Granada 1.502, las cenizas de nuestra historia
En 1502 las paredes de la plaza Bib-Rambla de Granada se iluminaron con las llamas que arrasaron con miles de volúmenes en árabe.
“Un día muy triste para España y toda la cultura de Al-Ándalus, porque ganó la barbarie sobre la intelectualidad”. Ibrahim López, Portavoz de la Mezquita por la Paz de Granada.
Tras las Capitulaciones de Granada, se daba por concluida la conquista de las tierras nazaríes. Este acuerdo establecía que los derechos de religión, cultura, oficios, pertenencias, habla y costumbres de la población sometida, serían preservados ad aeternum.
No obstante, a los pocos años, estos derechos fueron progresivamente recortados en una serie de pragmáticas dictadas por la Corona de Castilla. La violación del acuerdo internacional entre el Reino de Granada y la Corona de Castilla causó, como es normal, un paulatino malestar entre la población local, que reclamaba la continuidad prometida sobre sus derechos naturales.
El Cardenal Francisco Ximénez de Cisneros acude en 1.499 a la ciudad de Granada, con el ideario de dar modélico escarmiento a la población nativa. Mediante una política de violencia y represión, decidió que la manera de acabar con el malestar reinante era hacer una conversión forzosa de los musulmanes del sometido Reino de Granada. Esta salvaje campaña acabaría desembocando en las Revueltas del Albayzín, en las que se reclamaba el cumplimiento de las capitulaciones.
La respuesta castellana fue fulminante. Cisneros aprovechó esta situación para dar orden de tomar la Madraza, la universidad pública granadina, fundada por Yusuf I en 1.349 (también protegida por las capitulaciones), que fue clausurada y su biblioteca quemada públicamente el 23 de febrero de 1502 en la Plaza de Biba Rambla.
El biógrafo de Cisneros, Alvar Gómez, habla de cinco mil libros quemados, mientras que Echevarría, en sus “Paseos por Granada y sus contornos” dice que un millón veinticinco mil. La Madraza se reconvirtió en Cabildo en 1.500.
“Para desarraigarles del todo de la sobredicha su perversa y mala secta, les mandó a los dichos alfaquís tomar todos sus alcoranes y todos los otros libros particulares, cuantos se pudieron haber, los cuales fueron más de 4 o 5 mil volúmenes, entre grandes y pequeños, y hacer muy grandes fuegos y quemarlos todos”. Juan de Vallejo, notario del Cardenal Cisneros.
Obviamente, la mayor parte de estos volúmenes no eran sobre religión, sino sobre medicina, astrología, literatura, filosofía e historia.
Esta quema ha sido de las más grandes que han ocurrido en Europa. Cabe aclarar que, mientras que en Castilla la costumbre era escribir en pergamino, por lo que los libros eran un bien caro y muy escaso, que poca gente se podía permitir, en Al-Ándalus primaba el papel, y los diferentes legajos se podían adquirir de forma fácil y barata en los zocos de sus ciudades.
Los libros que se salvaron de las llamas (unos 4.000) fueron llevados a Alcalá, lejos de la mayoría morisca que podía leerlos y sacarles mayor provecho, según cita “llevándoselos de Granada, donde estaban sus lectores naturales y podían ser de más provecho“, tal y como nos relata el profesor de la Universidad de Granada Javier López Gijón. Posteriormente, Felipe II ordenó su traslado a la Biblioteca de El Escorial. Granada ha reclamado en diversas ocasiones la devolución de esos volúmenes, sin que se haya fallado a favor de la capital andaluza.
“[La devolución de los libros nace de] la absoluta necesidad de que Andalucía vaya recuperando su memoria histórica, teniendo como base su bagaje histórico y cultural perdido, que configura su identidad real”. Coordinadora Garnata 2000.
Los libros se quemaron para que el olvido triunfase sobre la memoria, para desarraigar a un pueblo, precisamente lo que pretendía Cisneros con la quema de Biba-Rambla.
Así, Granada pasa a la historia como una de las mayores tragedias en pérdidas de libros por el fuego. La mayor de todas fue la que aconteció en la Gran Biblioteca de Alejandría, que contendría entre 20.000 y 50.000, la siguiente los incontables rollos de papiros carbonizados por Shi Huandi en China. Estos dos son, según muchos autores, las dos mayores pérdidas de libros de la historia por incineración. En tercer lugar suele situarse la de Granada de 1.502. Los siguientes lugares en tan lúgubre historia pertenecen a La Hoguera de las Vanidades de Savonarola de 1.497, los nazis en 1.933, Pinochet en 1.973 y Argentina en 1.980.
“Aún podemos recuperar su memoria”. Javier López Gijón, profesor de la UGR.
Aún fue mayor la pérdida, pues Cisneros sirvió de inspiración directa para otro acto mayor de destrucción de documentos y literatura única: la quema de los libros mayas. Perpetrada por el también franciscano y estudioso del mismo centro Fray Diego de Landa, quien en 1.562 y para facilitar la conversión de los mayas, siguió el ejemplo del arzobispo de Toledo. Nos legó sus propias palabras relatando estos hechos:
“Usaba también esta gente de ciertos caracteres o letras con las cuales escribían en sus libros sus cosas antiguas y sus ciencias, y con estas figuras y algunas señales de las mismas, entendían sus cosas y las daban a entender y enseñaban. Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosas en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena“. Esos volúmenes, que nunca se podrán recuperar, atesoraban la información de cómo vivían y pensaban los mayas, la civilización más literata de la América precolombina.