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100 años de la Asamblea Andalucista de Córdoba y la aprobación del Manifiesto de la Nacionalidad

Este 25 de marzo se cumplen 100 años de la Asamblea Andalucista de Córdoba. En ella, se aprobó el Manifiesto de la Nacionalidad o Manifiesto Andalucista. Uno de los hechos más importantes en la historia de Andalucía. En este artículo se pretende responder a las siguientes preguntas:

  • ¿Qué pide este manifiesto, la independencia o mayor autonomía para Andalucía?
  • ¿Se trata del primer nacionalismo andaluz?
  • ¿Qué lleva a la redacción de este documento?
  • Y, sobre todo, ¿Tiene sentido?

Los creadores del Manifiesto fueron los siguientes: Blas Infante; Por el Centro Regionalista Andaluz de Jaén, Inocencio Fé, Emilio Álvarez, Juan García Jiménez y Manuel Rosi (Secretario); Por el Centro Regionalista Andaluz de Córdoba, Dionisio Pastor, Eloy Vaquero, Francisco Azorín y Francisco Córdoba.

Blas Infante con los otros padres del Manifiesto de la Nacionalidad
La Asamblea Andalucista de Córdoba

El andalucismo como movimiento se ha estado gestando y ha dado un buen número de pasos desde la creación del primer Centro Andaluz, en Sevilla. Como antecedente cuenta con la Asamblea de Ronda de 1918, donde se sentaron las bases asumiendo tanto la Constitución de Antequera como las insignias (bandera y escudo andaluces). La Asamblea de Córdoba de 1919 viene a continuar la labor de la de Ronda.

Reunidos en el Centro Obrero Republicano de la calle Barroso de Córdoba, y dirigidos por Blas Infante, se reúne en Córdoba entre los días 23 y 25 de marzo de 1919 una asamblea de los núcleos andalucistas para analizar las problemáticas de Andalucía. El resultado es confirmar el Manifiesto de la Nacionalidad que se redactó el 1 de enero ese año, conformada como un escrito dirigido a un tiempo al gobierno español y al pueblo andaluz, expresando con exactitud y precisión las causas y soluciones a dicha situación. Se reconoce como problema de base el de la distribución de las tierras. La solución indefectiblemente propuesta por la Asamblea es esta: expropiación a los grandes terratenientes para ser municipalizados, y creación de Sindicatos de Jornaleros.

Escenario geopolítico

En el reciente final de la Primera Guerra Mundial, se vive una crisis económica y de suministros que, como de costumbre, afecta a las clases más bajas.

Entra en escena la Doctrina Wilson sobre el Derecho de Autodeterminación de los Pueblos. Acabada la Revolución Rusa (1917), los soviets sembraron un precedente para la construcción de un nuevo mapa geopolítico de pueblos-naciones, y las noticias que se esparcían hacia occidente prometían una nueva visión del mundo que enamoró a los más desposeídos y oprimidos.

En España, el Régimen de la Primera Restauración Borbónica estaba cayendo. Los sucesivos años de partidos caciquistas habían acabado con cualquier forma de contentar al pueblo. El ejército africanista provoca varias crisis que desembocan en la creación de las Juntas de Defensa. La represión está a la orden del día: En agosto de 1917 la huelga general fracasa por la no asistencia del ejército y la mayoría de los partidos políticos, y es seguida de fuertes medidas por parte de la policía y hasta la artillería, causando muchas bajas.

Andalucía vivía una serie de agitaciones campesinas por la insostenibilidad de las clases jornaleras, llevando a muchas comarcas al borde de la insurrección. Se vive con crudeza la confrontación entre clases de lo que se conoce como El Trienio Bolchevique (1918-1920). Hace pocos meses se usa por primera vez “Viva Andalucía Libre”, un grito que ha calado ya en esta época, que queda recogido en la segunda parte de este manifiesto.

>>Un grito que dura cien años<<

Hablamos de un titánico esfuerzo por levantar a Andalucía del barro. Por convertir las aspiraciones de poder vivir con unas condiciones mínimamente dignas. Por hacer de Andalucía un ente político respetado y una conciencia. Hablamos de Blas Infante.

