Durante los años 80 nació en Estados Unidos (EEUU) una corriente ideológica basada en el totalitarismo, la exclusión y el supremacismo, que se autoproclamaba “Feminismo Radical Trans Escluyente” (TERF por sus siglas en inglés). Voces relevantes de dicha corriente de pensamiento, son Janice Raymond, que recopila su pensamiento de odio hacia las mujeres trans en su “biblia del odio”, llamada “El impero transexual“.
La construcción del “maricón con tetas” junto con otras lindezas con las que Raymond propone “solucionar” el “problema” del “transexualismo” limitando las leyes para ir evitando que las personas trans tengan acceso a tratamientos médicos y derechos sociales y civiles.
La “madre” del movimiento TERF pasó de lateoría paso a la práctica, y en 1980 elaboró un documento para la “División de Evaluación Médica y Científica” estadounidense, que sirvió de justificación moral al gobierno conservador de Ronald Reagan, para suspender los tratamientos médicos a personas trans encarceladas o indigentes. Estas mediadas tuvieron un alcance, según activistas trans, que supuso un alto coste e impacto sobre las vidas de miles de personas trans de las clases más vulnerables.
Esta ideología del odio hace su aparición en España desde el seno de mujeres que se organizan en “supuestos movimientos feministas”, queriendo con ello validar sus mensajes de odio hacia las mujeres trans, que son su diana, por lo que disparan contra ellas sin pudor todos los ataques y violencia que solo desde el patriarcado es imaginable.
Para imponer su supremacismo sobre las mujeres trans, hacen una obsesiva alusión a la genitalidad, cayendo en un sexismo que reduce a la mujer a lo que hay entre sus piernas, que es lo que los hombres han venido haciendo durante siglos. El feminismo es una filosofía que se ha caracterizado entre otras cosas por luchar contra el “biologicismo” reduccionista que los discursos del patriarcado ejercían sobre las mujeres.
Es hipócrita e incoherente que algunas mujeres utilicen ese arma de opresión contra otras mujeres, como las trans, que solo ponen de manifiesto la diversidad de las mujeres cis y trans. Una de las grandes aportaciones que desde el transfeminismo se hace a la lucha contra el patriarcado es la decosificación de las mujeres, es liberar a todas las mujeres de uno de los pilares donde se ha sustentado la opresión sexista y patriarcal.
Hacer un uso maniqueo de la biología para seguir perpetuando la división sexista de los roles en función de la genitalidad, es torpe, carente de rigor y contrario al concepto de sexo. Las personas trans, del mismo modo que las intersex, hemos dejado claro que la asignación de un sexo/género en función de la genitalidad es un craso error, que no se da en el resto de la población por pura casuística. Ya que las personas trans somos el 0,2 al 0,3% de la población.
Las identidades trans no son un fenómeno contemporáneo, acompañamos a la humanidad desde sus orígenes, estamos presentes en distintas culturas y situaciones geográficas dispares. Por lo que se puede afirmar con rotundidad que las identidades trans son parte de la diversidad humana, y por tanto una mirada limpia de ideología de totalitarismo de género que solo nos ancla en el patriarcado, vería que esa es la biología.
La esperanza de vida de las mujeres trans en Europa es de 50 años, en Latinoamérica de 35. Cada 48 horas, una mujer trans es asesinada, estos transfemicidios tienen además un componente racista y de clase. Son mujeres negras y pobres.
Tenemos que cerrar filas todas las mujeres, organizaciones civiles, políticas y sindicales para poner un alto al odio y a la violencia que se ejerce contra la población trans y en especial contra las mujeres trans. No perdamos el norte; la interseccionalidad, la transversalidad, la sororidad, la igualdad no pueden dar cabida a la transmisoginía.
Por ello, hemos de ir hacia un pacto social y político para frenar el odio y el totalitarismo de género, venga de donde venga, con las organizaciones civiles, políticas y sindicales.
Mar Cambrollé es presidenta de la Federación Plataforma Trans.