Recuerdo que hace varios años se usaba en la izquierda la expresión “venda en los ojos“, para hacer referencia a lo ciegos que estaban los que creían la manipulación mediática de los medios de comunicación en poder de las diferentes oligarquía locales. Hace tiempo que no oigo esa expresión, y si la oyera, la consideraría desfasada.
La manipulación mediática ha subido varios niveles de intensidad desde entonces, a causa de la explosión de la izquierda en América Latina, a la que había -y hay- que criminalizar para que no cunda su ejemplo. Los dueños de los medios de comunicación, bien saben que se encuentran en medio de una lucha de clases, y que en una batalla no hay que conformarse con mantener la posición, sino que se debe avanzar hasta derrotar totalmente al enemigo. Y en eso están.
Ya no necesitan una venda en los ojos de nadie, porque han logrado vencer en la batalla de las ideas. El imaginario colectivo es suyo. Se han impuesto de tal manera que no solo han acabado con la capacidad crítica de sus clientes -la información no es un derecho, sino un negocio-, sino con la confianza en ellos mismos. Han anulado sus sentidos.
¿Cómo? Con una estrategia de bombardeo sistemático de los mismos conceptos. Ideas-fuerza como que la izquierda es miseria, y que los empresarios son los que crean la riqueza, han servido como base para anular la credibilidad de todos los medios de comunicación alternativos que se oponen esos argumentos.
Hace unos días el New York Times (NYT) nos ofreció la prueba palpable. La administración de Donald Trump asentó la idea de que Nicolás Maduro fue quién, por medio de sus fuerzas policiales, quemó uno de los camiones de ayuda humanitaria que intentaban entrar ilegalmente en Venezuela. Desde el primer minuto salieron a la luz vídeos que demostraban que el incendio lo provocaron los opositores venezolanos desde el lado colombiano de la frontera.
En varios documentos de vídeo se les veía en el lado colombiano fabricando cócteles molotov, ellos mismos decían que estaban esperando órdenes, y más tarde se les veía lanzado esas armas caseras hacia el lado venezolano, una de ellas cayó en uno de los camiones y empezó el incendio.
Pese a ese material disponible, la mitad del mundo no creyó a sus ojos, que pese a que veían la evidencia, creían lo contrario a la realidad, el relato de la administración estadounidense replicado por los medios de comunicación en poder de las diferentes oligarquías locales.
La mentira ha sido tan flagrante que el NYT, periódico que se podría catalogar sin problemas de antichavista, ha publicado unos vídeos en los que confirma la versión del gobierno de Nicolás Maduro, fueron los guarimberos quienes lo quemaron. Ha sido en ese momento, cuando los idiotizados -que no idiotas- por la manipulación mediática han obtenido el permiso para creer a sus ojos.
Esta situación es peligrosa, porque no solo muestra que el campo conservador tiene el poder para imponerse en la realidad cotidiana en la inmensa mayoría de países del mundo, sino porque muestra que el campo progresista, en pleno abandono de sus posiciones más representativas por oportunismo electoral, no tiene la más mínima capacidad para frenar la ola fascista que se empieza a imponer en el mundo gracias precisamente a la manipulación mediática, que señala a Nicolás Maduro como un cruel dictador y el ejemplo a no seguir, mientras silencia la represión de Jair Bolsonaro, la pobreza que ha traído el giro neoliberal de Lenín Moreno, el terrorismo de estado de Juan Orlando Hernández y la miseria basada en la precariedad laboral del Régimen del 78 en España.
Ahora esos mismos medios que engañaron con el incendio, dicen que el apagón en Venezuela es culpa de Nicolás Maduro, ¿los volvemos a creer o esperamos a que uno de esos medios tenga cargo de conciencia y quiera rectificar? ¿Que EEUU esté dando un golpe de estado de manera pública en Venezuela, y haya hasta intentado tomar el puesto fronterizo más cercano a la frontera por donde quería pasar el convoy no indica que están dispuestos a todo?
¿No? Pues incluso Forbes, defensora a ultranza del capitalismo en fase neoliberal, ha dado veracidad a los argumentos de Nicolás Maduro de que podría deberse a un ataque informático, porque pese a que Juan Guiadó diga que los controles de el Guri son analógicos, no lo son, tal y como han llegado a expresar ingenieros antichavistas como José Aguilar, afecto al golpe de estado del diputado.