Se rompe aquí una estrategia regionalista planteada desde el conflicto entre referencias universales o españolistas (CNT, PSOE), que adolece de un proyecto para Andalucía. La clase obrera se organiza, se levanta, sufre aún más represión, pero no hay avance, no hay un proyecto para devolver al pueblo lo que necesita, un plan para organizarse en pos de un horizonte más brillante para Andalucía en el campo, la industria, los derechos sociales…

La organización andalucista toma forma en las asambleas regionalistas, que cobraban fuerza, recuperando el espíritu de la Constitución de Antequera de 1883. Primero vino la de Ronda, en 1918. A raíz de ésta, el 1 de enero de 1919 se redacta el Manifiesto que se aprobaría en Córdoba el 25 de marzo.

Hay que leer la citada Constitución de Antequera para comprender que Andalucía exige de manera urgente medidas sociales. Se pide una universalización y reconversión pública de organismos como la sanidad y la educación o la justicia.

En el Manifiesto de la Nacionalidad tenemos por primera vez la calificación de Andalucía como “realidad nacional” (hecho que recoge el preámbulo del actual Estatuto de Autonomía), así como la necesidad de constituirse en democracia soberana y autónoma.

“El Manifiesto andalucista de Córdoba describió a Andalucía como realidad nacional en 1919, cuyo espíritu los andaluces encauzaron plenamente a través del proceso de autogobierno (…). Hoy, la Constitución, en su artículo 2, reconoce a Andalucía como una nacionalidad”. Estatuto Andaluz de Autonomía.

Andalucía le echa en cara al joven estado español el olvido y marginación que viene sufriendo desde que se la anexionaran. Que no se le haya escuchado en todo este tiempo cuando se le reclama unas condiciones dignas, equiparables al del resto de la península. Rechaza el posicionamiento militarista que aún mantiene y que le ha lastrado durante toda la historia, como pueblo pacifista. Reclama una voz igualitaria, un reparto de los bienes y una estructura socialista.

Orígenes y evolución del nacionalismo andaluz

Andalucía siempre ha estado ahí. Andalucía se sabe soberana y libre, y durante milenios ha tenido personalidad propia. Se puede perfectamente hablar de pueblo, de Nación. Y esta nación, pacífica como es, se declara combativa contra la opresión, pues es amante de la libertad, propia y ajena. Andalucía canta “Sea por Andalucía libre”, pero también reclama lo mismo para Iberia, los pueblos y la humanidad.

Por esto, aunque enemiga de la violencia, Andalucía se ha levantado incontables veces por su soberanía desde las Capitulaciones de Santa Fe. Soberanía como Nación, dentro o fuera de un estado, pero con libertad para decidir. Como pasa con tantos otros nacionalismos oprimidos, Andalucía ha sufrido represión cada vez que ha pedido libertad, hecho este que valida completamente su argumentario por parte de quienes señala como opresores. Desde los Levantamientos Moriscos hasta las revoluciones cantonales, Andalucía clama por salir de la pobreza, del control central, exige ser dueña de su suelo, de sus costumbres.

Cuando en el siglo XIX se crea la nación española, Andalucía se manifiesta a través de la Junta Soberana en Andújar (Jaén) en 1836. Andalucía siempre ha tenido su identidad, socialista y revolucionaria, y se ha mostrado de manera política en numerosas ocasiones antes aún de este siglo. Sus raíces son profundas, su causa, ignorada durante muchísimo tiempo, pero su fuego no se ha extinguido. El sentimiento secesionista dura siglos, y los motivos que lo sustentan aún siguen vigentes. En tanto Andalucía no tenga el control de Andalucía, de lo que es, de sus recursos, en tanto la clase trabajadora no pueda vivir para sustentar la explotación y no existan los medios para cambiarlo, no habrá reposo.

El andalucismo no pide que Andalucía sea ni más ni menos que cualquier otro pueblo. Quiere que se le respete. Quiere ser dueña de su patrimonio, libre para elegir, que no se le veje culturalmente, que pueda gestionarse. A Castilla, y después a España, pues, ha correspondido siempre decidir si quiere una Andalucía igualitaria dentro de sus fronteras o fuera de ellas, pero la respuesta ha sido siempre la misma, con Andalucía y con otros pueblos.

