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El imperialismo sobre el Sahara Occidental

Tras la retirada española del Sahara Occidental, en 1975, Marruecos ocupó por la fuerza el territorio que pudo, combatiendo al Frente Polisario, forzando al exilio, por entonces, a decenas de miles de personas. Hoy día, y tras el acuerdo firmado de un referéndum sobre el destino del Sahara Occidental, ya son casi 200.000 refugiados-exiliados en campos desérticos de Argelia. La eterna prórroga de un referéndum, la cual ha criado a dos generaciones en los campos, es en tanto dolorosa como inhumana ¿Qué fuerzas e intereses paralizan el acuerdo?

La ocupación marroquí del Sahara Occidental cumple un factor crucial para las clases dominantes de todo el ala imperialista occidental, en especial de los Estados Unidos de América, Arabia Saudí y el Reino de España. Mientras para los primeros, los yankees, Marruecos cumple una función económica a largo plazo, para los segundos y terceros es una alianza geoestratégica, afianzando la dominación del liderato regional-saudita por una parte, y controlando las oleadas migratorias en las fronteras españolas por otra.

Sobre las cadenas estadounidenses en el Sahara Occidental

Además de por el nacionalismo del Gran Marruecos, la ocupación del Sahara Occidental es el factor de equilibrio para las clases dominantes marroquíes. El punto neurálgico de su estabilidad es la mina de fosfato de Abou Craa, en el corazón del territorio saharaui-occidental ocupado.

El fósforo, extraído de las rocas de fosfato, es un químico agotable de gran importancia para los capitales globales del campo. Sin dicho componente la agricultura intensiva, la sobreproducción capitalista en el sector agrario, sería imposible. Las tierras de todo el mundo no serían capaces de producir la ingente cantidad de alimentos que hoy exige la economía de libre mercado; de Valencia a Vietnam no habría terrateniente que soportase la demanda ante la incapacidad productiva.

Los Estados Unidos de América han sido conscientes de la problemática agraria en cuestión. El 20 de mayo de 1938, a las puertas de la segunda guerra mundial, el presidente norteamericano Roosevelt alertaba: “El contenido de fósforo de nuestra tierra, después de años de cultivo, ha disminuido considerablemente. Necesita reponerse. La necesidad de un mayor uso de fosfatos y la conservación de nuestros suministros de fosfatos para las generaciones futuras es, por tanto, un asunto de gran preocupación pública”. Esta política se ha desarrollado, y respaldado, en el proteccionismo que Estados Unidos emplea en el fósforo nacional, aumentando los aranceles a fuerza, mediante el imperialismo que acontece, del abaratamiento en el fósforo extranjero.

Sería incongruente, entonces, que los capitales de los Estados Unidos de América adoptasen una postura propicia a la devolución de tierras saharauis por parte de Marruecos; más aún teniendo en cuenta que las importaciones de este país en los EEUU significan alrededor de un 70% de la compra anual en fósforo. Es de esta naturaleza desigual, de esta opresión sobre el pueblo nacional saharaui-occidental y el pueblo obrero de Marruecos, que nace la aparente amistad yankee-marroquí; convertida en la venta -y deuda- de cientos de carros de combate, armamento e incluso operaciones militares rutinarias; afianzando el expansionismo de Gran Marruecos. La dictadura burquesa-monárquica del país permite y colabora en el estrangulamiento de su propia ciudadanía, abaratando su coste de mano de obra y doblegándola a la miseria, mientras asesina y roba a la nación hermana saharaui-occidental lo que por derecho le pertenece. La ocupación responde ahora a intereses internacionales profundos.

Sobre las cadenas Sauditas en el Sahara Occidental

Arabia Saudí es uno de los elementos mejor situados en la cadena imperialista-occidental, llegando a ser casi por momentos un Estado de voluntad propia. Esto se ha demostrado en la última y actual guerra civil yemení, donde las fuerzas sauditas, junto a las imperiales del ala estadounidense, tienen a Marruecos como un potente aliado bélico.

Desde Riad se ha premiado a Mohamed VI y sus acólitos con mil millonarias cantidades de dolares por la apuesta de regalar la vida de sus hombres en guerras de rapiña ajena. Esta financiación, que a ningún obrero le resultará como un regalo, se redirige a la modernización y expansión del, ya no tan débil, ejército de Marruecos. El cual no duda en matar a los activistas saharauis-occidentales ni en reprimir al movimiento obrero al alza de su propio país.

Sobre las cadenas españolas y europeas en el Sahara Occidental

La cercanía geográfica entre los reinos, y las ponzoñosas coronas de uno y otro lado, han permitido que las relaciones comerciales entre España y Marruecos sean de las mejores para ambos países; llegando a ser el reino borbónico el principal socio comercial del reino alaouita.

Tanto es así, que el estado español, junto al aparato imperialista de la Unión Europea, destina decenas de millones de euros al estado marroquí en la cuestión del control fronterizo. Es decir, en la cuestión de asesinar sin mancharse las manos, sin rasgar las vestiduras democráticas de los amos, patronos y señores de Europa. Esto permite al estado español encubrir su rostro genocida y su naturaleza como yugo de pueblos; es ilusorio, por ende, pensar que la voz que posee España sobre la soberanía saharaui-occidental vaya a ser alzada por unas u otras facciones burguesas.

Sobre las cadenas marroquíes en el Sahara Occidental

Títere y huésped de las grandes potencias, Marruecos pervive en la miseria. Su permisividad y pasividad con el elemento extranjero le ha valido para ser alimentado de los restos imperiales.

Además de por el ya nombrado fosfato, las costas del sahara-occidental poseen el mayor banco pesquero del mundo. Sus caminos por tierra ocupan las rutas comerciales del eje norte-sur Africano, y el nuevo eje este-oeste que conecta con el interior del continente. No es de extrañar así la tregua dada por la sobrealimentada corona marroquí al extenuado Frente Polisario. Con las minas, las costas y los caminos ¿Para qué se quiere el desierto?