¿Vencerá Nicolás Maduro la ofensiva imperialista?
Mucha ingenuidad política hay que tener para creerse que la persecución contra Nicolás Maduro por parte del Imperio estadounidense y de sus aliados responde a la búsqueda de la democracia en Venezuela, por llenar las despensas de comida y de medicinas los hospitales.
Si eso fuera verdad hay países muy cercanos al gobernado por Nicolás Maduro donde se ha hecho fraude (Honduras), donde mueren niños de hambre y se tirotea al candidato opositor (Colombia) o donde el presidente lo es sin ni siquiera haberse presentado a elecciones (Brasil). ¿Por qué a esos países no se les impone sanciones ni copan las portadas de los medios de comunicación?
Fácil. Una de las mayores empresas de todo el continente americano es Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA), y está en manos públicas. Quieren un gobierno que la privatice y abra una oportunidad de negocio para las grandes empresas privadas. Los políticos de la oposición venezolana también disfrutaban del capitalismo de la IV República: ¿de dónde sacó el libertador Leopoldo López los fondos para crear su organización política Voluntad Popular (VP)? Eso es, su madre robó fondos de PDVSA antes de que Chávez nacionalizase los recursos hidrocarburos.
¿Nadie recuerda lo malo que era Ollanta Humala hasta que firmó un acuerdo por el que se comprometía a mantener el neoliberalismo en Perú? El País pasó de atacarlo a glorificarlo. No se trata de un asunto de democracia. Se trata de dinero. De quién recibe el beneficio de la explotación del petróleo.
Si el problema fuera el hambre o las medicinas, la oposición venezolana dejaría de hacer giras pidiendo más sanciones que provocan la escasez de alimentos y de medicinas. Colombia no retendría barcos con toneladas de carne hasta que la carga se pudriese ni consentiría el contrabando que desangra a Venezuela de productos de primera necesidad. Las grandes empresas privadas no habrían retenido el stock de los productos, ni hubieran usado los créditos otorgados por el gobierno para otra cosa que no hubiera sido importar productos que la población necesita.
En pos de recuperar los privilegios perdidos por las nacionalizaciones y por las leyes en favor de los trabajadores, el imperialismo, apoyado en Venezuela por la oposición, ha difundido mentiras, ha desatado la violencia que luego ha achacado al gobierno de Nicolás Maduro y ha intentado golpes de estado. La estrategia hoy pasa por denostar de tal manera al presidente venezolano que al darle un golpe de estado, los diferentes países del mundo lo vean como un mal necesario.
Si ya el ataque imperialista contra Venezuela era muy agresivo con Chávez en la presidencia, una vez muerto se recrudeció pensando que Nicolás Maduro no aguantaría el embate. Pero resistió. Y en el peor momento. Con Chávez presente en el recuerdo de los venezolanos y más aún en el de los chavistas, la tristeza fue el perfecto caldo de cultivo para fomentar la abstención de ese colectivo en las importantísimas elecciones presidenciales de 2013.
El argumento usado fue “Maduro no es Chávez“. Señalando la pequeña figura de Nicolás Maduro frente a la talla política de Hugo Chávez. Confiaron en que el chavismo lo era solo por Chávez y que sin él, ningún líder de la izquierda venezolana podría mantener el proyecto. Pasaron en pocas horas de hablar del dictador Chávez a calificarlo como presidente, para inmediatamente después señalar que Maduro no podría igualarlo. Aún así, ganó por la mínima gracias a las últimas palabras públicas de Chávez llamando a votar por Maduro y a una campaña electoral en la que el entonces candidato presidencial bolivariano sorprendió con una personalidad política propia.
En cuanto ganó las elecciones, Nicolás Maduro tuvo que hacer frente a las guarimbas. Unas oleadas de violencia llevadas a cabo por una suerte de paramilitares armados y dirigidos por los sectores más radicales de la oposición. Las dos guarimbas acaecidas en Venezuela (en 2014 y 2017) provocaron decenas de muertos, miles de heridos y cientos de miles de millones en pérdidas. En varias ocasiones los propios guarimberos mataban a alguno de sus compañeros para culpar después al gobierno de la muerte, señalando una represión que no era tal.