Las bases del nacionalismo andaluz a comienzos del siglo XX

Hay que entender que este texto no se trata simplemente de unas aspiraciones nacionalistas en base a cuestiones tales como económicas o culturales. La situación del pueblo andaluz seguía siendo desesperada. No se puede repetir demasiadas veces este factor: El hambre hostigaba a la clase trabajadora, y la burguesía, de origen foráneo, no hacía nada por su pueblo de ninguna de las formas. El sentimiento de nación de Andalucía culturalmente hablando es mucho más antiguo, al ser un pueblo con identidad propia en todos los aspectos culturales, pero nunca se ha movido un nacionalismo de base andalucista por razones de cultura.

Tampoco la economía política ha afectado a estos movimientos, dado que la burguesía no ha participado del andalucismo salvo en momentos puntuales y principalmente a partir del siglo XX, haciéndose más desde las instituciones; sin embargo, no son casos destacables. Esta es una seña de identidad en el nacionalismo y el independentismo andaluces.

El motor del andalucismo ha sido la miseria y el hambre. No en vano, Blas Infante, Padre del Andalucismo Moderno, nos habla así de la figura del jornalero, que marca su ideario político:

“Yo tengo clavada en mi conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales…”. Blas Infante, El Ideal Andaluz.

Pocos años han pasado desde que Cuba se declara independiente. Pese a los siglos de colonización de América y el subsiguiente expolio, y aunque gran parte de la gente que partió fue andaluza, lo han hecho como meros peones, trabajadores por cuenta ajena, sin propiedad de tierras, que nuevamente se han repartido quienes ya tenían o bien como premio a las campañas militares. Las riquezas que se extrajeron del nuevo continente no sirvieron para para mejorar las estructuras, sino para engrosar las arcas de nobleza e iglesia. Siglos con la misma tendencia: ocupación y reparto de las tierras y las riquezas entre la clase privilegiada castellana, así en América como en Andalucía. Siglos de feudalismo, opresión, expolio, pobreza y hambre.

De este modo, el Manifiesto de la Nacionalidad no impulsa el secesionismo sino para paliar y acabar con la situación paupérrima en que malvive el pueblo. Dado el estrecho corsé en el que está encasquetado, la legislación española, no se pueden atacar las problemáticas concretas que desde el sur se padecen. Una de las más importantes es que las tierras, la riqueza y el trabajo siguen bajo el dominio de una extrema minoría. Así ha sido desde hace 400 años, desde la unificación del extinto Reino de Granada y el de Castilla.

Tras las revueltas moriscas, y también tras la expulsión de las habitantes originales, las tierras (ya bastante castigadas por el trato de tierra quemada utilizado durante la campaña para represaliar a quienes se sublevaron) se repartieron entre nobles y militares castellanos. Esta situación no se ha paliado, más bien al revés, desde que Andalucía fue colonizada por España. Ningún gobierno español ha atacado esta situación.

>>Análisis histórico y contexto político de la toma de Granada<<

El centralismo ha sido un gran facilitador de la desindustrialización de Andalucía, que ha relegado a esa tierra a un tiempo anterior a la Revolución Industrial. Andalucía ha dejado de ser la tierra próspera, referente mundial en muchos aspectos, que fuera durante la mayor parte de su historia. Anclada por cadenas a unas políticas que no la representan, que la utilizan, al fin ha caído a un hoyo del que costará sacarla sin quitarle esas cadenas.

Pero ahora, por fin, la Restauración Borbónica toca a su fin. Se respiran vientos de cambio.

Por ello, el Manifiesto de la Nacionalidad impulsa la tan necesaria reforma agraria que reformase desde la base la estructura del reparto de las tierras. También se recogen medidas en consonancia con la identidad del pueblo andaluz, como la separación entre iglesia y estado, la igualdad de la mujer, la estructura municipalista, expropiaciones de las tierras privatizadas, de las desamortizaciones, etc.

  • Preámbulo

“Sentimos llegar la hora suprema en que habrá de consumarse definitivamente el acabamiento de la vieja España”. Manifiesto de la Nacionalidad.

