Centenario de la Constitución de Weimar, origen del constitucionalismo social
La Constitución de Weimar fue una de las primeras que dio origen al constitucionalismo social, estableciendo el Estado del bienestar y reconociendo los derechos de los trabajadores. La Constitución, igual que la Organización Internacional del Trabajo, en 1919, establecía los principios del derecho social, y reconocían los derechos económicos, sociales y culturales, ampliando el ámbito de los derechos fundamentales que ya se habían establecido en la legislación europea, a lo largo del siglo XIX.
Se ampliaban los derechos básicos para abarcar cuestiones como la libertad de culto, el derecho a la educación, a la libre empresa, a la libre afiliación a clubes y asociaciones, se establecía la libertad de opinión, de reunión, de culto, los derechos electorales, la separación entre Iglesia y Estado, etc. Estos cambios servían para reconocer los cambios sociales que la industrialización había generado.
La forja de un texto constitucional social
El período de la República de Weimar estuvo fuertemente marcado por la hiperinflación, el desempleo masivo y la inestabilidad política. Pero, por otro lado, también estuvo caracterizado por una enorme creatividad en las artes y las ciencias, un período maravillosamente creativo, de innovación política, cultural y social.
La elección de la pequeña ciudad de Weimar para la reunión de la Asamblea Constituyente, en lugar de reunirse en Berlín, ya es una muestra de las enormes dificultades que la naciente república debía afrontar. Hacerlo en Berlín hubiera sido impensable, debido al marco revolucionario y de guerra civil que siguió al armisticio y la derrota de la Primera Guerra Mundial.
La Asamblea Nacional Constituyente, escogida en enero de 1919, mantenía un perfil claramente moderado, tras los hechos revolucionarios del invierno de 1918-1919. A pesar de estar dominada por los socialdemócratas, éstos tuvieron que pactar con partidos centristas para formar gobierno y aprobar la nueva Constitución. La Asamblea encargó al demócrata Hugo Preuss la elaboración de un anteproyecto constitucional para ser debatido. Los debates parlamentarios fueron muy enconados, pero al final se llegó a un texto definitivo.
Ese texto definitivo se aprobó en la Asamblea Constituyente el 31 de julio de 1919. El 11 de agosto fue proclamada la primera Constitución democrática de la primera República alemana, en la ciudad de Weimar, en la región de Turingia.
El poder legislativo estaba formado por dos cámaras. El Reichstag (cámara baja) era elegido por sufragio universal, votaba el presupuesto, la legislación federal y controlaba al gobierno. El Reichsrat (cámara alta) estaba formado por representantes de los Länder, proporcionalmente a su peso demográfico.
El texto constitucional constaba de 181 artículos, y establecía que Alemania era una República. Se mantenía la estructura de una República federal, con 18 estados (Länder), en lugar de los 25 que había durante la monarquía. También establecía la elección de un Presidente, por votación directa, que tenía la facultad de elegir al Canciller para que formase gobierno. El Presidente podía disolver el gobierno y vetar las leyes del poder legislativo.
Para “mantener el orden” y la “seguridad pública”, el Reichspräsident podía suspender las libertades públicas y obligar a los Länder a cumplir con las leyes, incluso a la fuerza. Los fuertes poderes de los “decretos de emergencia” permitían que el Canciller pudiese legislar al margen del Parlamento, con la ayuda del Presidente.
La fuerza del cargo de Reichspräisdent se debió, en gran medida, a que la sociedad alemana aún sentía una gran nostalgia (incluso necesidad) por la figura del Kaiser y la monarquía. Además, había una gran desconfianza hacia el Reichstag, que demostró ser un sistema altamente polarizado en términos partidistas.
A pesar del poder que la Constitución otorgaba al Reichspräsident, la República de Weimar mantuvo principios democráticos conservadores.
La Constitución, al contrario que otras más modernas, no establecía ninguna cortapisa a la enmienda de su propio texto. A la larga, eso facilitó que el Nazismo consiguiese un poder plenipotenciario en poco tiempo.
