Nicolás Maduro era uno de los principales cuadros en formación de la Revolución Bolivariana a los que el fallecimiento del presidente Hugo Chávez el 5 de marzo de 2013 les pilló políticamente desprevenidos. Los dirigentes del chavismo que empezaban a abandonar la juventud para alcanzar la madurez sabían que el proceso socialista lo conducirían ellos, pero no concibieron que lo harían tan pronto.
Entre ellos destacaba de manera sobresaliente Nicolás Maduro, un sindicalista en el que Chávez había confiado para construir el sueño de la Patria Grande, que se materializó en instituciones como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), La Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) y el PETROCARIBE. Siendo canciller de Venezuela, Maduro expandió el alcance de las relaciones diplomáticas venezolanas con países con los que anteriormente no se tenía contacto, y profundizó las ya existentes.
Su buena labor como Ministro de Exteriores le valió para que Hugo Chávez lo nombrase vicepresidente de Venezuela cuando comenzó a sufrir problemas de salud. Unos meses más tarde, el líder de la Revolución Bolivariana preveía el final de su existencia, por lo que anunció a su país que en las elecciones que se celebrarían si él encontraba su final, el candidato del chavismo debía ser Nicolás Maduro.
2013
Así, sin esperarlo, Nicolás Maduro recibió en su espalda todo el peso político de Hugo Chávez, el líder de la izquierda transformadora mundial cuyo carisma lo hacía una figura difícil de igualar. Con una oposición beligerante que ya había intentado varias veces ganar mediante golpes de estado lo que no eran capaces de conquistar en las urnas, la tarea se antojaba complicada.
Por si fuera poco, el primer desafío de Nicolás Maduro era volver a vencer en las elecciones presidenciales que Hugo Chávez ya había ganado unos meses antes. Sin el carisma de Hugo Chávez, con una gran parte de los votantes de izquierda desmovilizados a causa del reciente fallecimiento de su predecesor, y con la oposición pisándole los talones, Maduro optó por copiar el estilo de Hugo Chávez en vez de confiar en el suyo propio.
Pero al nuevo líder del chavismo ese traje no le quedaba bien. Gritaba en los discursos para igualar la fuerza de la oratoria de Hugo Chávez, pero lo que sonaba a pasión en uno, se volvía desagradable en el otro. Intentó expresarse como su padre político, cometiendo errores como el de el pajarito, descontextualizado además por la prensa mundial. Pese a no terminar de encontrar su personalidad política, Nicolás Maduro ganó por la mínima la batalla electoral contra Henrique Capriles Radonsky, alcanzado la presidencia de Venezuela.
Una de sus primeras medidas fue la creación del Gobierno de Calle. Nicolás Maduro junto con su gabinete ministerial pasó varias semanas viajando por Venezuela para mantener reuniones con los ciudadanos, y conocer de primera mano qué necesitaban para mejorar su realidad cotidiana.
Esta iniciativa permitió en un primer momento redistribuir de una mejor manera los recursos públicos del estado y además comenzó a forjar la personalidad política de Nicolás Maduro, que ya empezaba a abandonar la idea de copiar el estilo de Hugo Chávez para imprimir al gobierno la suya propia.
Maduro se presentó a las elecciones con el mismo programa con el que ganó la izquierda en 2012, por lo que su política se ha basado en la profundización del socialismo que planeó Chávez junto con miles de asambleas populares, que redactaron la propuesta programática con la que el Gran Polo Patriótico (GPP) se presentó a las elecciones.
La Misión Nevado, con el objetivo de proteger a los animales -mascotas y salvajes- y a su hábitat, fue creada por Maduro a finales del 2013, como una apuesta por el animalismo. El mismo presidente adoptó a un gato abandonado el mismo día del nacimiento de esta misión.
2014
La oposición, que valoraba a Nicolás Maduro como un líder débil que no sería capaz de reemplazar la figura de Hugo Chávez, consideró que estaban viviendo el momento más frágil de la Revolución Bolivariana, por lo que los sectores fascistas de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) pusieron en marcha una estrategia de desestabilización que terminase con su gobierno.
