de sus colaboradores, que por cierto-pero ese será otro tema- no sé de dónde ha sacado a algunos):
- Convoque usted en La Moncloa discretamente a la persona que la familia designe para representar sus intereses.
- Transmítale la voluntad del gobierno de la nación de que se hagan cargo de los restos del dictador, con la ineludible condición de que los mismos sean trasladados a una población que no tenga categoría de ciudad.
- Adviértale de que si en el plazo de una semana no tiene su aquiescencia, se verá obligado a dar las instrucciones oportunas para que se investigue en profundidad el inexplicable origen de la fortuna que cada uno de ellos ostenta.
Y queridos amigos, asunto terminado (pido perdón por lo escatológico del texto).
Delenda est Moscardó.