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El viaje al centro de Haddad no recorta distancias con Bolsonaro

La ultraderecha brasileña acaricia el poder. La jugada de la dictadura de Michel Temer para anular las posibilidades electorales de la izquierda, metiendo al líder de la oposición Lula da Silva en la cárcel durante un proceso judicial sin garantías, y en el que no se presentaron pruebas, está dado resultado.

El Partido del Trabajo (PT) siguiendo las directrices de Lula, esperó al último momento para anunciar su participación en la farsa electoral -las elecciones democráticas las organiza quién dio un golpe de estado para quebrar la anterior decisión tomada en las urnas-.

Con el anuncio en el último segundo se quiso dar un golpe de efecto que ayudase al nuevo candidato Fernando Haddad a mantener la base de electores que las encuestas le daban a Lula, siempre en el primer lugar muy por encima del que estaba en esos momentos en segunda posición, el fascista Jair Bolsonaro.

El riesgo de reconocer de facto el régimen de Temer y el resultado electoral al participar en las elecciones, era mucho menor a no participar y dejar libre el espacio de la izquierda arriesgándose a que lo ocupase otra opción política. Por eso Lula decidió participar mediante su representante Fernando Haddad.

El giro a la izquierda que había dado Lula, con una propuesta de Asamblea Nacional Constituyente y una alianza electoral con el Partido Comunista de Brasil (PCdoB), que haría a su líder Manuela d’Avila vicepresidenta si ganan las elecciones no se identifica con Haddad, quien proviene de los sectores más moderados del PT.

Tras sostener en la campaña de cara a la primera vuelta esa posición heredada, Fernando Haddad se ha deshecho de ella con el visto bueno de Lula y el resto de la organización, porque es más posible conquistar a los votantes de centro que a los de izquierda que han ido abandonando al PT al mismo ritmo que el partido se institucionalizaba.

Sin embargo Haddad, que ya ha confirmado que no habrá Asamblea Nacional Constituyente si gana, ve pasar el tiempo y su apoyo no aumenta. Se mantiene estancado en torno al 40% mientras que Bolsonaro roza el 60%. Una distancia muy difícil de superar en solo dos semanas, más aún teniendo en cuenta que las tendencias ni siquiera señalan un alza favorable a Haddad.