Solo pienso en mi familia, en los niños que dejo sin su mamá; en el hombre que dejo sin compañera. Y me llueven, como espinas, miles de preguntas en mi cabeza aturdida y que no comprende lo injusto de este tiempo: ¿cómo saldrán adelante mis hijos con un padre atormentado? ¿Se acordarán de mí mis hijos cuando sean mayores?
Es 18 de abril y hace mucho frío en esta habitación tan grande y llena de compañeras con las mismas preguntas y tormentos en sus cabezas que en la mía. No es un sueño, han dicho mi nombre y me levanto muy despacio, hacía mucho que ya no dormía de un tirón. Esta noche, mi última noche, he dormido por minutos. Más nombres. Respiramos al aire libre, pero no para vivir. Será la última bocanada del aire fresco de enero que tomen mis pulmones.
>>La opresión fascista sobre la mujer durante la dictadura de Franco<<
Las monjas han pretendido que me confiese para irme “libre de pecado“. ¿Qué pecado he cometido? Querer un mundo libre para los hijos que ahora dejan sin madre. ¡Tan pequeñitos y sin madre! Y mi “tieta“, Angelina… ¡Se va a quedar echa polvo! Me han dicho que a ella la han condenado a cadena perpetua. No sé qué es peor, si morir fusilada o estar encerrada entre estas paredes infames y a merced del hambre, el recuerdo y las torturas.
Un camión tapado con toldos espera arrancado a las puertas de esta funesta prisión. Varios guardias civiles y falangistas nos empujan a mí y a mis compañeras para subirnos al camión. Tienen que ser casi las cinco de la mañana y aún es de noche y antes de arrancar, solo oímos gritos desde las celdas. ¡Sé fuerte, Carme! Me gritan la mayoría.
>>La multirepresión de la dictadura franquista<<
Creo que nos llevan al Camp de la Bota, desde donde casi se oye el rugir del mar. El camión arranca y en el camino no deja de dar saltos y moverse.
Hemos llegado, nos bajan del camión con la misma poca consideración que al subirnos. Andamos unos 20 metros hasta que nos colocan a mí y a nueve mujeres más la una junto a la otra a medio metro de distancia. A dos metros por detrás, un muro que seguramente guarde durante mucho tiempo las marcas de la injusticia y de la crueldad.
En esta España tan negra, tienen la desfachatez de pasarte por delante la cruz para que la beses incluso antes de que la carne se te abra de un disparo de fusil…
¡Carguen armas! ¡Apunten! ¡Fuego!
Esta mañana a las cinco me van a fusilar. […] Te deseo muchos años de vida y de salud. Ya notificarás a mis hermanos, sobrinos y amistades que me han fusilado y que yo rogaré por todos para que no os falte nada. […] Tenga mucho valor para resistir este golpe. Sólo pido perdón por todos los otros compañeros, y justicia, ya que yo no he podido disfrutar de ella. Tú ya sabes que matan a una inocente.
En homenaje a Carme Claramunt, la primera mujer catalana fusilada por la dictadura franquista el 18 de abril de 1939, y en homenaje a todos los fusilados, hombres y mujeres, por la dictadura franquista.