Lenín Moreno lidera el desmantelamiento de la izquierda latinoamericana
Con la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, -gracias a que la dictadura de Michel Temer encarceló al único que lo superaba en las encuestas, Lula da Silva-, la lógica señalaba que fuera el fascista el que cumpliera los deseos de Donald Trump y desmantelase las instituciones antiimperialistas surgidas al calor de la ola bolivariana.
Sin embargo ha sido el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, el que ha dado un paso que ni Jair Bolsonaro se ha atrevido a dar: la estocada final a la Unión de Naciones del Sur (UNASUR). Ya se sabe que la fe del converso es muy poderosa, y a fin de cuentas, Lenín Moreno sabe que su carrera política se acabó hace tiempo, no en vano ha delegado sus funciones en varios tecnócratas que se mantienen en la oscuridad, muy lejos de la luz que otorgan los votos en las urnas, mientras el presidente se dedica a dar largos viajes alrededor del mundo.
La UNASUR es una institución planteada por el presidente de Venezuela Hugo Chávez como alternativa a la OEA en América del Sur. Un espacio de encuentro para los países suramericanos sin Estados Unidos (EEUU). Gracias a la favorable correlación de fuerzas con la que contaba la izquierda hace una década, el venezolano consiguió que todos los países de la región -incluso los gobernados por la derecha proimperialistas- se unieran a su nueva construcción diplomática.
Esto resultó en una rebaja drástica del poder de influencia de los Estados Unidos en Suramérica. El conejo militar de la UNASUR provocó el fin del entrenamiento militar en la Escuela de las Américas -de donde han salido los militares golpistas de las últimas décadas-, cambiándolo por entrenamientos conjuntos entre los países de la región, toma consensuada de decisiones, respeto a la soberanía de los países, fin de los golpes de estado, soluciones dialogadas de los conflictos gracias a la mediación de las naciones de la región, acuerdos económicos alejados del neoliberalismo…
La UNASUR fue la cristalización de la visión de la izquierda de la política exterior y la diplomacia. Ecuador fue uno de los países más beneficiados por el nacimiento de la organización supranacional, ya que su sede estaba dentro de sus fronteras, un impulso diplomático enorme a un país que hasta entonces había tenido muy poco peso en la Comunidad Internacional.
Desde ese momento el país, en ese entonces gobernado por Rafael Correa, vio llegar a delegaciones presidenciales suramericanas que arribaban al país para tratar asuntos de política internacional, y decidir soluciones que realmente se aplicaban, lejos de las cumbres neoliberales en las que suele haber buenas palabras y ningún mecanismo que las haga cumplir.
El ejecutivo ecuatoriano era el encargado de llamar a los diferentes presidentes, ministros y cancilleres para tratar los problemas que surgían en el sur del continente, obteniendo un protagonismo diplomático que fortaleció las posturas de Ecuador en foros tan importantes como la ONU.
Con el regreso de la derecha al continente, y la subsiguiente pérdida de la correlación de fuerzas favorable a la izquierda, el imperialismo ha logrado imponer de nuevo a la Organización de Estados Americanos (OEA) como foro diplomático en América. Relegando a la UNASUR a la marginalidad, ya que muchos de sus miembros -los países gobernados por la derecha- han abandonado el bloque, permitiendo a su vez injerencias en países como el golpe de estado en curso en Venezuela.
Lenín Moreno no solo ha aplicado el neoliberalismo en Ecuador, contra el programa con el que él mismo se presentó a las elecciones, sino que ha liderado el regreso del imperialismo más violento y golpista que se recuerda en décadas. Ha maniobrado para allanar el camino a Donald Trump en su guerra contra el gobierno de Venezuela -por ahora, si derroca a Nicolás Maduro, la Nicaragua de Daniel Ortega y la Bolivia de Evo Morales vienen después-, sin importar que su país pierda con ello el peso diplomático y la credibilidad conseguida gracias a la UNASUR y a una acertada política internacional que abogó por la independencia del país frente a injerencias extranjeras, y al respeto a la soberanía de los países.