El plan consistía en desatar la violencia en las calles, buscando primero una movilización policial y militar por parte de Nicolás Maduro que pudieran vender al pueblo venezolano y al mundo como una represión sangrienta, para después movilizar a millones de ciudadanos que pidieran la salida del presidente del poder. Una estrategia que la MUD al completo secundó de manera total.
El 12 de febrero de 2014 la derecha venezolana puso en práctica su plan golpista. La violencia desatada en las calles, llamada guarimbas, dejaron 43 muertos -la mayoría chavistas– y 800 heridos. El gobierno de Nicolás Maduro no reaccionó de la manera que la oposición esperaba. Sacó a la policía sí, pero no para reprimir sino para controlar la violencia. Con la detención del mayor instigador de las guarimbas, Leopoldo López, la violencia de la oposición terminó sin conseguir el objetivo principal, movilizar a grandes masas de gente que pidieran la salida del presidente Maduro.
2015
La Revolución Bolivariana sufrió un durísimo golpe tras perder estrepitosamente las elecciones parlamentarias de Venezuela. La Mesa de Unidad Democrática obtuvo 7,7 millones de votos frente a los 5,6 millones del Gran Polo Patriótico. Nicolás Maduro se encontró con un freno a su acción de gobierno que imposibilitaba el desarrollo de su agenda política.
La derecha venezolana, acostumbrada a perder, no supo gestionar una victoria que tampoco vio venir. Sin proyecto de país y con una corrupción endémica arrastrada desde la IV República, tres de sus diputados llegaron a sus escaños haciendo fraude electoral. La justicia determinó que esos tres diputados debían ser revocados, pero la MUD los mantuvo en sus puestos para seguir alimentando la matriz de opinión contra el gobierno revolucionario.
En esas elecciones no pudieron cantar fraude porque ganaron, pero usaron a sus diputados corruptos que sí habían hecho fraude en sus escaños, para mostrar la supuesta persecución política del chavismo. La justicia puso en desacato a la Asamblea Nacional (AN) hasta que quienes habían ganado con trampas salieran de sus puestos. Una situación perfecta para la oposición, ya que podían vender su situación de víctimas de la dictadura sin tener que justificar con trabajo legislativo su estancia en la AN.
Una vez estando en desacato por permitir el fraude electoral de tres de sus miembros, la MUD se puso a trabajar en la Asamblea Nacional para realizar un golpe de estado contra Nicolás Maduro teniendo como ejemplo el sufrido por Fernando Lugo en Paraguay o el que un año después se haría contra Dilma Rousseff en Brasil. La falta de apoyo en las calles y en la Organización de Estados Americanos (OEA) les llevó a desestimar la opción.
2016
Tras fracasar el intento de golpe de estado desde el poder legislativo, la oposición decidió atacar la economía del país. Una idea que ya tuvo en 2003, solo que entonces atacaron el sector de los hidrocarburos y en esta ocasión el ataque era global. La estrategia consistía en dejar los productos de primera necesidad, tanto importados como producidos en Venezuela, en los almacenes. Sin vender.
De esa manera, el pueblo tendría hambre y saldría a exigir la dimisión de Nicolás Maduro. Fue entonces cuando aparecieron las imágenes de supermercados con los estantes vacíos en los medios de comunicación, que no sacaban las fotos de los almacenes de esos mismos establecimientos ni de las empresas productoras llenos con alimentos, papel higiénico y otros insumos de primera necesidad.
El Gobierno de Nicolás Maduro prestaba cantidades millonarias a empresas privadas para que importasen los productos que necesitaban los venezolanos pero éstas no lo hacían. Quizás por falta de experiencia, el presidente de Venezuela dio varias oportunidades a los grandes empresarios para que rectificasen e importasen los productos, y para que vendieran los que tuvieran en sus almacenes, ya fueran importados o producidos en el país. Se organizaron muchas reuniones para dialogar con el sector privado, que delante de Maduro se comprometían a no hacer boicot pero a sus espalda lo seguían apoyando.
Para evitar las consecuencias del boicot el mandatario venezolano ideó los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Serían el gobierno, los ciudadanos y los trabajadores quienes se encargasen de producir y repartir los productos de primera necesidad sin depender de las grandes empresas que apoyaban la nueva iniciativa golpista de la oposición.
