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Zanele Muholi: “Las comunidades negras LGTBI asistimos a más funerales que fiestas”

La fotógrafa, reportera y activista sudafricana Zanele Muholi está a punto de cumplir 46 años, ya que nació el 19 de julio de 1972 en Umlazi, Sudáfrica. Auto-identificada como “activista visual”, que no artista, Muholi tiene claro que el objetivo de su obra es la lucha y la visibilización del colectivo LGTBI en Sudáfrica, colectivo que a pesar de estar amparado y reconocido por su Constitución, sigue sufriendo a día de hoy una violencia y desprecio extremos por parte de los sectores más reaccionarios de un país recién despertado de aquella pesadilla llamada “Apartheid”.

Hoy, nos adelantamos a su aniversario para analizar su obra y su relación con la situación del colectivo más discriminado del país africano.

Zanele Muholi nació en la Sudáfrica colonial de 1972, en pleno apogeo del Apartheid. Muy pronto supo de la pobreza, de la desigualdad y del racismo. El desprecio y la miseria en la que el Apartheid sumió a la población negra durante más de un siglo hizo que, entre otras carencias, Zanele nunca pudiera tener acceso a fotografías de sus abuelos o bisabuelos. Las cámaras de fotos eran un artículo de lujo al que generalmente solo la élite blanca podía acceder.

De este modo, la activista jamás pudo ver retratada la lucha de la que su familia había formado parte durante décadas y que no culminó en la victoria de la población autóctona sino hasta 1992, cuando Muholi ya era una adulta conocedora de las desventajas de sus otros dos estigmas; pues además de negra, era mujer y lesbiana.

Después más de 10 años sin reconocer su homosexualidad por temor a las represalias y al rechazo de su familia, Zanele dejó su oficio de peluquera para comenzar su lucha feminista y por los derechos del colectivo LGTBI. Su primer paso fue cofundar en 2002 el Foro para el Empoderamiento de la Mujer (FEW), una organización que apoya la capacitación de mujeres negras lesbianas desempleadas de las áreas rurales; el segundo, inscribirse tan solo un año después en el Programa Avanzado de Fotografía en Market Photo Workshop en Newtown, Johannesburgo. Años más tarde completaría sus estudios de Máster en Medios Documentales en en la Ryerson University de Toronto, Canadá. Esto último no solo le permitió aumentar sus conocimientos, sino que la acreditó como reportera y pudo comenzar a trabajar para diversas publicaciones en las que su nombre empezó a coger el peso que tiene hoy día.

Muholi vivió hasta 2013 en las afueras de Johannesburgo. En esta nueva etapa de su vida se dedicó a retratar la vida en las comunidades negras LGTBI. Comenzaría de este modo a fotografiar la realidad que ella quería que figurase en los registros históricos. Con su trabajo, Muholi pretende abrir una nueva fototeca capaz de reemplazar la imagen prejuiciosa de la comunidad negra que se tenía en los archivos coloniales. También intenta ampliar la galería de imágenes de la rebelión de la comunidad negra, pues en ella no figuran las imágenes que acreditan la aportación de los miembros nativos africanos homosexuales y transexuales que se jugaron la vida y la libertad junto a sus hermanos. “Yo no soy una artista, yo soy una activista visual. Pretendo hacer política”, dijo.

Zanele Muholi es capaz de reivindicar la rebeldía y el coraje del colectivo más desplazado a través de imágenes de la vida cotidiana en las comunidades: situaciones de intimidad, de amor, de hogar, pero sobre todo, de paz. Muholi pretende representar la familiaridad y la calma que hay dentro su comunidad a pesar de los ataques constantes y a la vez dar visibilidad a la tradición africana que sus miembros siguen perpetuando, aunque adaptada a la diversidad sexual. Es común así ver en la obra de Muholi a hombres travestidos con ropas y accesorios africanos tradicionalmente femeninos, mujeres de estética butch o tomboy, peinados afro extremadamente llamativos o rostros renegridos a propósito con el objetivo de potenciar el orgullo y la importancia de la raza negra. Reclamo mi negritud que está continuamente siendo interpretada por la gente privilegiada”, afirma la activista visual.

Una cuestión de etnia y clase social

A pesar de que la época post-apartheid se caracterizó por el buen hacer de una nueva Constitución igualitaria para todos los grupos raciales y que obligaba además a la no discriminación por razón de género o sexualidad, esto no sirvió como garantía plena de la eliminación de las diferentes formas exclusión social. Por un lado, los actuales ciudadanos blancos han heredado una gran parte de los privilegios económicos y sociales de sus ancestros, manteniendo así el anterior status quo. Por otro, el machismo y la homofobia derivados del tradicionalismo africano y religioso más férreo persisten a día de hoy en la mentalidad colectiva de diversos grupos étnicos.

