El fenómeno Harry Potter ha vertido millones de litros de tinta. Su autora, J.K. Rowling, es la persona más rica del Reino Unido, incluso por delante de la reina. Con una nueva saga cinematográfica en curso, el mundo mágico ideado por la escritora inglesa sigue siendo un tema de actualidad, aunque el primer libro sobre el conocido mago, Harry Potter y la piedra filosofal, se publicó un ya lejano junio de 1997.
Muchas han sido las personas que empezaron a leer gracias a las aventuras de Harry Potter, Ron Weasley y Hermione Granger. La publicación de cada uno de los libros de la saga se convirtió en una fiesta mundial en la que todos, grandes y pequeños, esperaban con impaciencia entrar en las librerías para hacerse con la novela. Casi todos los temas que pueden tratarse han sido ya tratados, incluso desde un punto de vista político. Pero, ¿qué podemos extraer de Harry Potter desde este punto de vista?
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El contexto general
Empecemos por analizar el marco de referencia representado en los siete libros. En Harry Potter se nos presenta una sociedad de magos -los no magos, o muggles, tienen una participación muy menor- muy conservadora, con unas instituciones arraigadas y burocratizadas, y un gran rechazo a todo aquello nuevo o diferente. De hecho, es una buena caricatura de la sociedad británica.
Uno de los elementos más curiosos de la saga es el de los estados. Aunque los magos viven en una sociedad semiclandestina, casi sin contacto con el mundo muggle, resulta que en Harry Potter los magos dividen geográficamente sus aparatos administrativos exactamente igual que sus vecinos. Así, encontramos magos de España, Andorra, Luxemburgo, Liechtenstein, Brasil o Japón. Evidentemente, este hecho se debe a que J.K. Rowling no prestó importancia al hecho, o pensó que sería más fácil para los lectores identificarse con los personajes si vivían en un mundo más parecido al suyo.
En la cuarta entrega, Harry Potter y el cáliz de fuego, los hermanos Weasley mencionan la participación de Escocia, Inglaterra y Gales en el Mundial de Quidditch; además, Irlanda juega la final contra Bulgaria. Aunque esto pudiera parecer que estos países gozan de cierta autonomía, en realidad se debe a que en el mundo real, cada uno de ellos tiene sus propias federaciones deportivas, participando individualmente en las competiciones internacionales -con la excepción de los Juegos Olímpicos, en los que solo pueden participar estados-.
Existe un Ministerio de la Magia de la Gran Bretaña, en contacto puntual con el propio gobierno británico, dividido en departamentos y con sede en Londres. Además, también se menciona la existencia de tratados internacionales entre los distintos países, como el Estatuto Internacional del Secreto Mágico.
Si nos centramos en el propio argumento, la saga se sitúa dentro del género fantástico, género que ha estado dominado tradicionalmente por la dicotomía entre el bien y el mal, enfrentados el uno con el otro; no obstante, es muy interesante el separador que divide entre este bien y este mal en Harry Potter, puesto que en ocasiones es poroso y difícil de delimitar.
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Los malos de la saga
Entre los “malos” de la saga encontramos diferencias, pero en general podemos afirmar que el denominador común que une a estos personajes es el racismo. Dentro de la sociedad de brujos existe una corriente de opinión que considera que los únicos que deberían practicar la magia son los sangre pura, es decir, aquellos que tienen generaciones de familiares que practican la magia. En Harry Potter, los únicos que pueden practicarla son aquellos que nacen con este poder, aunque a veces aparece un mago en una familia muggle.
Estos brujos y brujas que consideran que solo los sangre pura deberían practicar la magia no ven con buenos ojos que los sangre sucia, es decir, los nacidos en familias muggle, puedan aprender a utilizar la magia que poseen. En la saga de Harry Potter, ambientada en la Gran Bretaña, los magos estudian en Hogwarts, escuela de Magia y Hechicería. Para los sangre pura, la asistencia a dicha escuela debería restringirse solo a sus familias y a aquellas que tuvieran un estatus de sangre maga. Así, lo que les definiría como colectivo es un concepto racista de separación según la sangre.