La derecha venezolana respondió especulando con el precio de los productos mediante webs como Dolar Today. Estos sitios de internet variaban sin control el valor del bolívar, creando una moneda paralela que los empresarios y comerciantes afectos al boicot usaban para justificar aumentos desmedidos de los productos que vendían, incrementando la inflación y haciendo caer en picado el poder adquisitivo de los venezolanos, pese a las sucesivos aumentos de salario efectuados por Nicolás Maduro.
Pese a ello los CLAP consiguieron desarrollarse y alcanzar a millones de familias venezolanas que reciben cada mes comida y productos de primera necesidad a precios muy bajos.
Durante 2016 la oposición realizó otra actuación para hacerse una nueva fotografía como víctimas de la represión de Nicolás Maduro. Presentaron ante el mundo la solicitud de casi dos millones de firmas para pedir un referéndum revocatorio contra el presidente, pero los poderes judicial y electoral lo impidieron.
La MUD expresó que la imposibilidad de realizar el revocatorio era debido a la concentración de poder de Maduro, que controlaba tanto la justicia como el poder electoral. Sin embargo la derecha presentó 600.000 firmas falsas que impidieron el proceso, ya que no llegaban al mínimo del 1% exigido por la ley en algunos estados. Decenas de miles de firmas de ciudadanos fallecidos, de menores, con datos falsos…
La justicia venezolana dictaminó que una vez que completasen el 1% de las firmas que faltaban en los estados Carabobo y Aragua, el proceso revocatorio seguiría adelante, pero la oposición no se molestó. No buscó las poquísimas firmas que faltaban porque no estaba interesada en realizar un revocatorio, sino en montar un show retransmitido por los medios de comunicación para empeorar la imagen de Nicolás Maduro, insistir en que es un dictador. La mejor prueba de ello es que el 60% de los diputados de la MUD en la Asamblea Nacional no firmaron en apoyo al revocatorio.
2017
El año pasado la oposición de Venezuela, totalmente liderada por los sectores más radicales, no solo mantuvo su apuesta golpista basada en el boicot económico, sino que volvió a patrocinar las guarimbas, que resurgieron con una inusitada violencia anclada en el clasismo, el racismo y la xenofobia.
Sabiendo que los medios de comunicación de masas, tanto de Venezuela como del mundo, estaban a su favor, la oposición puso en marcha una violencia sin límites. Mataban a sus propios manifestantes para presentarlos como víctimas de la policía. Mandaban a sus jóvenes a tomar por asalto cuarteles militares con granadas de fragmentación para fabricar muertos que mostrar al mundo, bombardeaban zonas civiles e instituciones del estado con los trabajadores dentro presentando a los terroristas como luchadores por la libertad. Quemaron afrodescendientes al considerarlos chavistas, profanaron tumbas y cadáveres, asesinaron y destrozaron negocios.
Nicolás Maduro respondió en un principio de la misma manera que en 2014. Movilizando a la policía con fines disuasorios, llegando incluso a ver escenas de violencia de los manifestantes contra las fuerzas de seguridad. Algunos policías ejercieron violencia en casos aislados. Todos ellos fueron juzgados y condenados en base al código penal venezolano.
Tras observar que las guarimbas de 2017 eran más virulentas que la primera oleada de violencia desatada en 2014, Nicolás Maduro realizó varios llamados al diálogo con la oposición, rechazados todos oficialmente, pese a que de manera secreta comenzaron las conversaciones.
El presidente venezolano provocó el inicio de la descomposición de la MUD al proponer un diálogo, ya que en la organización convivían partidos que iban desde el fascismo hasta el liberalismo. Las facciones más moderadas apoyaron el diálogo, pero las más radicales se oponían no a que se diera ese encuentro con el gobierno, sino a abandonar su plan golpista, que se hundiría si se supiera que se habían sentado a hablar con el ejecutivo de Maduro.
A la vez, Nicolás Maduro sorprendió a la oposición al anunciar una votación para instalar una Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Mientras que la MUD pasó las siguientes semanas rechazando la iniciativa pese a haberla reclamado en 2016, el chavismo comenzó a hacer propuestas políticas.
