La sociedad como un sistema complejo
Este siglo comenzó con la mención de los sistemas complejos en un proyecto llamado socialismo del siglo XXI. El filósofo Heinz Dieterich Steffan definió algunas características de este tipo de sistemas como la interconectividad de las partes o la distinguibilidad del sistema con su medio circundante a pesar de lo difuso de la frontera.
Estas características particulares hacen que el sistema posea funciones propias del conjunto, que las partes por sí solas no consiguen realizar. A este tipo de funciones se les llamó propiedades emergentes y son imprescindibles para que el sistema consiga sobrevivir.
>>Diccionario Político: Heinz Dieterich<<
Por su puesto que el SSXXI esteba pensando en la sociedad humana como el paradigma de un sistema complejo, pero hay otro tipo de sistemas que también pueden tener estas características. Por ejemplo: los átomos de un imán, las neuronas del cerebro, las redes sociales, el clima, los terremotos o las galaxias del universo.
Esta universalidad permitió pensar que quizá pueda existir una teoría física general que describa a todos los sistemas complejos. Uno de los intentos para definir esta teoría pasa por estudiar la entropía de los sistemas. La entropía es la propiedad de la materia que permite definir cuán ordenado o desordenado está un sistema.
Cuando se trató de aplicar la entropía clásica de la física a los sistemas complejos, se observó que ésta no permitía describir correctamente las propiedades emergentes. Se hizo por lo tanto necesario redefinir este concepto, labor que realizó el físico Constantino Tsallis. Esta entropía de Tsallis ha sido utilizada para describir sistemas en numerosos campos del conocimiento tanto de las ciencias naturales como de las ciencias humanas.
Si queremos resumir taxativamente a los sistemas complejos diríamos que son aquellos en los que el todo es mayor que la suma de sus partes. Definición que seguramente calza con los grupos humanos pero que no pueden quedar en esta reducción, pues las sociedades humanas y los individuos que las componen se diferencian de los demás sistemas complejos, en que son los únicos con la necesidad de una finalidad, de una trascendencia.
La finalidad materialista quedó muy de lado en las discusiones de la ortodoxia y del dogmatismo de algunos de los herederos del pensamiento marxista. Hoy a pesar de su destino trágico, podemos seguir buscando esta finalidad gracias a filósofos como Ivald Ilyenkov.
Este filósofo soviético teorizó una sociedad que tiene como fin frenar la inevitable muerte térmica del Universo debido al crecimiento de la entropía. Los seres humanos seríamos necesarios para, mediante el inacabable desarrollo de la ciencia y de la técnica, preparar las condiciones de un nuevo Big Bang que asegure el progreso universal dentro un cosmos infinito.