Luego de la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, los ecuatorianos estamos presenciando cómo en nuestro país, el gobierno de turno ─supuestamente de izquierda─ escala a pasos agigantados hacía una posición evidentemente fascista. Decir que el régimen de Lenín Moreno es de izquierda es un dislate. El morenismosocialcristiano no es más que esa transición de una derecha vendetta y camuflada a una derecha radical. ¿Se viene acaso el fascismo?
El fascismo tiene algunas caras: Es totalitario. No tolera lo diferente ni lo disidente, en ese sentido cualquier discurso que escape al relato oficial es censurado. Ya es de conocimiento el blindaje mediático que la prensa mercantil tiene con el gobierno de Moreno. Tanto los medios públicos como privados sintonizan con el oficialismo silenciando los escándalos de corrupción, los errores y horrores; manipulando y blanqueando a su antojo las decisiones del gobierno ante la opinión pública.
Además, para rayar en el hartazgo y el cinismo, hablan de “aires de libertad” mientras a Tv Satelital ─medio de corte opositor al gobierno─ fue suspendida el pasado noviembre, y en estos últimos días se ha sacado de la parrilla de canales de CNT a Telesur, medio cuya línea de pensamiento se opone a la actual derecha enquistada en el poder.
Criticaron a Correa por atentar contra la libertad de expresión mientras desde sus cloacas desinformaban, manipulaban, linchaban y mentían. Hoy con todos los medios a su favor se empiezan a censurar las pocas voces que quedan. A esto hay que añadirle las veces que el CNE no ha permitido la inscripción del partido correísta. Y según ellos vinieron a recuperar la democracia y la libertad; ¡claro!, su visión nefasta de democracia y libertad.
El fascismo segrega, ubica un valor a los sujetos de acuerdo a la clase, la raza, la casta, la religión, el dinero; ergo, en estas condiciones quien no esté bajo esos criterios es descalificado y separado. Lo superior en la política ecuatoriana se inclina hacia la moral y la clase social. Quienes nos gobiernan ostentan una superioridad moral nunca antes vista. Los corruptos, según ellos, están del lado del correísmo, como si antes del correísmo no hubiera existido la corrupción.
Se olvidan de la sucretización (corrupción de políticos y empresarios), del Feriado Bancario (corrupción de políticos y banqueros), del reparto de cargos públicos y de la justicia, se olvidan de las leyes hechas a media noche perjudicando a los ciudadanos. ¿Y quiénes gobernaban? Pues la derecha. Esa misma derecha que ahora se encaramado en el poder y que se cree todapoderosa y cuyos adalides son “los de buen nombre”, como vocifera el transitorio Julio César Trujillo, sumo sacerdote más poderoso que la constitución, a la que ha violado una y otra vez bajo so pretexto de descorreizar.
Ellos son los que se consideran de “primera categoría”, según el fanático de la tauromaquia, Juan Sebastián Roldán. Ellos son “la gente de bien”, de acuerdo a los seguidores libertarios del banquero Lasso. Ellos son los de “buena cuna”, según la oligarquía guayaquileña y socialcristiana.
Tienen la desfachatez de seguir gritando: “Correa nos dividió”. ¡No señores!, los que siempre nos han divido son los que nos han gobernado y a quienes les apasiona el subdesarrollo, los que han multiplicado la desigualdad y la pobreza, los que nos dividen son aquellos que evaden impuestos y tienen cuentas offshore en paraísos fiscales, los que nos dividen son quienes cortan el presupuesto para educación y salud, aquellos que gobiernan para las élites y no para las mayorías, los que nos dividen son quienes creen que la gente de “buena cuna” está capacitada para gobernar y que quienes no lo sean son los “corruptos”, “mafiosos”, “vagos”, “borregos”, “resentidos sociales”. Los que nos dividen gobiernan hoy en Carondelet y destilan vilmente superioridad moral creyendo estar por encima del bien y del mal sin percatarse que el poder ─apreciado “tesoro”─, sí, el poder, es efímero y la historia imborrable e implacable.
Por último, el fascismo anula, desaparece lo disidente cuando este entorpece sus protervos intereses, emplea la violencia (represión) contra quien no se apegue a su ideología. Emplea la otrización, los sujetos son reducidos a objetos y como tal no gozan de los derechos, bienestar, justicia y dignidad que aquellos que pertenecen al grupúsculo de élite.
Ejemplos de esto hay muchos: el caso Jorge Glas, el caso de los periodistas presos, la persecución contra Correa, el caso del joven asesinado por un policía en Mascarilla, la ineficiencia y desidia ante los compatriotas asesinados por alias “Guacho”, los asambleístas perseguidos por la contraloría, el suceso de agresión hacia los empleados de Gama Tv, quienes reclamaban por sueldos impagos, y solo recibieron agresiones, gases y ataques de perros. Y es que Carondelet, donde antes se aglutinaba la gente para presenciar el cambio de guardia, ahora es un lugar rodeado y cercado de policías ante la gente que protesta insatisfecha con el gobierno de Moreno.
Paulatinamente el inquilino de Carondelet está haciendo de su gobierno la antesala del regreso a la época en la que la derecha destrozó nuestra economía, nuestra democracia y nuestra sociedad, en la que se desaparecía gente y se perseguía opositores cual imperialista cazador de comunistas, esa época en la cual el pueblo ─el verdadero mandante─ quedaba confinado al lugar de lo inexistente; no obstante, no todo está perdido, quizá es hora de también colocarnos el chaleco amarillo y ─por la vía pacífica─ luchar por un Ecuador justo, democrático y para las mayorías.