Antes de nada, queremos aclarar que agradecemos a las personas que con buena fe colaboraron o colaboran con proyectos solidarios. Especialmente a aquellas cuya ayuda ha contribuido a una mejora real de las condiciones de las personas que viven en situación de desigualdad, y no a apagar pequeños fuegos con ayudas materiales o financieras. Dicho esto, podemos dar comienzo a nuestro humilde manifiesto crítico sobre ciertas Organizaciones no Gubernamentales (ONG). En el Desarticulando de hoy debatiremos sobre la influencia gubernamental de estas asociaciones de ayuda, su efectividad real y sus similitudes o relaciones con el mundo empresarial. Además, trataremos otros puntos no compartidos con todas los ONG como casos de racismo, paternalismo europeo o imposición de religiones o dogmas concretos.
¿Ayudan de verdad las ONG?
Aunque este sea uno de los puntos decisivos a la hora de elaborar una crítica, es también el más delicado y polémico. Para su correcta explicación y para introducir cierta originalidad en nuestros postulados comenzaremos con una comparación entre los movimientos obreros y las Organizaciones no gubernamentales (ONG). Mientras que los primeros están destinados a mejorar las condiciones laborales de aquellas personas sometidas a los patronatos, las segundos son agrupaciones que ayudan a aquellas víctimas de un sistema que favorece la desigualdad de clases.
No obstante, esto último solo sucede así en el mejor de los casos, cuando la ONG se funda con una buena intención real gracias a las contribuciones voluntarias de ciertos ciudadanos sea a través de dinero, donaciones o trabajo en sí mismo. En este caso, la asociación se construye por las razones correctas, sin que haya una razón empresarial que las mueva. Sin embargo, como es sabido y como explicaremos más adelante, esto resulta algo utópico, al menos cuando nos referimos a las organizaciones más influyentes y conocidas.
Las dos caras de las ONG, por James Petras
Analizándolo todo con un prisma socialista, una de los teóricos más incisivos con el tema de las ONG es el sociólogo y profesor universitario estadounidense James Petras. A pesar de que algunas teorías de la larga carrera de Petras son criticables, sus tesis sobre las incorrecta actuación de las ONG en los países pobres resultan muy acertadas y convincentes. Lo primero que plantea el ensayista norteamericano es que debemos combatir en un primer lugar las fuerzas que provocan la desigualdad y la pobreza. Para Petras, las Organizaciones no Gubernamentales sirven como “brazos del poder internacional”en lugar de secundar y amparar movimientos sociales, favoreciendo así la “fractura de luchas populares reivindicativas”.
Pero el ahora profesor la de Universidad de Binghamton (Nueva York) no solo achaca el problema a una pasividad política de las ONG, sino que incluso acusa a muchas de estas de agravar el problema y de buscar el“despolitizar los conflictos de clase y estrangular el germen de la organización social en las bases a fuerza de apoyar las políticas asistencialistas y la filosofía de la microempresa”.
Es decir, que estas asociaciones de apariencia abnegada pueden ocultar oscuros intereses que buscan fomentar las desigualdades para obtener una fuente inagotable de ingresos. De este modo, desgracias como las hambrunas, la falta de recursos o las guerras servirían como cebo para capturar sustanciosas donaciones de unos ciudadanos que además pagan sus impuestos. “Las ONG se han convertido en empresarios de la pobreza, ya que no son elegidos por las comunidades donde supuestamente trabajan y utilizan a los pobres como fuente para conseguir financiamiento de los visitantes de países ricos”, sostiene Petras.
¿De quién es el deber de atacar la pobreza?
Por lo dicho anteriormente, cada nación debería aplicar las políticas sociales necesarias destinadas a cuidar a su población, ya sea invirtiendo en una buena educación, fomentando el empleo digno o favoreciendo la integración. Mejorar la calidad de vida de las personas requiere de una inversión de dinero público que en muchas ocasiones se pierde por culpa de la corrupción de los gobiernos y magnates. Por lo tanto, las ONG -también corrompidas en muchas ocasiones- servirían como máquinas de limpieza al servicio de los poderosos.