El Manifiesto comienza dirigiéndose al pueblo andaluz. Por orden, comienza con las instituciones: Representantes en Cortes, Diputaciones, Ayuntamientos… Y no resulta menos curioso que se incluyan a todo tipo de centros culturales, desde colegios hasta museos, pues el andalucismo es un movimiento cultural, además de político.

A continuación, relata las asociaciones agrícolas, industriales y comerciales, unificando la lucha de la clase trabajadora. Por último, apela a todo aquél que habita el territorio andaluz, llamándoles ciudadanos andaluces. Esta es la definición de andaluz que tiene este nacionalismo. No se basa en cuestiones genéticas, culturales o de ningún otro tipo: la ciudadanía andaluza siempre está abierta, en nacionalismo o regionalismo.

Este preámbulo contrasta de manera tangible el pasado de España con el de Andalucía. El primero habla de guerras, de conquistas, de imperialismo, mientras que la larga historia del pueblo andaluz es un rayo de luz, vital y creadora, bulliciosa y feliz, que en estos tiempos oscuros ha perdido fuerza, apagándose y perdiendo su lustre, aquejada de mil dolores y soportando con su sacrificio las ansias expansionistas e imperialistas del primero.

Cada habitante de Andalucía es un ser íntegro, que puede aportar mediante un sistema asambleario a la construcción de un futuro donde vuelva la luz, donde se recupere las perdidas libertades y la alegría. Como seres autónomos y desde la libertad que les corresponde, se hace este llamamiento a cada uno de ellos.

Primero: Abolición de los Poderes Centralistas

“Declarémonos separatistas de este Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la libertad; de ese Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los pueblos extranjeros. Avergoncémonos de haber sufrido y condenémoslo al desprecio o al perecimiento; esto es, al vacío del olvido absoluto en donde el recuerdo del malo se extingue, a esas castradas generaciones antecedentes, que nos hubieron de legar la deshonra de este Estado, por no haber concebido ni ejecutado en su inconsciencia, en su cobardía o en su maldad, el esfuerzo generoso que exigía de ellas la esperanza de una posteridad feliz. Reneguemos de los padres que despreciaron a los hijos, viviendo con la España antigua la historia estéril para el progreso humano de un pueblo inspirado por dogmas sombríos de muerte, que hiciera cruzada contra la naturaleza y la vida, forjando para España y para los españoles de hoy la prevención y el menosprecio universales.” Manifiesto de la Nacionalidad.

Andalucía no buscaba la secesión de España por el simple hastío de esta situación. De hecho, en este manifiesto se expone parcialmente como un comunicado al Gobierno Central para exigir una serie de reconversiones políticas y legales. El Andalucismo no es excluyente. Nunca ha ocultado su intención de poder realizar, si se dan las bases para ello, una confederación. Independizarse -bien parcial o bien totalmente- de España es una manera de obtener soberanía, de adjudicarse los poderes legislativo, ejecutivo y judicial con que poner orden en desfases sociales históricos que desde un gobierno central nunca se han acometido.

De reestructurar Andalucía como el pueblo reclama y se le niega, para poder vivir, y acaso convivir, teniendo voz y voto en su propio gobierno, en cómo ha de ser la Andalucía del futuro. Andalucía vive orgullosa de su pasado histórico (recién redescubierto para mucha gente), pero mira al futuro. Es municipalista, comarcalista y asamblearia.

Aunque este texto propone la separación de España leído de manera directa, lo que pretende es deshacerse de la vieja España. Queda, pues, en mano del estado, mediante su futuro tratamiento hacia Andalucía y su orientación general como estado, decidir si esta disgregación será total o federalista, pero queda claro que Andalucía no puede seguir siendo gobernada desde fuera.