La situación especial de Alemania, tras el final de la Primera Guerra Mundial y la caída de la monarquía, provocó que la Constitución de Weimar, considerada muy avanzada para su época, no fuese popular entre la población. Además, los avances democráticos que se plasmaban en su texto fueron considerados, gracias a los propagandistas contrarios a la República, como una “imposición del enemigo”.
El artículo 48
El artículo 48 de la constitución permitía al Reichspräsident, bajo ciertas circunstancias, adoptar medidas de emergencia, incluyendo la promulgación de “decretos de emergencia”. Al no definir explícitamente la clase de emergencia que justificaba su empleo, se ampliaban notablemente las prerrogativas del Presidente para su aplicación. Como sistema de control, el artículo 48 establecía que una mayoría simple del Reichstag pudiese derogar esos “decretos de emergencia”. En ese caso, el Presidente podía disolver el Parlamento y convocar elecciones.
Aunque se suponía que esta herramienta sólo se utilizaría en casos excepcionales de “emergencia” nacional, los decretos se convirtieron en un arma de uso constante, no sólo en momentos de inestabilidad política, sino también para afrontar problemas presupuestarios, o para conseguir un poder total, como fue el caso de Hitler, en 1933. Por ejemplo, el Presidente Friedrich Ebert (1919-1925) recurrió al recurso de los “decretos de emergencia” en 136 ocasiones.
Balance de la Constitución y la República de Weimar
La Constitución de Weimar tuvo una vida corta (1919-1933), aunque nunca fue oficialmente derogada por el régimen nazi. Pero tuvo una enorme influencia como modelo democrático basado en un Estado social. Determinados derechos fundamentales, que hoy damos por sentado, como la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, eran algo nuevo en 1919.
Se trató de un texto de una enorme modernidad, pero tenía también fuertes debilidades, que terminaron afectando a su desarrollo. Por ejemplo, no establecía un umbral de votos mínimos para entrar en el Reichstag, lo que provocó una excesiva atomización del arco parlamentario, y la presencia de numerosos partidos políticos sectoriales. También entregaba un gran poder al Reichspräsident, que podía utilizarse, como hicieron los nazis, para destruir la propia República.
La gran aportación de la Constitución de Weimar fue la introducción del capítulo de los derechos sociales: derecho a la existencia digna, las obligaciones sociales de la propiedad privada, derecho a la vivienda, al patrimonio familiar, la protección de los trabajadores, los seguros sociales, etc.
En este sentido, la Constitución republicana española de 1931 tiene una gran deuda con la Constitución de Weimar, sobre todo en relación con esos planteamientos de derechos sociales.
La República de Weimar dejó la lección de que no puede existir una república sin republicanos, una democracia sin demócratas, y que las leyes democráticas pueden utilizarse para destruir la misma democracia.
Quienes miran, hoy en día, el primer texto constitucional alemán se asombran de lo avanzados que fueron muchos de sus objetivos, especialmente en el ámbito de los derechos sociales. Sin embargo, por regla general, la Constitución de Weimar, así como la República de Weimar, es recordada como un sinónimo de fracaso democrático, debido al ascenso de Adolf Hitler al poder.
A pesar de su corta existencia, su influencia se ha seguido proyectando más allá del momento en que perdió su vigencia, a través de su ascendiente en el constitucionalismo posterior a 1945. Por eso, se puede afirmar que su importancia es, ante todo, histórica, al abrir una nueva perspectiva en el constitucionalismo moderno, que llega hasta nuestros días. Y fueron, precisamente, sus debilidades las que permitieron perfilar un nuevo modelo de relaciones institucionales. Por eso, otra importante lección a extraer es que un sistema democrático debe tener los instrumentos necesarios para defenderse de sus enemigos, de los que apelan a la violencia y aspiran a su destrucción. Y la República de Weimar no lo hizo.
La democracia se sustenta en la confianza de los ciudadanos en las instituciones. La ineficacia del sistema condujo inexorablemente a la erosión de esa confianza de la ciudadanía.
En general, no fue el texto constitucional, sino el contexto político y social del período de entreguerras, lo que determinó el trágico desenlace de la República de Weimar.