El expresidente de Ecuador, Rafael Correa, y el Vicepresidente Constitucional, Jorge Glas, han sido condenados, sí. ¿Significa una derrota? Solo si tienes una visión política -o unos bolsillos grandes sin espacio para la ética- que te hace pensar que el neoliberalismo es el mejor sistema para todos, y no solo para los que tienen grandes empresas y bancos.
Debemos tener en cuenta una situación que hoy mismo es la actriz protagonista en el escenario político y social de Ecuador: la crisis de Estado que ha evidenciado el COVID-19. El gobierno de Lenín Moreno está siendo cuestionado cuando no señalado como el ejemplo a no seguir por la Comunidad Internacional.
Sabiendo que, al ser amigo de los Estados Unidos, el hecho de que los medios de comunicación norteamericanos y los que replican su información en los países aliados de Donald Trump, hablen peor de la gestión de Moreno que de la de Nicolás Maduro, implica que es es completo desastre.
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Teniendo en cuenta además, que su apoyo social es tan bajo que cualquiera que aparezca con él en la foto queda descartado para cualquier cargo de elección popular, que todos hayan posado con él en la farsa judicial montada contra el expresidente y el vicepresidente constitucional, significa mucho.
Significa que la oligarquía ecuatoriana teme más a Rafael Correa y a Jorge Glas que al coronavirus.
Implica que ante la mirada internacional, que presenciando las miles de muertes de sus concuidadanos, el gobierno de Lenín Moreno gasta tiempo, atención y recursos en continuar con la persecución política contra dos inocentes, que convirtieron privilegios de unos pocos en derechos de muchos.
La derecha ecuatoriana ha mostrado que tiene miedo, replegándose a una posición defensiva doblemente negativa: por un lado le da la iniciativa a Rafael Correa, quién no solo puede aparecer como una víctima de la dictadura -ya puede catalogar así al régimen de Moreno convenciendo incluso más allá del campo político de la izquierda-, sino que puede usarla para mostrar la completa ineficiencia del neoliberalismo traído de vuelta por Moreno con solo mostrar la gestión frente al COVID-19.
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De esta manera no solo inhabilita de cara al 2021 a cualquiera que haya estado políticamente con el actual presidente (Otto Sonnenholzner), sino a cualquiera que apueste por el neoliberalismo.
Consiguiendo identificar a la Revolución Ciudadana como el nuevo sentido común en Ecuador, ya que es lógico -desde que llegó el coronavirus- que el estado apueste por invertir en lo público (como en sanidad), para proteger a la mayoría social ante cualquier imprevisto.
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