La izquierda se ha identificado de manera tradicional con el color rojo, esto es así prácticamente desde la Revolución Francesa . Unidas Podemos, sin embargo, el partido más a la izquierda de ámbito nacional se ha imbuido del color morado para hacer suyos los valores del feminismo.
Los colores con los que se identifican las opciones políticas poseen una fuerte significancia (casi) ideológica. Tras la caída de la URSS la izquierda europea ha estado replegándose en el rincón de pensar para reinventar su discurso, adaptarse al nuevo escenario y no ser borrada del mapa. El desprestigio del comunismo y la visión cada vez más generalizada de que los sindicatos son estructuras anquilosadas que forman parte del sistema y por tanto, del problema, han alejado a los votantes de los partidos.
Desde entonces , los derechos de los trabajadores se han visto recortados de manera imparable además de la pérdida de poder adquisitivo, sin embargo la izquierda parece muchas veces con el pie cambiado, metido en luchas más pequeñas que afectan a problemas y colectivos concretis. Estas luchas por justas y necesarias de dejan de ser localizadas por lo que disgregan el movimiento izquierdista en submovimientos mucho más fáciles de contrarrestar por parte de la derecha.
Reivindicar un vocabulario inclusivo, el uso de la bicicleta y utilizar el mansplanning como contraargumento , no hace más que desviar la lucha y facilitar el trabajo de quien quiere una izquierda dividida, frágil y superficial. Es mucho más fácil destruir una reivindicación justa ridiculizando planteamientos como el lenguaje inclusivo de “todes”.
>>Los átomos, la izquierda y el universo<<
Que haya una parte de la izquierda que haga bandera de este tipo de reivindicaciones, a priori inanes, podría dar igual. Allá ellos ¿no? Sin embargo, este pensamiento es contagioso, consigue generar debate entre los más jóvenes por lo que se extiende a posiciones izquierdistas más ortodoxas hasta desvirtuar sus cimientos, confunde el debate.
En las últimas elecciones el voto de la clase trabajadora no ha ido a VOX tanto como se pretendía en la oscura campaña electoral del “yo voté a Podemos y ahora voto a VOX”. Sin embargo, en anteriores elecciones, por ejemplo las autonómicas catalanas, en los barrios más humildes arrasó un partido de derechas como Ciudadanos.
¿Por qué un voto tradicionalmente de izquierdas vota a la derecha? Hay muchas razones, pero hay cierta percepción de que si los partidos de izquierdas no hablan a sus potenciales votantes de lo que les afecta directamente estos compren un discurso con el que puedan decidir el voto en función de otros ejes del debate, como el territorial.
El posmodernismo, tan bien representado por Iñigo Errejón distrae el discurso, cambia el debate a terrenos menos peligrosos y menos fructiferos, divide la izquierda y contagia posiciones más ortodoxas generando un mayor desapego en sus votantes. Además, al igual que en la trampa de lo políticamente correcto, el posmodernismo obliga a posicionarse claramente en discursos de alto contenido moral casi “puritano” que pueden provocar contradicciones dialécticas y errores.