El País vuelve a blanquear la dictadura de Honduras
Presentamos una nueva sección llamada Desarticulando la Información. En ella cogemos noticias de medios de comunicación en las que exista falsificación de los datos, ocultación de la verdad o cualquier otra circunstancia que no se ajuste a la ética periodística, y la desarticularemos para mostrar la manipulación a la que los medios de comunicación de masas someten a la información.
La historia de Honduras recuerda todavía con tristeza el golpe de estado a Manuel Zelaya en 2009. El proceso político que él lideró fue una de esas situaciones que suceden en la ficción pero nunca -o casi- en la realidad. Zelaya ganó en 2006 las elecciones liderando la candidatura del Partido Liberal (PL), la pata izquierda del bipartidismo hondureño que había asentado el neoliberalismo en el país junto con el Partido Nacional (PN).
Zelaya llevaba el típico discurso progresista que usan las formaciones políticas que deben captar el voto de la izquierda para mantener el bipartidismo neoliberal intacto. Sin embargo, el político hondureño quiso equivocarse y convirtió en hechos las promesas electorales que solo tenían que servir para engañar a los electores e impedir que su voto fuera a parar a partidos realmente de izquierdas.
Fue cuando Manuel Zelaya (llamado Mel tanto por sus seguidores como por sus detractores) se dio cuenta de que no podía cumplir sus promesas por la oposición de bancos y grandes empresarios al más mínimo cambio, como bajar las tasas de interés para préstamos hipotecarios o aceptar subsidios para abaratar el precio de la gasolina. En ese momento Mel Zelaya comenzó a girar a la izquierda. Decidió que iba a poner una cuarta urna en las próximas elecciones generales de Honduras que debían celebrarse en 2010 para que el pueblo votase y decidiera sobre si era necesario redactar una nueva Constitución que cambiase las reglas sociales y económicas.
La oligarquía hondureña, que no estaba dispuesta a aceptar nacionalizaciones, ni referéndum revocatorio, ni la titularidad pública de los recursos naturales, ni hacer de la salud y la educación derechos universales, dio un golpe de estado bajo el argumento de que Mel quería perpetuarse en el poder. Cosa difícil debido a que Zelaya no iba a ser el candidato de su partido para las siguientes elecciones.
Tras unos meses de represión cruenta y brutal, la Comunidad Internacional reconoció a la dictadura en la figura de Pepe Lobo, quien había ganado unas elecciones organizadas por los golpistas. De hecho era uno de los golpistas. Unas elecciones a las que no pudo presentarse la oposición, en la que hubo represión y un 70% de abstención.
El País evitó en todo momento llamar al golpe de Roberto Micheletti Bain dictadura. Blanqueó la represión y dio por buenos los argumentos golpistas. Después de todo el Grupo Prisa tuvo vínculos con los golpistas; el dinero de la dictadura podría haber comprado la línea editorial del periódico.
A día de hoy, la continuación de la dictadura ha robado las elecciones generales que tuvieron lugar a finales de noviembre de 2017. Sin embargo El País informa sobre la actual situación como si la Alianza de Oposición contra la Dictadura (La Alianza, izquierda) tuviera mal perder, su poder de convocatoria fuera marginal y en vez de fraude, Juan Orlando Hernández hubiera ganado sin cortes de luz.
Bajo el titular Graves incidentes en Honduras antes de la toma de posesión de Juan Orlando Hernández, El País no relaciona -ni menciona- el fraude electoral como causa de los incidentes, ni cuestiona la toma de posesión de Juan Orlando Hernández (JOH), como si el político del PN hubiera ganado las elecciones. Ni le parecen importantes los casi 40 muertos que la represión de la dictadura hondureña se ha cobrado, o al menos no tanto como para ponerlo en el titular.
La noticia comienza así: “La tensión crece en Honduras a una semana de que el presidente Juan Orlando Hernández jure el cargo para un nuevo mandato“. “El presidente” escribe El País. Que hubiera un apagón durante el recuento que cambiase la tendencia al volver la luz, no significa nada para el periódico español. Que las actas que se contaron durante el apagón no se hayan hecho públicas tampoco. Que las actas electorales falsificadas -ni siquiera tenían la doblez que indicase su entrada en la urna- salieran a la luz no es de interés para El País. Ni por supuesto que la Constitución vigente en Honduras prohíba la reelección, que JOH vulneró al tener controlado al poder judicial.
El texto continúa de esta manera ““Se han registrado algunas tomas de carreteras a nivel nacional, pero se están despejando en forma pacífica”, confirmó un portavoz militar esta tarde. Las autoridades habían desplegado, desde este viernes, a miles de militares y policías en el país para disuadir a los manifestantes convocados por la Alianza de Oposición contra la Dictadura“. El País usa la palabra “disuadir”, que evoca al diálogo o cualquier manera no violenta de dispersar a los manifestantes. La realidad lo desmiente. Un ejemplo: ciudadano asesinado a tiros de militares.
El rotativo del Grupo PRISA sigue con su información sobre Honduras: “El portavoz de la policía dijo que un agente y un militar fueron heridos por piedras arrojadas por los manifestantes en Colón. Otro policía también fue lesionado en las protestas de Taulabé, al norte de Tegucigalpa. Siete personas fueron detenidas por la quema de neumáticos alrededor del país. Las fuerzas del orden respondieron a los manifestantes con gases lacrimógenos”.
El País remarca el carácter violento de los manifestantes, quienes responden ocasionalmente con piedras a las balas de las fuerzas del orden. Las que gustan de reprimir a los ciudadanos, ya que los policías que se oponen a la violencia contra el pueblo son despedidos del cuerpo. Tres heridos por 40 muertos. Para el medio de comunicación español la cuenta está equilibrada. Las personas que intentan paralizar el país pacíficamente para terminar con una dictadura que no les permite expresarse en las urnas no son presos políticos para El País, quizá porque no se encuentran unos miles de kilómetros más al sur.
La noticia termina así: “Las organizaciones no gubernamentales afirman que más de 30 personas han muerto desde que iniciaron los enfrentamientos poselectorales. Tanto Zelaya como Nasralla llamaron a sus simpatizantes a extender la ola de protestas hasta el próximo sábado, cuando Hernández pretende iniciar un nuevo mandato en una ceremonia austera que no contará con la presencia de dignatarios de otros países de la región“.
Es increíble lo que llega a suceder en Honduras “30 personas han muerto” dice El País. Así, sin más. La Pachamama se las debe haber llevado, porque el diario ibérico no abunda en los motivos. Quizás porque decir que fueron asesinados por la represión desencadenada por JOH no daría buena imagen de los negocios que PRISA inició con la dictadura que ahora lidera el golpista Juan Orlando Hernández.
Mención especial merece la manera en la que El País justifica la ausencia de presidentes de la región. No es porque la diplomacia de América Latina, y más concretamente de Centroamérica rechace el golpe de estado y el terrorismo de estado. Es porque JOH, muy responsablemente, entiende las penurias por las que pasa su pueblo, y no quiere gastar dinero en un mero trámite como es imponerse como presidente habiendo violado la Constitución de Honduras y habiendo perdido las elecciones.