La derecha venezolana decidió no participar en la ANC debido a que ni contaba con propuestas ni le interesaba volver al juego democrático hasta agotar la vía golpista. En su lugar convocaron un plebiscito para preguntar a los venezolanos si querían impedir la votación de la Constituyente.
La dirección de la oposición erró al pensar que el voto le seguía siendo tan favorable como en 2015, y que en su plebiscito participarían cerca de 8 millones de venezolanos mientras que en la ANC propuesta por el chavismo no llegarían a 6 millones, con lo que darían un duro golpe a la credibilidad institucional de Maduro.
Sin embargo los venezolanos no se terminaron de creer que las muertes de la violencia desatada en esos momentos y en 2014 fueron provocadas por la represión de Nicolás Maduro, ni que el desabastecimiento y el aumento de la inflación estuvieran provocadas por las malas políticas socialistas del gobierno bolivariano.
El plebiscito de la oposición tuvo una participación de poco menos de 3 millones de electores. Pese a que la oposición anunció casi 8 millones de votos, antes quemó las actas electorales por lo que fue imposible hacer una auditoría. Varios vídeos publicados en las redes sociales mostraron a menores votando, a varios electores sufragando más de 10 veces en diferentes mesas e incluso a extranjeros, ya que en ese plebiscito no existían las garantías electorales mínimas.
La ANC obtuvo más de 8 millones de votantes pese a la agresión con la que la oposición atacó la convocatoria electoral. Nada más empezar la jornada de votación la derecha asesinó a un candidato constituyente, muchos colegios cerraron por amenazas de violencia, los guarimberos cercaron colegios para impedir el voto. Pese a que el plebiscito opositor se había desarrollado sin agresiones por parte de la izquierda, la MUD no respetó a sus contrarios políticos.
Los resultados dejaron en evidencia que el chavismo había logrado volver a movilizar a sus bases e incluso arrebatar algunos cientos de miles de votos a la MUD. Al día siguiente de los resultados las guarimbas terminaron, tal y como había expresado Nicolás Maduro anteriormente. La ANC había mostrado a la oposición que su estrategia no era apoyada por la mayoría de los venezolanos. Un momento en el que los dos principales sectores que convivían en la MUD se distanciaron más aún.
Por un lado estaban quienes persistían en el boicot económico como motor de un golpe de estado, frente a quienes preferían volver al cauce democrático, que ganaron fuerza tras la derrota sufrida en su propio plebiscito y en la ANC, lo que impulsó el diálogo y lo hizo público.
A finales de 2017 se celebraron las elecciones regionales y las municipales, en ambas convocatorias el chavismo arrasó a la oposición, que ya totalmente rota presentó a varios candidatos de diferentes partidos de la MUD en las mismas circunscripciones, anulando sus oportunidades de victoria.
Este año fue el de la recuperación del chavismo, que desde la muerte de Hugo Chávez había visto la desmovilización de gran parte de sus bases, que Nicolás Maduro no pudo recuperar poniendo en marcha el programa político con el se presentó a las elecciones, a causa de las consecuencias del golpe de estado continuado que sufre desde que venció en 2013 a Henrique Capriles Radonsky.
Tras la Asamblea Nacional Constituyente y el llamado al diálogo, la base social chavista se volvió a ilusionar con el proceso político socialista y se movilizó en apoyo del gobierno de Nicolás Maduro otorgándole tres victorias seguidas en pocos meses. Lo que terminó con la violencia fascista y el fin del predominio político de la oposición conseguido en las elecciones legislativas de 2015. La oposición no supo gestionar bien esa victoria, no fue capaz de salir de la dinámica golpista iniciada en 2002, que falló hoy como falló ayer.
2018
El boicot de la oposición se profundiza. Los líderes de los sectores fascistas de la MUD comienzan a viajar a Estados Unidos y a los países gobernados por la derecha tanto de América Latina como de la Unión Europea para buscar sanciones económicas que asfixien todavía más la economía venezolana.
Las consecuencias de estas sanciones las sufre directamente el pueblo de Venezuela, en concreto los sectores sociales más pobres. Una situación prevista por la oposición, que sigue esperando que éstos se revelen contra Nicolás Maduro. Pero no sucede.
