El cuento de la criada: el fracaso de las organizaciones internacionales
Uno de los elementos que ha pasado desapercibido para la crítica, pero que puede extraerse de la serie de televisión “El cuento de la criada” -en inglés, The Handmaid’s Tale-, es la inoperancia de las instituciones supraestatales y el fracaso de las relaciones internacionales.
La serie se ubica en la ficticia República de Gilead, un Estado teocrático y totalitario establecido sobre los antiguos Estados Unidos de América, que han padecido una guerra civil devastadora. Se ha hablado mucho sobre las relaciones de poder dentro de Gilead, así como del trato que recibe la mujer, la persecución de las minorías y la influencia de la religión. En cambio, no se ha hablado apenas de las relaciones transestatales que se aprecian en la serie.
En las tres temporadas emitidas, las relaciones de Gilead con sus vecinos tienen una importancia fluctuante en la trama. La más importante es la que mantienen con Canadá, país limítrofe que concede estatuto de refugiado a las personas que huyen de la dictadura. Pero el dato más interesante que se puede extraer de la serie es la inoperancia y la poca influencia real de los estados y los organismos para evitar que un país maltrate a sus ciudadanos.
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Mientras en Gilead se asesina, se ejecuta y se esclaviza a los habitantes, con una pequeña élite gobernando el país y viviendo a cuerpo de rey, la comunidad internacional sigue comerciando con la república. Pese a las quejas oficiales, en la serie se puede ver como diplomáticos de otros países visitan Gilead y disfrutan de sus placeres. En la tercera temporada, una delegación suiza lo deja claro: Gilead es muy poderosa y tiene muchos recursos. Es mejor no enemistarse con este país.
Viendo la serie, se entiende mucho mejor cómo funcionan las relaciones internacionales y por qué es tan complicado que un país influya en otro. Hace unas semanas Mohamed Morsi, presidente electo de Egipto, murió en un tribunal mientras era juzgado, después de ser derrocado por un golpe de estado en 2013. En Turquía, Recep Tayyip Erdoğan llegó a fingir un golpe de estado para limpiar el ejército, y la administración, de todo aquel que no siguiera con su deriva islamista en un país históricamente laico.
Los ejemplos más destacados de la inoperancia de la ONU, por ejemplo, son todas las guerras libradas por Estados Unidos en las últimas décadas. Las Naciones Unidas se crearon precisamente para evitar guerras entre los estados que la componen. Cualquier enfrentamiento bélico es una muestra del fracaso de dicha organización. Las guerras en Iraq, Afganistán, Siria y Libia muestran la incapacidad de este organismo para gestionar los conflictos interestatales.
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La Unión Europea, por su parte, también se ha mostrado incapaz de influir en las políticas de los estados miembros. Durante años, la UE ha visto impasible cómo crecía la extrema derecha en países como Polonia y Hungría. Actualmente, esta lacra se ha extendido hasta Italia, sin olvidar la retirada del Reino Unido de la unión, dirigida por un partido filofascista –UKIP-.
También ha sido incapaz de hacer frente a la crisis de los refugiados, manteniendo a miles de personas en campos situados en Grecia y Turquía, y pagando a los gobiernos asiáticos y africanos para que mantengan a los inmigrantes dentro de sus fronteras sin importar la violencia aplicada ni los Derechos Humanos pisoteados para lograr ese fin.
Es evidente que la serie se inspira en la realidad actual para mostrar las relaciones internacionales dentro de la ficción, pero también podría servir como aviso para todos los espectadores. Es muy complicado, como ciudadano, hacer oír la propia voz cuando se habla de geopolítica, pero es un deber social intentar que el Estado que representa la voluntad popular no cierre los ojos ante las crisis ajenas.
No es aceptable que España calle cuando se intenta sustituir por la fuerza un gobierno electo en Venezuela, cuando los ejércitos ucranianos están masacrando a civiles en el Donbass, ni cuando Matteo Salvini lanza discursos racistas para influenciar a la ciudadanía italiana. España, país que ha sufrido en sus carnes la miseria de las dictaduras, debería convertirse en adalid de la paz y la solidaridad entre pueblos.