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La defensa del medio ambiente y el sistema actual

No hay planeta B“, “si el planeta fuera un banco ya lo habrían rescatado“. Son algunos de los lemas que los más jóvenes gritan cada viernes en las calles de muchas ciudades, para reclamar un plan de choque para frenar el cambio climático que, no olvidemos, según las perspectivas más optimistas da a la sociedad once años para poder revertir la situación. Pero, ¿es posible hacerlo sin dar una vuelta drástica al sistema? La respuesta es no.

En este artículo no se trata de posicionarse a favor o en contra del ecologismo, ni se pretende censurar ningún movimiento; es más, es muy positivo que los más jóvenes salgan de sus clases para manifestarse en pro de un futuro en el que poder vivir, pero las medidas que hay que poner en marcha son muy profundas y en pocas ocasiones han pedido poner fin al modelo económico, al modelo productivo, ni se critican las medidas estrella en favor de la ecología.

Para empezar, hay que definir aquello que conocemos como medio ambiente. El medio ambiente es el conjunto de componentes físicos, químicos, biológicos y sociales capaces de causar efectos directos o indirectos, en un plazo corto o largo, sobre los seres vivos y las actividades humanas. (Definición de la conferencia de Naciones Unidas de Estocolmo en 1972).

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Actualmente se está poniendo el foco en el reciclaje de materiales y la separación en origen, en las emisiones de los vehículos en las ciudades, en los plásticos que pueblan nuestras costas y en cuáles son las medidas o políticas a tomar, separación del ciudadano en su casa de los materiales, fomento de los vehículos eléctricos o híbridos y el cobro de las bolsas de plástico. Como se aprecia, el foco está puesto en la actuación del ciudadano, cosa que no tiene que ser negativa per se, pero como apoyo a otro tipo de políticas -que no se realizan o que se aplican de forma poco implicada- por parte de las administraciones.

Por ejemplo, la separación de los materiales en origen, en principio parece una buena medida, pero si miramos mas allá podemos ver que la gestión de esos residuos separados acaba en manos privadas, que con el trabajo de triaje ya realizado, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo que hubo en el sector, venden ese material con más calidad a plantas de reciclaje, o lo procesan para obtener producto terminado.

Nadie está animando a que no se recicle, puesto que es algo beneficioso, pero con este ejemplo se pone de manifiesto que una de las medidas básicas de todas las políticas de gestión de residuos, no esconde sino un interés económico de grandes empresas.

Lo mismo ocurre cuando nos animan a sustituir nuestros coches alimentados con combustibles fósiles a hacerlo con vehículos eléctricos, pero por el camino se saltan que la producción de energía en este país, por desgracia, aún sigue dependiendo en buena parte de esos mismos combustibles fósiles; si bien es cierto que el uso del carbón bajó su uso desde 2014, lo hizo solo en un 0,9% del total, tomando el 100%, siendo en 2018 un 9,6% del total de la energía producida.

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En el caso de la energía de ciclo combinado, que usa generalmente gas para la combustión, el uso se redujo en un 0,5% , siguiendo el mismo indicador anterior, pero este formato es el que más energía genera actualmente, llegando al 24,6% del total. En cuanto a las renovables, su uso actualmente está en un nada desdeñable 40,1% del total, pero venimos de 2014 con un 42,2%.

Tampoco nos hablan de una de las industrias más contaminantes del mundo, como es la extracción de litio, que se usa en las baterías de esos coches. La minería de litio, aparte de ser una cicatriz en el paisaje, deja residuos peligrosos procedentes de la lixiviación con ácido sulfúrico y la calcinación con sales de sulfato que consumen una importantísima cantidad de agua, además de la generación de residuos y la contención de esos residuos líquidos en balsas, como la de Aznalcollar, que propició en el 1998 uno de los grandes desastres naturales de España.

En todos estos casos se observa que se culpa al ciudadano de las conductas, instándole a que sea él quien ponga la solución; no obstante, son las grandes corporaciones las que reconvierten sus métodos de trabajo para revestir su actividad con una pátina de ecologismo, pero lo único que hacen es explotar recursos en otros lugares, o bien aprovechar una medida que ayuda a aumentar el reciclaje y convertirlo en una decisión estratégica para ahorrarse dinero en sueldos como, en el caso de los operarios del triaje, que seleccionaban los residuos en las plantas. Recordemos que una de las patas del medio ambiente también tiene que ver con el equilibrio social.

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Con estos ejemplos se pretende hacer hincapié en que el problema es el sistema capitalista; cuando los movimientos de jóvenes no quieren identificarse con ninguna ideología se están equivocando, ya que cualquier cosa que se consiga sin cambiar el sistema productivo y consumista, será un parche al verdadero problema que seguirá latente, aunque a miles de kilómetros. El ecologismo debe ser entendido desde una perspectiva ideológica progresista, ya que se deben hacer reformas estructurales muy acusadas; la oligarquía no dejará que se produzcan sin un cambio político drástico.

No se puede permitir que este movimiento, que está poniendo en primer plano la defensa del planeta, hecho que empieza a tomar un lugar predominante en las agendas de los partidos, progresistas por supuesto, se convierta en la puerta a un capitalismo verde en el que las empresas se pinten de ecologistas.

Medidas como las propuestas por la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez van en el buen camino, aparte de las cuestiones puramente biológicas o climatológicas, pone sobre la mesa cambios para lograr mayor justicia social, económica y racial dentro de los EEUU.

Por último, pese a las cuestiones expuestas, no se debe estar en contra de las medidas que se toman respecto a la ciudadanía para intentar ayudar en la mejora del medio ambiente, puesto que deben servir también para crear conciencia de lo que está en juego, pero quizá hay que ir un poco mas lejos tanto a nivel político, como a nivel social y a nivel científico.

Los jóvenes deben seguir apretando, pero en la dirección correcta; que no se conformen y que vayan un paso mas allá y, sobre todo, que no se puede ser equidistante y tender la mano a los que abrazan el liberalismo y el capitalismo más salvaje, puesto que esas ideologías no buscan otra cosa que el beneficio económico sobre todas las cosas.