A causa de las sanciones, Venezuela pese a haber pagado por 300.000 dosis de insulina para enfermos de diabetes, no puede hacerse con ellas porque están embargadas. Los puertos de Colombia, gobierno aliado de la Administración Trump en esta guerra contra la Revolución Bolivariana, retienen a los barcos que llevan comida y medicinas al país. Fondos millonarios que el estado liderado por Nicolás Maduro tiene en empresas europeas están bloqueados, por lo que no es posible comprar con ellos medicinas ni alimentos ni otros productos básicos de primera necesidad.
Nicolás Maduro apostó por el diálogo con la oposición para solventar la situación. Con José Luis Rodríguez Zapatero como mediador escogido por ambas partes y el presidente de República Dominicana Danilo Medina como anfitrión, las conversaciones llegaron casi hasta el final.
El gobierno de Venezuela aceptó la mayoría de los puntos propuestos por la oposición, que hizo especial hincapié en lo electoral recibiendo en ello un total visto bueno del gobierno. Mientras tanto la oposición acordó suspender las sanciones económicas impuestas EEUU y sus socios diplomáticos.
Sin embargo, cuando la mesa y los bolígrafos para firmar estaban preparados ya que horas antes las dos partes firmaron un preacuerdo comprometiéndose a firmar el definitivo, la oposición se retiró tras recibir una llamada desde Colombia, donde se encontraba en ese momento el Secretario de Estado de los Estados Unidos de América, Rex Tillerson. Zapatero y Medina mostraron su sorpresa y decepción con la derecha venezolana.
Pese a fracasar el diálogo, Maduro decidió implementar lo acordado con la oposición. Convocó las elecciones en la fecha negociada, a la vez que la oposición subió otro peldaño en el boicot. Comenzó a trasladar los productos venezolanos -incluso la gasolina y el agua- a Colombia, para venderlos allí. Además fomenta el bachaqueo, práctica que consiste en no vender los productos en los supermercados ni en tiendas, sino en puestos callejeros a precios desorbitados.
El presidente de Venezuela ha respondido movilizando a los inspectores del Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) de Venezuela por todo el país. Estos trabajadores encuentran comida escondida en locales que se dedican a la venta de productos diferentes, o escondidos en los conductos del aire acondicionado. Más tarde esos productos se empaquetan de nuevo con diferentes etiquetas y precios para venderlos en Colombia, o los venden los bachaqueros muy por encima del precio aprobado por el gobierno.
Las elecciones presidenciales se celebrarán el próximo domingo 20 de mayo, lo que ha supuesto el cisma definitivo en la oposición venezolana. Nicolás Maduro hizo estallar la MUD al convocar las elecciones presidenciales, ya que profundizó en la división entre quienes querían volver al cauce democrático y los que prefieren mantener la estrategia golpista.
Los sectores más a la derecha crearon el Frente Amplio Venezuela Libre (FAVL) y los sectores más moderados siguieron a Henri Falcón de Avanzada Progresista (AP) quién se encuentra participando en la campaña electoral. El FAVL pide la abstención en las elecciones, que en la Revolución Bolivariana ronda una media del 27%. Una alta participación garantizaría a Falcón convertirse en el nuevo líder de la oposición venezolana, lo que acercaría la posibilidad de comenzar un nuevo diálogo. Danilo Medina ha ofrecido de nuevo República Dominicana para reiniciar las conversaciones.
Mientras tanto Nicolás Maduro ha sabido forjarse su propia personalidad política siendo leal a los postulados políticos de Hugo Chávez. Una oratoria más calmada y unos gestos más suaves evitan comparaciones de las que no es posible salir bien parado. Unas propuestas novedosas como la criptomoneda Petro para evitar las sanciones, la ANC, los CLAP y el diálogo con la oposición junto a su manera democrática de resolver la violencia de las guarimbas, lo ha posicionado como un valor en alza del chavismo. Además ha logrado mantener la unidad no solo dentro del PSUV sino con el resto de organizaciones de izquierda.
Nicolás Maduro, pese a la mayoría de los pronósticos, ha logrado conservar el poder pese a un golpe de estado permanente que en ciertos momentos ha llegado a cotas de violencia mortales, y ahora se presenta como candidato de toda la izquierda de Venezuela a la reelección, algo que probablemente consiga, según la mayoría de las encuestas.