Septiembre es un mes imprescindible en la memoria histórica de América Latina, especialmente en la de Chile, país que protagonizó el primer triunfo democrático de una propuesta socialista, el 4 de septiembre de 1970, y un golpe de estado violento que terminó con la vida del presidente Salvador Allende tras un ataque, sin precedentes, por parte de las Fuerzas Armadas chilenas bajo el mando del general Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973.
4S: La victoria socialista
La influencia de la Revolución Rusa de 1.917 inspiró la fundación de partidos marxistas-leninistas en Latinoamérica, las condiciones económicas y las profundas brechas sociales generaban adhesión de gremios sindicales, intelectuales y ciudadanos a la izquierda, ideológicamente, más radical.
Por otro lado, la cercana Revolución Cubana de 1.959, en la que participaron Fidel Castro y Ernesto Guevara junto a una guerrilla denominada Movimiento 26 de julio, inspiró a las organizaciones de trabajadores y estudiantes a movilizarse permanentemente para lograr reivindicaciones sociales.
El 4 de septiembre, en Chile el candidato de la Unidad Popular; el médico y militante comunista; Salvador Allende Gossens, es electo presidente de la república en su cuarta candidatura para el cargo. Se instaura el denominado Gobierno de la Unidad Popular, con una propuesta política marcada por la estatización de empresas, la redistribución de la riqueza social, la reforma agraria y el aumento de los salarios a los obreros.
La nacionalización de empresas, especialmente las mineras, provocó una reacción por parte del presidente Richard Nixon quién es considerado como el autor ideológico del Plan Cóndor, aplicado en Latinoamérica para debilitar a los movimientos revolucionarios e insurgentes, a través de las operaciones tácticas de la Central Intelligence Agency- CIA, en la región.
La respuesta de la oposición chilena, auspiciada por el gobierno estadounidense, desembocó en una crisis económica nacional y el desabastecimiento de alimentos e insumos de primera necesidad, provocando una reacción social, especialmente de la clase media que accedía a insumos y comida a través de un mercado negro en crecimiento.
En el campo los terratenientes se resistían a la repartición social de sus tierras a través del uso de la fuerza, la derecha inició, también, enfrentamientos en las calles, generando así, condiciones de caos social en un ambiente ya tenso por la coyuntura de la época.
Los logros del primer año del gobierno de Allende; como el crecimiento del 8% del Producto Interno Bruto, la reconstrucción de Valparaíso tras el terremoto, la implementación de políticas para favorecer a las viviendas de uso social y las acciones para disminuir la desnutrición y mortalidad infantil; fueron revertidos por estos golpes a la economía chilena.
Los trabajadores ganaban bien pero su capacidad adquisitiva se reducía, cada vez más, frente a la especulación de los grupos económicos con los productos básicos, especialmente comida. La oposición capitalizó el descontento social y logró convocar a la ciudadanía a las calles a manifestarse en contra de las medidas económicas del gobierno. El pueblo beneficiado por la izquierda la rechazaba, como resultado de las condiciones generadas por los detractores de Allende, para acelerar su caída.
“Ha llegado por fin el día de decir basta. ¡Basta a la explotación económica! ¡Basta a la desigualdad social! ¡Basta a la opresión política!” expresó el presidente durante su posesión, en noviembre de 1.970, confiaba en su pueblo y lo ratificó el día de su muerte. Creía que la organización popular defendería la lucha socialista más allá de los poderes fácticos y su vinculación con organismos internacionales.
11S: Muere el sueño e inicia la pesadilla
La oposición respondió políticamente a través del legislativo, imponiendo trabas a las medidas económicas y sociales del gobierno, desde la Cámara de Diputados la mayoría de derecha abre el fuego político contra Allende, al declarar el “quebrantamiento del orden constitucional y legal de la República” el 22 de agosto de 1.973.
Por su parte, la prensa vinculada a los poderes económicos contribuía a que la ciudadanía señale al gobierno como responsable de la crisis. Medios alternativos surgieron por parte de los partidarios de Allende, para contrarrestar el fuego mediático que animaba el golpe.
Finalmente, el 11 de septiembre, un bombardeo a La Moneda abre el fuego final contra la democracia. Allende esperó en la casa presidencial armado con el fusil AK-47 que le regaló su amigo, Fidel Castro. El presidente confiaba en Pinochet, no imaginaba su protagonismo en el levantamiento armado del ejército. Más de dos horas resistió, en el La Moneda, junto a sus colaboradores más leales. Antes del ataque final se dirigió a la nación para ratificar su esperanza en el pueblo chileno.
“Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Salvador Allende, Palacio presidencial de la Moneda durante su última alocución al pueblo de Chile el 11 de septiembre de 1.973.
En su último mensaje público, cercado y derrotado, Allende le reitera a su pueblo la confianza de que defenderá las utopías colectivas. Sus palabras son una despedida “esta será, seguramente la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes” dice. Sabe que del palacio de gobierno solo hay una salida: la gloria. Se siente traicionado, sus palabras, como él mismo lo señala, no tienen amargura sino decepción. Lo traicionaron y su verdugo vendió los sueños de un país por unas cuantas monedas para su beneficio.
“Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
Sobre La Moneda se descargaron cuatro cohetes Sura P3, los cañones automáticos de los aviones y gases lacrimóginos por parte de la infantería. Todo esto antes de derrumbar la puerta y entrar en el palacio buscando expresamente al presidente Allende quien envía a sus hombres delante con telas blancas en señal de paz. Les ofrece seguirles pero no lo hace. Con el fusil de Castro termina con su vida después de gritar “¡Allende no se rinde!”. Una Junta Militar se encarga del gobierno, la preside Pinochet y, de inmediato, la línea política se vuelca a la derecha extrema.
La llegada de Augusto Pinochet al poder sentó sus bases en la sangre del presidente Salvador Allende, así como, de una cruel dictadura que atacó a la libertad de pensamiento, filiación política y de expresión, con un marcado carácter anticomunista y una clara cercanía con el gobierno norteamericano. El régimen militar se extendió por 17 años dejando como saldo más de 30.000 víctimas de tortura, desaparición forzada y ejecución extrajudicial.