Nadie, absolutamente nadie, está en su casa sin hacer nada, y piensa repentinamente “me voy a levantar contra el gobierno actual”. Siempre es resultado de una opresión, del hambre, de llevar a la gente al límite. Simplemente, no sale a cuenta jugarse la vida por un cambio de estilo de gobierno. Lo que desea la gente es vivir en paz y dignidad.
Las revoluciones están causadas, en su raíz, por las mismas personas que después las condenan, tachándolas de violentas. Pero, como decía el cantautor cubano Silvio Rodríguez: “y comprendió que la guerra, era la paz del futuro”. Solo a través de una revolución se puede llegar a un estado más justo, a la auténtica paz y estabilidad. Para llegar al fin del conflicto-opresión entre clases, hay que pasar por un estado de amotinamiento que cree un nuevo sistema donde no haya una lucha de clases.
Ninguna revolución es gloriosa. En ella muere gente que solo quiere vivir con un mínimo de dignidad, que se le ha negado. Pese a todo, a ésta la llaman así, porque el nombre lo ponen los militares. El pueblo forma milicias para apoyar estos levantamientos, asegurando, de paso, que no se revierta en una dictadura militar posteriormente. Una revolución no es gloriosa, es necesaria, para desatascar un sistema que bloquea las medidas para mejorar las necesidades del pueblo. Una revolución es un paso adelante contra la opresión. Si ese es el sentido de gloria, todas lo son.
>>La Revolución del Pan y la del Queso de 1861<<
Este pueblo llevaba ya muchos años de opresión, pobreza y de hambre. Como ya se ha venido contando, numerosos intentos se habían sucedido para cambiar esta situación. Los nuevos vientos de cambio que soplaban desde Europa apoyaban esta disconformidad. Nuevas corrientes de pensamiento, que sostenían que el pueblo podía ser soberano.
“Desde estas murallas, siempre fieles a nuestra libertad e independencia, depuesto todo interés de partido, atentos sólo al bien general, os llamamos a todos a que seáis partícipes de la gloria de realizarlo. Nuestra heroica Marina, que siempre ha permanecido extraña a nuestras diferencias interiores, al lanzar la primera el grito de protesta bien claramente demuestra que no es un partido el que se queja, sino que los clamores salen de las entrañas mismas de la patria.” – Proclama del 19 de septiembre.
>>Mariana Pineda, la heroína del pueblo<<
Año 1868. Seguía gobernando Isabel II, con un gobierno primero demócrata, después progresista y finalmente unionista. Ninguno de ellos había dado al pueblo las mejoras que necesitaba. No habían puesto el empeño requerido en luchar contra el hambre (crisis alimenticia del 68 y financiera el 66), la corrupción y todas las lacras que hacían que la vida de la clase trabajadora se mantuviera miserable.
“Cádiz nada produce; su única riqueza es la propiedad urbana; el comercio ha llegado al último grado de paralización y la numerosa clase media que vive de su movimiento y la clase trabajadora que encuentra en él su existencia, se ven reducidas a la escasez y miseria, que procuran ocultar, aunque en vano, bajo el manto de una prosperidad pasada” – Primer número del Diario de Cádiz, 1868.
Tal fue el declive que una parte del ejército, con los generales Juan Prim y Prats y Francisco Serrano Bedoya al mando, se subleva el 18 de septiembre en la Bahía de Cádiz. El lugar estaba en Gibraltar, donde las conspiraciones liberales tenían lugar desde hacía mucho.
La capital de la provincia estaba en claro descontento con el gobierno, culpando a la reina y apoyando el sublevamiento. La escuadra del almirante Juan Bautista Topete y Carballo, afín pese a la aparente adhesión al gobierno central, estaba fondeada en el puerto o cerca de la costa. Ramón de Cala y Rafael Guillén se reunieron en Jerez de la Frontera con varios mandos militares para preparar el levantamiento. José Paúl (quien aún tiene una calle en la ciudad) acogió a unas 100.000 tropas y fue a Gibraltar junto con el gaditano Fermín Salvochea a por Prim.
Todo esto se unió al largo historial guerrillero de la zona, unido al descontento generalizado que servía de caldo de cultivo para hacer estallar la pólvora del motín.
El gobierno de España no era ajeno a estos hechos y, paulatinamente, fue retirando material bélico de la zona y poniendo bajo vigilancia a los presuntos líderes. Al fin y al cabo, Prim promovía la destitución de la reina Isabel II por medio del Pacto de Ostende de 1866, aliando a progresistas, demócratas y (posteriormente) a la Unión Liberal.
“Si hiciéramos un examen prolijo de nuestros agravios, más difícil sería justificar a los ojos del mundo y la historia la mansedumbre con que los hemos sufrido que la extrema resolución con que procuramos evitarlos. Que cada uno repase en su memoria, y todos acudiréis a las armas.” – Proclama del 19 de septiembre.
Cádiz se sublevó, seguido de otras ciudades andaluzas. Recordando sus aspiraciones con las Juntas Liberales que Isabel II y su gobierno deshiciera, se volvieron a reconstruir en estructura similar para el autogobierno de los centros de población.
>>Ejército andaluz contra ejército español: la Junta Liberal Suprema de Andalucía<<
La Junta de Sevilla, seguida de otras muchas, establecieron: el sufragio universal y libre, libertad de imprenta y enseñanza sin censura, abolición de pena de muerte, y muchas otras que han llegado hasta nuestros días. Otros cabildos abrazaron la enseñanza obligatoria y gratuita, tanto para la infancia como para adultos.
Se impuso la libertad de culto, se abolieron tasas que solo exprimían a la clase trabajadora. A cambio, ésta colaboraba de manera activa en los servicios públicos. Se estableció la libertad de culto, de reunión y de asociación. Solo el pueblo salva al pueblo, solo la revolución social trae avances.
>>21 de julio de 1873, Día de la Independencia de Andalucía<<
El día 20, por orden de Prim, la Junta Provincial sustituye a la provisional. Poco después se establece la Junta Local, con una gran disparidad ideológica en sus miembros. Esto crea muchos roces y conflictos, consigo misma y con la provincial.
Esta revolución se extendería posteriormente por la península, con un claro carácter antidinástico. El gobierno enviaría a Manuel Pavía, que sería derrotado en Puente de Alcolea (Córdoba) por Serrano, abriéndole a este último el camino hasta Madrid. La batalla se cobró más de 1.500 bajas. El 30 de septiembre la corte marchaba hacia el exilio. Se formaría un gobierno provisional hasta las elecciones de 1869 y una nueva constitución.
Esta época sería conocida como el Sexenio Revolucionario, acabando con el golpe de Pavía, que restauraría la monarquía borbónica, aliándose ambos con la gran burguesía y otros oligarcas reaccionarios.