Segundo: Andalucía Libre

Aún plenamente vigente también, este apartado nos habla de que aquellos integrantes del estado que ejercen la solidaridad se van percatando de que es el estado centralista el auténtico separatista. Sólo ellos esparcen la insidia y el ultraje entre los pueblos vivos. Estos pueblos (se menciona de manera explícita Cataluña y Euskal Herria) sólo pretenden gestionarse por ellos mismos, decidir lo que consideran mejor, pero la oligarquía estatalista usa la represión ante quienes creen que pueden decidir por ellos mismos, para imponerles sus instituciones, su manera de actuar, sus leyes, su cultura, su ideario. Subraya, también, que esta política de enfrentamiento acaba por enfrentar no a los pueblos peninsulares, sino al pueblo y al estado.

“A un individuo se le encierra en una prisión y, como pueda, de ella se escapa; a una familia, como sucede en nuestros municipios andaluces, se la persigue por el cacique, se le niegan los medios de vivir con justicia y dignidad y se alejará, como tantas se alejan, maldiciendo del municipio, de la manada de hombres cobardes que tales crímenes conscientes. Con este procedimiento se desintegrarán todas las nacionalidades vivas de Hispania”. Manifiesto de la Nacionalidad.

Establece un paralelismo entre los pueblos que ya recorrieron el camino de la separación del estado español y los que aún están dentro, pero insatisfechos. Otra de las señas de identidad del andalucismo siempre ha sido el internacionalismo.

El componente cultural

Ya desde el siglo XIX, y especialmente durante el franquismo, se realiza una estrategia de conquista cultural que se no basa únicamente -aunque también- en la imposición de la cultura del colonizador: Se trata de una revalorización de elementos andaluces, pero a través de una apropiación cultural. Así, el flamenco, antes menospreciado, se empieza a apreciar, pero haciéndolo suyo el Estado español.

En medio de esta apropiación, se aprovecha para inyectar elementos con una raigambre mayor en la meseta, como es la tauromaquia, pero siempre en elementos, como éste, que pueden dar un beneficio económico a la élite. Esta estrategia no sólo les sirvió para atenuar las señas propias andaluzas, sino para evitar una mayor cercanía del nacionalismo andaluz con otros de la península, al hacer que otros pueblos vieran a Andalucía como bandera de España.

Las grandes artistas andaluces se han visto obligadas a trasladarse a Madrid, primero para acercarse a la corte y a los medios que esto representa, y después para poder acceder a los círculos culturales dominantes. A raíz de esto no han sido pocas las veces en que se han presentado a figuras como Bartolomé Esteban Murillo como si fuera madrileño. El auge del nacionalismo, empero, ha logrado que las figuras del siglo XX sean reconocidas en su origen.

Por otra parte, aún a día de hoy en muchos sitios se identifica el habla andaluza con sinónimo de poca cultura. Pese a la escasa escolarización a la que se ha visto abocada la población agraria, son numerosos los filólogos que elogian el uso que se hace de la lengua en esas latitudes.

“Lo mejor que hace el pueblo andaluz es hablar; es decir, no sólo hablar, sino todo lo que tiene que ver con el habla”. José María Pérez Orozco, Catedrático de Lengua y Literatura.

También se ha ninguneado la historia andaluza. Teniendo uno de los mayores patrimonios desde el neolítico y habiendo sido referente desde mucho antes de Tartessos hasta la revolución industrial, la historia moderna se ha empeñado en desestimar la importancia que el sur de la península ha tenido durante milenios.

La cultura propia andaluza es tan innegable que los mismos poderes fácticos que manipulan términos como liberal, social, fascista o nazi, se empeñan en mostrar una imagen dividida de Andalucía. Andalucía siempre se ha considerado una, pese a que grupúsculos minoritarios de extrema derecha pretendan dar una visión de división del extinto “Reino de Granada” (entendiéndose sólo el período histórico en que ocupaba parte de Granada y Almería). No obstante, en ningún momento de su historia Andalucía ha pretendido dividirse.

Pese a su multitud de divisiones internas como comarcas, cantones e incluso provincias, Andalucía siempre ha sido un ente político y territorial. Pese a su diversidad cultural, del habla, gastronómica, de paisajes y accidentes geográficos, fauna, flora, modos y costumbres, los habitantes de Andalucía se han considerado siempre parte del mismo pueblo.

