México: La mala imagen de los países no injerencistas
Oído en la emisora de radio más escuchada del país, seguramente estaban reposando, lo digo por la hora tan temprana, sobre las medidas que va a tomar el nuevo presidente izquierdista de México Andrés Manuel López Obrador (AMLO): “…Pero los cambios no acaban aquí. En política exterior, se anuncia la no intervención en países como Venezuela, Nicaragua o Brasil, basándose en un principio constitucional que establece la no injerencia en asuntos externos, una medida polémica que puede debilitar gravemente la imagen del país”.
¿Cómo se percibe la imagen de un país? Según la emisora, por el grado de injerencia en los asuntos de terceros países. Se entiende que en sentido directamente proporcional a la negatividad, es decir, cuanto mayor injerencista, mejor imagen. Esta visión que rompe toda la filosofía y derecho de las relaciones internacionales me hace pensar que los accionistas del fondo buitre han impuesto su ideología imperialista en el libro de estilo de esa redacción, los llamo imperialistas porque creo certeramente que quienes sustentan un fondo buitre son consecuentes con su situación social, en ese ámbito no hay nadie que vaya en contra de su propio interés, ni siquiera en las votaciones de su democracia representativa.
En un medio escrito, el principal, del grupo editorial al que pertenece esa emisora, ofreció en un artículo, publicado en 2016, la imagen de ese país hermano. Lo calificaba, de acuerdo con una investigación publicada con el apoyo del Gobierno mexicano y la Universidad Iberoamericana, como marginal, emergente y exótico.
Quedémonos con lo de marginal. Un país así catalogado está fuera de toda influencia en el concierto internacional y regional, a no ser que sean de los de en el reino de los ciegos, el tuerto es el rey. Acudamos a nuestro acreditado Real Instituto Elcano, que en su Informe Elcano de presencia global 2018 califica a México con un índice de 99 (Estados Unidos de Norteamérica posee el índice máximo de 2.494,1, seguido por China con 840,7), alejado del líder regional que es Brasil, con índice de 118,9, que le hace ocupar el puesto decimonoveno mundial.
Como estamos tratando un tema “agresivo”, descartemos los índices económico y blando, fijándonos solo en el militar. El informe muestra a los veinte primeros países, y en el índice de presencia militar, Brasil ocupa el lugar decimoctavo (índice 117,5, el máximo para Estados Unidos de Norteamérica con 2.696,1), y México no aparece. No es que plantee un enfrentamiento militar entre las dos naciones latinoamericanas, algo tan imposible como la guerra ruso-española de 1.799, solo es un dato que aporto que da que pensar sobre la posible injerencia de un país de menor presencia en otro de mayor.
Tal vez los redactores de la noticia se olvidaron de incluir la palabra mágica que da derecho a las naciones occidentales a inmiscuirse en los asuntos internos de los países condenados por sus riquezas o situación estratégica, esa palabra no es otra que “humanitaria”. Habría quedado mejor si hubieran dicho la no intervención humanitaria. Ingenuo de mí, se cuidaron mucho de usarla, entonces tendrían que haber nombrado a Israel, Arabia Saudí y a todo lo conocido por Comunidad Internacional, es decir, Estados Unidos de Norteamérica y sus adláteres, siendo estos casos que México no tiene capacidad no ya de injerencia, sino de simple amenaza de rompimiento de relaciones diplomáticas, acudiendo nuevamente al refranero, el que se enfada en la boda, la pierde toda.
Me he puesto en el lugar de un simple ciudadano, más o menos al tanto de lo que al Poder le interesa que se sepa de lo que ocurre en el mundo, y consciente de las limitaciones que me impone mi falta de libertad, pues mi cuenta corriente es muy floja, sé que no tengo acceso a la información que tienen los que acuden a las reuniones del Club Bilderberg, a las de la Trilateral o incluso a las del consejo de administración del Banco de Santander.
Información es poder, en todos los órdenes de la vida. Mi razonamiento es el siguiente: AMLO ha querido decir que los Estados Unidos Mexicanos dejan de estar a las órdenes de los Estados Unidos de Norteamérica. México no tiene desplazadas tropas en ningún país del mundo, en todo caso asesores en número muy reducido en misiones de la ONU. La única oportunidad de injerencia, no solo de México, sino de todos los países de la región es el uso de su voto y declaraciones institucionales contra los pocos estados americanos que osan enfrentarse al supremacismo yanqui, con lo que el nuevo México, con AMLO como presidente, votará en los organismos supranacionales americanos lo que más le convenga, sin inmiscuirse en asuntos de otros países como pretende la diplomacia norteamericana.
Entonces, ¿ante quién se debilita gravemente la imagen del país? Tampoco es que el México anterior a AMLO saliera de su papel de perro ladrador, como la inmensa mayoría de los países del orbe. Al menos, no mordía a nadie fuera de sus fronteras. No había una ruptura de convivencia con ningún país regional, de Guatemala a Tierra de Fuego.
Pero sí apoyaba los dictados de la potencia del Norte en cuanto a tratamiento a los países díscolos de su patio trasero. Trato que goza del plácet de la Comunidad Internacional. Hemos llegado al meollo de la cuestión. La imagen de México en el mundo, que creo que no ha cambiado mucho desde la publicación en octubre de 2012 en la Revista Mexicana de Política Exterior de un estudio sobre el tema, en todo caso a peor como se indica en esa publicación, era de una reputación debilitada para las poblaciones de otros países.
Los encuestados eran ciudadanos normales y corrientes. Luego a estos ciudadanos poco les decía que México interviniera en los países latinoamericanos, y si intervenía nada influía para que se le considerara mejor. Recupero la pregunta al principio de hace dos párrafos, y no se me ocurre otra respuesta que ante los criminales internacionales que ahogan a las naciones que, sin llegar mínimamente a ser socialistas, sí intentan discurrir por caminos que se distancien de la corriente neoliberal que lleva al planeta al desastre. Esos países que se atreven a plantar cara a los poderosos son un mal ejemplo para los excluidos de la Comunidad Internacional.
Por todos es sabido en manos de quiénes están los medios de desinformación de masas. Mi esperanza es que la locutora que leyó la noticia lo hiciera con los dedos cruzados, que no fuera la voz de su amo, sino la del ignominioso explotador que se vale de la necesidad del explotado.