Ecuador: El pedestal de los mercenarios
La procacidad con que los periodistas “libres e independientes” de Ecuador hacen de su quehacer profesional ya no sorprende a nadie, más bien causa repugnancia. Y es que ya no guardan las formas, sino que denotan abiertamente su animadversión contra el “correísmo”.
Hace unos días, por ejemplo, Diego Oquendo, a propósito de las próximas elecciones seccionales, pidió desde sus micrófonos no votar por el partido de Correa. ¿Qué hace un periodista haciendo política? Pareciera que a los periodistas “independientes” se les ha olvidado que su labor es la de informar y no de hacer politiquería, además de que sus palabras van en contra del código de la democracia que en su artículo 203 dice que “…Los medios de comunicación social se abstendrán de hacer promoción directa o indirecta, ya sea a través de reportajes, especiales o cualquier otra forma de mensaje, que tienda a incidir a favor o en contra de determinado candidato, postulado, opciones, preferencias electorales o tesis política”.
La palabra de Oquendo, no es opinión, es pura politiquería. La prensa mercenaria sabe de su poder discursivo. Y que los discursos construyen sujetos, generan sentido y sinsentido, configuran mapas en el imaginario colectivo, elaboran un pensamiento unívoco y mágico, y desde sus agentes discursivos edifican verdades absolutas e impolutas. Ahí está Oquendo, que desde su pedestal pone en jaque la supuesta independencia de la prensa procurando que sus oyentes se apeguen a su preferencia electorera.
Decía Malcom X que los medios “tienen el poder de hacer culpable al inocente, e inocente al culpable”. En redes sociales, pseudoperiodistas como Janeth Hinostroza, se encargó de calumniar, despreciar e insultar a uno de los exfuncionarios en el Caso Secom, Marco Antonio Bravo, aduciendo que ellos habían destruido “muchas honras y destrozaron familias en 10 años de odio, confrontación y persecución”. El tono vengativo de sus palabras pone sobre el tapete su frontal odio hacia Correa y sus seguidores.
Y no solo eso, destapa su (in)capacidad de juicio e injuria, por supuesto, con más saña de la que ya estaban acostumbrados en época de Correa. Desde su pedestal, ellos ─los mercenarios de tinta─ determinan quién es culpable o no. Ya es sabido que los exfuncionarios de Secom salieron libres, pero eso no importa, porque mis periodistas libres e independientes ya juzgaron desde sus redes sociales haciendo uso de lo que tanto aman: la libertad de expresión.
¡Bastaba más! Para Tania Tinoco y Emilio Palacio, el señor Galo Lara, sentenciado por asesinato, es un perseguido político del correísmo. Y lo defendieron a capa y espada luego de que el CNE le impidiera ser candidato a la prefectura de Los Ríos, puesto que sus derechos ciudadanos están suspendidos en virtud de su sentencia.
Algo parecido sucedió en el caso Diezmos. Tania Tinoco, Hinoztroza y Boscán dejan ver sus preferencias políticas, cuando bajo sus opiniones, escudaron en redes sociales a la asambleísta de Creo, Ana Galarza, refiriendo que a diferencia de la asambleísta Norma Vallejo y la exvicepresidenta María Alejandra Viculña, ella sí “dio la cara”. ¿Qué es dar la cara para estos señores? La doble moral de la prensa también es corrupción. Encaramados en sus pedestales se creen jueces, fiscales, y supremos dueños de la verdad; sin embargo no son más que recaderos del banquero y del burgomaestre de Guayaquil.
¡Y cómo no Carlos Vera! Vociferando sobre el tema en boga: corrupción y justicia. ¡Ah! Pero cuando en la era de la partidocracia, sus amigos socialcristianos estaban metidos hasta las narices en la justicia jamás dijo nada. ¿Periodismo objetivo? Lo que de verdad deberíamos cuestionarnos como sociedad es si es democrático que la información que a diario recibimos sea tan sesgada, parcializada y dirigida por empresas con fines de lucro, a quienes no les importa el bienestar ciudadano.
Hace pocos días, Carla Maldonado ─otra de fijación compulsiva y enferma hacia Correa─, alta funcionaria de El Telégrafo, tuiteó “¡No más Correa, no más década perdida, no más autoritarismo, corrupción ni persecución. No más mentiras, los ciudadanos no olvidamos!” Es increíble el nivel tan paupérrimo de periodistas que ahora dirigen los medios públicos, que por obviedad, están puestos ahí por el innombrable inquilino de Carondelet con el fin de que, aupados por su beneplácito, sean portavoces y encubridores de sus mentiras y falsedades. “Nos mean y la prensa dice que llueve” menciona Eduardo Galeano.
María Sol Borja ─periodista del diario digital GK de Guayaquil─ en una entrevista que le hiciera a Gabriela Rivadeneira, sostiene que un periodista “cuestiona al poder”. Andrés López, otro que no esconde su antipatía al Correísmo, refiere también que el rol del periodista es “la misión eterna y riesgosa de incomodar al poder”.
¿Quién los ha subido al pedestal de contrapoder? ¿Quién dijo que el rol del periodista es cuestionar al poder?…Y si fuera cierto que son el agente antagónico del poder, ¿alguna vez cuestionaron por ejemplo, al alcalde Guayaquil y su modelo exitoso de desigualdad y despilfarro? ¿Le reclamaron la “inversión” en la rueda moscovita o el gasto en el monumento de las manos entrelazadas cuyo costo fue SD 720.000? ¿Han dicho algo, por lo menos algo acerca del caos en que convirtió Mauricio Rodas a Quito? No… y no lo dirán porque no son ni libres ni tampoco independientes.
¿Acaso no son ellos mismos, los que en su engreimiento y narcisismo, se han colocado en ese pedestal donde pretenden estar por encima del bien y del mal?… Pero y si eso del cuarto poder en realidad fuera cierto… ¿Cuál es el contrapoder de la prensa mercenaria? La ley de comunicación pretendía ese fin, no obstante, la endogamia medios-gobierno ha bloqueado su práctica, dejando otra evidencia más de lo mercenaria que puede ser la prensa de este país.