>>El capitalismo manipula el lenguaje como arma para someter a la clase obrera<<

Lo peor de toda esta política negacionista del nacionalismo español, sin embargo, es que ha tenido un grado de éxito tal que parte de Andalucía niega su propia historia o se avergüenza de su realidad lingüística a día de hoy. Se trata de menospreciar a pueblos como el tartésico, mientras historiadores extranjeros llaman la atención sobre la historia andaluza, como ya se hizo durante el romanticismo con el patrimonio artístico. Esta actitud del estado sólo consigue aumentar un sentimiento de opresión que, unido al resto de factores, hace que aumente la presión en el contenedor estanco que yace al sur de Despeñaperros.

“Andalucía jamás espiritualmente fue un pueblo servil. Fue creado por la Naturaleza pueblo de espíritu, señor. Y hoy, esclavizada, no sirve, manda. El amo que le puso Europa, España, ¿no es hoy andaluz ante la misma Europa, y ante el mundo entero?”. Blas Infante.

Tercero: Andaluces, Andalucía es una Nacionalidad

Tras explicar sucintamente las bases por las que Andalucía es una Nación, en base a historia, a cultura, territorio y pueblo diferenciado, vuelve a reclamar a los Poderes Centrales, para reclamar una soberanía equiparable a la de Catalunya, y la capacidad de organizar sus tres poderes, en consonancia con la Constitución de Antequera.

Se puede interpretar esta nueva vuelta a requerir al estado como una negación de la secesión inminente de Andalucía. En realidad, Blas Infante aún no ha dado la vuelta al poder central, le cree capaz del cambio ideológico tan necesario, pero ya no confía en las instituciones, ni en el estado en sí, y por eso apela al pueblo andaluz para que realice esta fuerza. En este punto no se descarta ninguna opción: la independencia o un régimen confederado o federado, pero de ningún modo se puede tolerar la situación que arrastra Andalucía.

Ello queda patente con la subsiguiente explicación de la capacidad de Andalucía para valerse por sí misma. Cuán ingenuo es darle crédito a este argumento cuando, a lo largo de la historia, sólo bajo dominación castellana ha sido dependiente. Andalucía posee patrimonio y riqueza agrícola, minera, industrial, mano de obra, conocimientos, comercio, etc. como para mantenerse, y puede valerse políticamente.

No sólo eso, sino que cuando más ha brillado Andalucía ha sido antes de ser subordinada. El paso de los tiempos, el cambio de prioridades de la riqueza, del comercio, de la política, no cambia para Andalucía su capacidad de autogestión. Tampoco cambia la necesidad de esta, si no es para más.

El argumento de la inmadurez, explica el texto, es el mismo que se usa para la esclavitud personal. El esclavo debe ser liberado, no se puede argüir que no está preparado para la libertad.

“Andalucía no es un pueblo de locos y de imbéciles incapacitados. Su incapacidad no es más que el yugo caciquil a la que la oligarquía de Madrid la somete”. Manifiesto de la Nacionalidad.

Por último, y en consonancia, pide para la Asamblea Andalucista el derecho de conceder autonomía a los ayuntamientos. Andalucía ha de regirse desde la base hasta arriba, el pueblo ha de ser soberano, asambleísta, y no ceder su soberanía cada 4 años, tal y como promueve la Constitución Federal de 1883. Andalucía cree en un sistema (con)federal, pero sólo cuando los pueblos puedan ser libres, y desde una alineación de cada uno de ellos con esta libertad. Esta libertad incluiría inclusive las leyes electorales propias, dando una auténtica autonomía y gestión a cada unidad.

Objetivos del Manifiesto

Se explica en este punto al pueblo andaluz los objetivos urgentes que han de perseguirse mediante estas medidas:

  • Resolver el hambre, convirtiendo al jornalero en labrador, revirtiendo la propiedad privada de suelo.
  • Cada municipio ha de ser el intermediario comercial de sus productos, sociabilizando así la producción y otorgando más poder a las localidades.
  • Los ayuntamientos realizarán la explotación empresarial que consideren pertinente, sin perjuicio de iniciativas individuales, pero poniendo el foco en lo público.
  • Potenciación de la cooperativización como medio de producción social y autogestionado, explotando los recursos municipalizados.