Tras fracasar la estrategia violenta planeada a la MUD por Voluntad Popular (VP) y Primero Justicia (PJ), a causa de la masiva votación apoyando la propuesta constituyente de Nicolás Maduro, la oposición se dividió y fue perdiendo el apoyo que obtuvo en las elecciones parlamentarias que ganó en 2015.
Pasó de pedir la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) a rechazarla cuando la propuso Maduro, de expresar que tenían el apoyo del 80% en el país a perder estrepitosamente las elecciones regionales y municipales, debido en parte a la competencia electoral entre los propios partidos de la MUD, que habían dado un espectáculo ridículo llegando a las manos en diferentes procesos de primarias.
Esa actitud errante y la violencia que habían desatado en las guarimbas, que se les fue de las manos con la creación del grupo llamado La Resistencia que empezó a operar en zonas opositoras, consiguió que su masa de votantes descendiera a una media de 4 millones de votos, mientras que la del chavismo ha aumentado hasta los 8 millones.
Nicolás Maduro ha sido capaz de terminar con la violencia de las guarimbas y evitar una crisis humanitaria –según la Organización de las Naciones Unidas, ONU– gracias a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) pese a las sanciones, el aumento de los precios por la especulación de Dolar Today y al boicot de las empresas privadas. Sus reiterados llamamientos al diálogo con la oposición y su comportamiento en el mismo, cediendo en muchas peticiones de la oposición y manteniéndose firme en sus líneas rojas, le ha permitido conservar el poder ejecutivo pese a sufrir un golpe de estado continuado desde su llegada al poder.
Además el chavismo ha empezado a atacar la corrupción de raíz. Diversas tramas de corrupción habían sido permitidas por la anterior Fiscal General de Venezuela Luisa Ortega, cuyo sucesor Tarek William Saab está persiguiendo y desmontado. A día de hoy en Venezuela el chavismo tiene la iniciativa política y es identificado como el representante de la paz, gracias a la ANC y a su comportamiento en el diálogo en República Dominicana. Mientras tanto la oposición es percibida como violenta (por las guarimbas), contraria a la paz (por no firmar el acuerdo de paz en el último momento) y causante principal del desabastecimiento y el aumento de precios (por hacer giras mundiales pidiendo sanciones o la profundización de las que ya hay, mientas que Nicolás Maduro sube el salario mínimo de manera constante).
El chavismo tiene un proyecto claro: superar el rentismo petrolero y profundizar el modelo social iniciado por Hugo Chávez, mientras que la oposición se dedica a decir “no” a todas las propuestas del gobierno. Incluso a las que la misma derecha pedía. Por ejemplo el adelanto de las elecciones presidenciales, una de las principales reivindicaciones de la oposición que fue concedida por Nicolás Maduro. Tras ser anunciado por el presidente la oposición las rechazó, ¡aunque sus representantes habían acordado la fecha con el gobierno!
A día de hoy la oposición está dividida entre presentarse o no a las elecciones. No ha logrado tomar una posición que sea respetada por todos sus miembros agrupados en la ya casi extinta Mesa de Unidad Democrática (MUD). Algunos partidos como Avanzada Progresista (AP) y Copei han presentado al candidato Henri Falcón, lo que ha provocado que el resto de la MUD llame a la abstención, poniendo palos en las ruedas de su propio compañero.
Si Nicolás Maduro logra ganar las elecciones presidenciales, la oposición quedaría completamente desarticulada. Unas victorias en unas elecciones vigiladas por la ONU darían fuerzas diplomáticas al Gobierno bolivariano para intentar terminar con las sanciones impuestas por los Estados Unidos. Y si es imposible, siempre les quedará el Petro.