La Constitución sudafricana despenaliza desde 1996 las relaciones homosexuales y la transexualidad, prohíbe la discriminación laboral desde 1998 y autoriza el matrimonio homosexual desde 2005 (convirtiéndose en el quinto país del mundo y el primero de África en legalizar las uniones matrimoniales de miembros del mismo sexo). Sin embargo, una parte de la sociedad del país austral no acata estas normas, siendo que de manera habitual muchos de sus miembros no dudan en utilizar la violencia más extrema, la intimidación y toda clase de vejaciones contra las personas de las comunidades LGTBI.

Son así prácticas habituales las agresiones a transexuales y homosexuales, muchas de las cuales terminan en asesinatos que a menudo no son ni investigados ni penados por unas autoridades que permanecen ajenas a los crímenes de las zonas más empobrecidas. Otro tipo de delito habituales es la llamada “violación curativa”, una forma de agresión sexual que suelen ejercer varios varones en grupo con el supuesto objetivo de “curar” la homosexualidad de las mujeres lesbianas de las zonas rurales o comunidades en el extrarradio de las ciudades.

Y es que en Sudáfrica la homofobia más cruda no es sufrida en el ámbito de las grandes urbes, donde las clases sociales más privilegiadas suelen residir, y donde el gobierno no escatima medidas de protección para sus ciudadanos. En Sudáfrica la homofobia nace precisamente de la ira de las clases más desfavorecidas, pues estas pretenden ver a su enemigo en las comunidades negras LGTBI que los homosexuales y transexuales pobres han ido construyendo en las afueras de las ciudades y en pequeñas aldeas. “Los miembros de las comunidades negras LGTBI en Sudáfrica asistimos a más funerales que fiestas”, ha asegurado Muholi.

Es, pues, una situación de desigualdad y violencia la que Zanele Muholi pretende denunciar a través de su labor artística. El valor político de su obra ha llegado a tener tal notoriedad a nivel internacional que en múltiples ocasiones ha sido víctima del robo o la destrucción del material y equipo fotográfico que guardaba en su propia casa. Tal vez porque sus asaltantes eran conocedores de la realidad que se podía percibir en sus fotografías, en las que aparecían reflejados los diversos entierros y funerales que suceden dentro de la comunidad, o retratos de esas mismas personas que habían sido asesinadas y para las que a través de su arte se pide justicia. Zanele Muholi comenta que en muchas ocasiones se ha sentido insegura y con miedo, pero no ha dejado nunca de fotografiar.

Exposiciones y significado

Zanele Muholi realizó su primera exposición individual en el año 2004. La muestra, titulada Visual Sexuality: Only half the picture tuvo lugar en la Galería de Arte de Johannesburgo. A pesar de que Visual Sexuality mostraba únicamente retratos de personas no binarias u homosexuales, la exposición fue atacada por la entonces ministra de Artes y Cultura de Sudáfrica, Lulu Xingwana, quien consideró el trabajo fotográfico de Muholi como algo inmoral y repulsivo.

Todas las personas que aparecen en sus fotografías de Visual Sexuality son conocidas y amigas de la artista. Esto otorga más valor al significado de cada una de las imágenes, especialmente aquellas en las que quedaron inmortalizadas personas que posteriormente fueron asesinadas. Además, todos los retratos son en blanco y negro, buscando generalmente crear entornos enigmáticos de contraste: vida o muerte, alegría o tristeza, miedo o calma. El monocromatismo será preponderante en la obra de Muholi.

 

Ya en el año 2006 la violencia tendría un color diferente dentro del universo de Zanele Muholi: el color rojo de la sangre. Con su obra Isilumo Siyaluma, que en zulú significa periodo de cólicos, Muholi nos habla de la sangre de muerte y de la sangre de sangre de la vida. De la sangre de los asesinatos y violaciones de los que muchos están orgullosos, mientras creen firmemente que la sangre del periodo de las mujeres es algo impuro, de lo que se deben avergonzar.

En un sentido más profundo, mi sangre menstrual es usada aquí como vehículo y medio para expresar y hacer de puente con el dolor y la pérdida que siento cada vez que escucho y soy testigo del dolor de las violaciones correctivas que muchas chicas y mujeres de mi comunidad lésbica negra han sufrido. Sangran a través de su vagina y sus mentes. Este proyecto es una respuesta radical y artística a este tipo de violencia.”, comentó la artista en una entrevista realizada por Kika Fumero.

Pero tal vez el momento más doloroso para Zanele Muholi, el asesinato brutal de una amiga, fue el que le inspiró a realizar las fotografías de la que sería su exposición Faces and Phases (2009) , una recopilación de retratos de la comunidad lésbica y transexual sudafricana.

En el año 2010 Zanele Muholi se centró en retratar a mujeres transexuales negras. Su obra se tituló Brave Beauties.

 

Su trabajo más reciente es Somnyama Ngonyama. Proyecto centrado en sí misma y comenzado en 2014, cuyo objetivo fue el alcanzar los 365 autorretratos. Consta así Somyama Ngonyama de una imagen de su propia autora para cada día del año, pues tal y como ella  dice: “Yo soy negra todos los días del año y solo yo puedo amarme a mí misma más que ninguna otra persona”.