Dentro de este colectivo de los sangre pura, existe una segunda corriente que considera que todos aquellos que no secundan sus opiniones son unos traidores. Lucius Malfoy, uno de los principales antagonistas de la saga, y padre de Draco, el enemigo escolar de Harry Potter, considera en alguno de los libros que Arthur Weasley es un traidor por su amor hacia los muggles. En este sentido, estaríamos hablando de fascismo, además de racismo, ya que se ataca a todo aquel que no comulgue con sus ideas.
Finalmente, hay un tercer colectivo que, además de racista y fascista, es totalitarista. Este es el caso de Lord Voldemort y sus seguidores, los mortífagos, que además de limitar el uso de la magia y atacar a todos aquellos que no piensan como ellos, opinan que deberían dominar ambos mundos, tanto el mágico como el muggle, puesto que se consideran superiores al resto. Además, Voldemort se erige como una figura poderosa e incontestable, a la que todos sus seguidores deben obedecer sin ningún tipo de contestación.
Por supuesto, muchos analistas y autores han visto en el régimen implantado por Lord Voldemort en Harry Potter y las reliquias de la muerte paralelismos con el régimen nazi de Adolf Hitler. La supresión del diferente, el intento de dominio de todos los actores y la separación entre seguidores y enemigos. En Harry Potter, los “buenos” son, al final, todos aquellos que se oponen a la victoria de Voldemort.
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Los “buenos” en Harry Potter
Al ser los héroes de las novelas por contraposición al régimen tiránico y racista que pretende instaurar Lord Voldemort, los considerados “buenos” en Harry Potter son un amalgama de personajes de distintas procedencias y condiciones. El principal protagonista, el joven que da nombre a la saga, por ejemplo, se convierte en enemigo de Voldemort desde su nacimiento. Con un año el señor oscuro intenta asesinarlo, matando a sus padres por el camino, así que en su lucha se suma un sentimiento de venganza, además de la amistad que le une con algunos de los objetivos racistas de los mortífagos -como su amiga Hermione Granger, considerada de sangre sucia por ser hija de muggles-.
Evidentemente, otro de los colectivos que encontramos entre los virtuosos son los propios sangre sucia. Excluidos de formar parte del régimen totalitario, se ven obligados a luchar por su supervivencia en el mundo mágico. A parte de la ya mencionada Hermione Granger, en esta comunidad encontramos a los hermanos Creevey, Edward Tonks, Dean Thomas o Dirk Cresswell. Objetivos de los mortífagos, la mayoría de ellos son asesinados en la última entrega de la saga literaria.
Finalmente, también forman parte de la resistencia contra Voldemort muchos magos y hechiceros de sangre pura o mestiza que consideran que no se debe diferenciar entre unos y otros; además, también consideran que se debe respetar a los muggles, aunque la mayoría defiende mantener el mundo mágico escondido de la gente normal, puesto que, en caso contrario, y como explica Rubeus Hagrid en Harry Potter y la piedra filosofal, todos querrían soluciones mágicas a sus problemas. Algunos de los magos más destacados de este colectivo son Albus Dumbledore, Minerva McGonagall o la familia Weasley.
A lo largo de las novelas, los contrarios a Lord Voldemort forman una liga, llamada Orden del Fénix, que consiste en una especie de organización antifascista que agrupa a personas de confianza, con el objetivo de impedir el ascenso al poder del poderoso hechicero. Aunque al final no consiguen su meta, este conjunto agrupa los valores de unión, a pesar de las diferencias entre los miembros, ante la amenaza de la imposición de un régimen fascista.
Conclusiones
A pesar de ser una saga de ficción, ambientada en un mundo mágico en el que conviven hechiceros y personas corrientes, en Harry Potter podemos hacer una lectura antifascista, ya que aquello que divide a los personajes durante el argumento es su posición entre el racismo y la instauración de un régimen fascista. Por un lado, están aquellos que pretenden gobernar de manera totalitaria a todas las comunidades, mientras que, por el otro, se encuentran aquellos que opinan que nadie es mejor al resto en función de su procedencia.
La verdadera magia de Harry Potter es que ha enseñado, durante décadas, a millones de personas en todo el mundo la importancia de valores como la tolerancia, la amistad y el respeto por las diferencias.