Como indica Hugo Aguirre en un excelente reportaje: “La concepción actual de ayuda humanitaria nos lleva a un futuro oscuro donde la privatización de lo social, y la caridad son las cartas ocultas del falso altruismo inherente a la creación de las ONG“. Imagínese ahora un futuro como el que pretenden los antiestatistas, donde todo, incluso la solidaridad misma estará en manos privadas. Entonces dígame si prefiere reivindicar ahora lo justo o donar después a lo que fue evitable.
Imperios capitalistas occidentales
En un interesante artículo publicado en la revista Afroféminas, Tania Castro ataca a un problema que atañe principalmente a las ONG que colaboran en los mal denominados “continentes subdesarrollados”: el problema del paternalismo occidental y del complejo del salvador blanco. A parte de criticar el problema anteriormente mencionado sobre la financiación opaca y el negocio existente tras la solidaridad, la autora va más allá cuando cuenta que las intenciones de los que están a pie de campo pueden no ser siempre tan altruistas como pareciese.
A través de su propia experiencia investigando y entrevistando a voluntarios de diferentes organizaciones, Castro pudo conocer una triste realidad sobre algunas asociaciones. “Algunas ONG están más preocupadas por sus propios objetivos, reputaciones personales y experiencias de vida de sus miembros, que por facilitar el empoderamiento local y abordar las fuentes de pobreza”, escribe. “Muchas han sido derrochadoras, gastando la mayor parte de las donaciones en salarios, anuncios y gastos de viaje excesivos. Algunos voluntarios con los que hablé me dijeron abiertamente que estaban más interesados en vivir la experiencia del viaje, que en tener un compromiso real con la comunidad”, añade desmintiendo que el problema se encuentre solo en la cúpula de las organizaciones.
Y es precisamente por esta mentalidad de privilegio por la que existe la figura del salvador blanco, esa persona europea u occidental que se decide a cooperar bajo prejuicios racistas, solo para demostrarse o demostrar al mundo su superioridad moral: “Muchas veces, este ´salvador blanco´ y su organización no cuestionan el sistema que ha llevado a la situación de las comunidades a las que pretenden ayudar. Si no se tiene claro que el colonialismo es la principal causa de la situación de los pueblos del sur, se parte de un concepto viciado”, afirma el artículo donde además se hace una crítica de las acciones religiosas que tratan de imponer unas creencias ajenas a las comunidades a las que ciertos sectores tratan de “ayudar” y “evangelizar”.
Una cooperación de valores progresistas
Que a pesar de la presencia de tantas ONG extranjeras en África la situación no ha mejorado demasiado no es una visión que solo compartan teóricos de izquierdas. La escritora y economista neoliberal zambiana Dambisa Moyo invita en su libro Ayuda que mata a frenar las ayudas al tercer mundo porque según su visión y análisis, estas destruyen la economía local y contribuyen a que los malos gobiernos sigan en el poder aprovechándose de las inyecciones de dinero extranjeras. Otro punto de vista que hemos tenido en cuenta a pesar de nuestras diferencias ideológicas con su autora.
Desde este Desarticulando no le llamamos a ser egoísta o avaro, sino a ver más allá del márketing a la hora de decidirse a colaborar con un grupo de ayuda humanitaria. Por otra parte, debemos añadir que ciertos grupos y actuaciones han sido muy necesarias en los últimos tiempos: ayudas temporales a víctimas de catástrofes, grupos de presión para frenar injusticias como la pena de muerte o la ablación de clítoris, o los casos de asistencia y socorro a esos inmigrantes que hubieran muerto en costas europeas si la decisión hubiese dependido únicamente de los gobiernos. Siendo la primera un caso de emergencia y las segundas actuaciones en consonancia con una solidaridad de valores políticos.