Este paquete de medidas conllevaría la libertad económica (no confundir con el liberalismo), establecimiento de democracias puras y mayor autonomía para pueblo o municipio. Asimismo, se apuesta por la cultura y la educación del pueblo, la igualdad y la justicia:

  • Creación de escuelas prácticas de Artes, Agricultura e Ingeniería, en función de cada región.
  • Enseñanza pública y gratuita en Centros de Enseñanza plenamente autónomos.
  • Cuerpo de enseñanza con becas en el extranjero para internacionalizar le educación más allá de las barreras de España, en un tiempo en que Europa representaba la vanguardia de la revolución social en contraste con España.
  • Reconversión de los viejos patrones españolistas para dar cabida a las manifestaciones andaluzas de la cultura.
  • Dignificación, respeto e igualdad a la mujer.
  • Gratuidad y descentralización de la justicia, creándose los órganos y personal necesario.
  • Establecimiento de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, con sus propias instituciones basadas y gestionadas únicamente por Andalucía.
Tercero: Federación Hispánica

“Amamos la hermandad con todas las nacionalidades peninsulares (…), que sólo formarán con las demás una potente supernación, cuando todas ellas sean libres dentro de la unidad; (…) Libertad y Federación, para el fin progresivo de todos los pueblos del mundo. La consagración de este principio ha sido el alumbramiento gigantesco de la guerra mundial”. Manifiesto de la Nacionalidad.

La solidaridad y la unidad de todo tipo sólo puede nacer desde el amor. El amor se basa en el respeto mutuo y la libertad. Sin estos ingredientes, ese amor nace muerto, la unidad está falseada. Y esto pasa cuando un nacionalismo opresor no escucha, no tolera, destruye cualquier diálogo de identidad, de necesidades propias; aquéllos que vuelven la espalda al hambre y a las necesidades de su tierra.

Se hace pues un llamamiento a las clases obreras, excluyendo a las clases acomodadas que se han alineado con la opresión. Se convoca a los sindicalistas para unirse a la lucha por la Nación, como medio de libertad, de dar trabajo y tierra al que la necesita, una justicia social que no puede esperar más. Se invita a los campesinos, creadores de la riqueza natural de Andalucía, de sus frutos, de su jardín más productivo.

Andalucía sufre, pero España no mira, los otros estados sí. Mientras, España hace oídos sordos, forzando a la Asamblea a alzar más la voz, a pedir que las habitantes de Andalucía se unan en un solo grito. La internacionalización del sufrimiento andaluz ha llegado con más fuerza por la emigración consecuencia de las condiciones insostenibles.

Por ello, la clase campesina ha de ser quien se organice con el andalucismo para recuperar la tierra. Es necesario que no se vayan, sino que se queden, como emblema, como auténticos luchadores por la tierra física y para volver a levantar al pueblo una vez más. La desesperación no puede basar el movimiento de renovación, por ello la escapada no es una opción, sino la lucha contra las condiciones que llevan a ésta. La organización es la clave.

Andalucía, por medio de este manifiesto, no pretende reconvertirse a sí misma. La Asamblea Andalucista sabe que los poderes centrales no lo permitirán. Por ello, llama a forzar una reconversión desde Andalucía, una reforma de dichos poderes. Como última opción para incluir a España dentro del canto “¡Por Andalucía Libre, España y la Humanidad!”.

Posterioridad

Los tiempos que siguieron al Manifiesto de la Nacionalidad fueron convulsos, no sólo en Andalucía, sino en todo el estado: Huelgas, represión, altercados políticos.

El andalucismo, al contrario que otros movimientos nacionalistas, no llegó a concretarse en una opción política delimitada, por lo que el pulso continuo contra las corrientes estatalistas también de ideología obrera hizo que no tuviera la cosas fáciles. Sin embargo, el andalucismo seguía vivo y organizándose.

Con el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera, se clausuran por orden gubernamental los Centros del Pueblo y Blas Infante se exilia a Isla Cristina (Huelva), dedicándose a la cultura y a su familia, viajando y formándose.

Tras la muerte del dictador, el andalucismo tomará nuevos aires. Pero, como decía el escritor, “esa es otra historia, y debe ser contada en otra ocasión”.