El futuro de la derecha española, ¿unidad entre Partido Popular y Ciudadanos?
Desde la moción de censura que tumbó el gobierno de Mariano Rajoy y la llegada a la presidencia de Pedro Sánchez, la derecha española ha vivido en un mar de dudas. La cara desencajada de Albert Rivera durante aquellas sesiones del Congreso podría definir perfectamente el estado actual de los líderes de los principales partidos derechistas.
Hasta la aparición de Podemos y, como consecuencia, la de Ciudadanos, los votantes de derecha tenían muy claro su voto: el Partido Popular. Desde las personas conservadoras, pasando por los ultracatólicos, y hasta la extrema derecha y el fascismo, el PP era la opción de voto preferente. No obstante, la llegada de la crisis y la publicación de centenares de casos de corrupción, provocó un descenso en el voto popular y el crecimiento de Ciudadanos, el Podemos de derechas.
España ha sido, tradicionalmente, un país bipartidista: en base al voto útil, la ciudadanía se decantaba por uno u otro de los dos grandes partidos que, en las últimas décadas, han sido el PP (conservador) y el PSOE (“progresista“). Esta dinámica se rompió momentáneamente gracias al ascenso de Podemos y Ciudadanos, obligando a los dos grandes partidos a negociar y pactar para conseguir sus objetivos.
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Los errores estratégicos de Podemos, la manipulación de los medios de comunicación y el miedo al ascenso de la extrema derecha han provocado que parte del electorado morado regrese al campo socialista, efecto que seguirá en aumento si el partido de Pablo Iglesias mantiene su propuesta de devolver al PSOE al campo progresista.
Con la absorción de la izquierda transformadora por parte del PSOE, el régimen del 78 consigue su primer objetivo: volver a tener un partido único para toda la izquierda; un partido suficientemente grande como para no plantearse cambiar el régimen. Ahora Ciudadanos ya no es necesario.
Evidentemente, los votantes tampoco son tan estúpidos. Ciudadanos no puede desaparecer de un día al otro, como si nada hubiera pasado. Además, la diferencia de votos entre PP y el partido de Rivera no es tan grande como la existente entre PSOE y Podemos. Por este motivo, actualmente se está librando una guerra fratricida entre PP y Ciudadanos para dilucidar quién se erige como el líder de la nueva derecha española.
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Como consecuencia de la Ley d’Hondt, método por el que se rigen las elecciones en el Estado español, los partidos con más voto tienen mucha más representación que la que le tocaría siguiendo métodos distintos. Esto facilita la formación de gobierno, pero limita las posibilidades de los partidos minoritarios de entrar en el Congreso. Es también por este motivo que a la derecha no le interesa presentarse dividida ante un PSOE fuerte.
Así, es previsible que en un futuro PP y Ciudadanos sigan el ejemplo de lo que ya hicieron en Navarra en las últimas elecciones autonómicas: presentarse conjuntamente. Es también por eso que están luchando entre ellos: se está decidiendo quién es el primer partido, es decir, quién debe liderar la coalición electoral. Que estas dos organizaciones se presentarán juntos en un futuro es seguro; la única duda es si lo harán solo como coalición o se fusionarán bajo unas nuevas siglas.
La tercera pata es VOX. Pese al éxito electoral cosechado, su postura extremista es muy difícil que cale entre el electorado conservador, dificultando que obtenga mejores resultados en un futuro. Es probable que, con la fusión de PP y Ciudadanos, el voto abandone a la formación de Santiago Abascal, desapareciendo del panorama estatal.
Con la recuperación del bipartidismo, los últimos avances del 15-M desaparecerán, volviendo a la situación existente antes de la crisis económica que sacudió al país. El régimen del 78 saldrá reforzado, así como la monarquía, que supo sobrevivir a la caída de Juan Carlos I. Por el camino, se han endurecido las condiciones laborales, implantado la Ley mordaza y perseguido toda disidencia.