“La violencia de género es una gran mentira, negar esto es como negar el día o la noche“. Ortega Smith, VOX.
El día y la noche, luz y sombra, masculino y femenino, consciente e inconsciente. Dualidad. Algo de lo que parece carecer Ortega Smith vistas sus últimas declaraciones. Todo el mundo tenemos luces y sombras, en diferentes porcentajes, pero las tenemos todos, a fin de cuentas.
La dualidad nos ayuda a mantener equilibrada nuestra vida, es una parte fundamental de nosotros mismos. Negarla en cualquier individuo, incluso en nosotros mismos, es absurdo, ya que todo depende de la percepción de cada uno. Pero Ortega Smith ha ido más allá, ha negado algo que se respalda con datos, independientemente de lo que él perciba o quiera percibir. La violencia de género.
Los datos que Ortega Smith no quiere ver
Según los datos –epdata.es– que daban a fecha de agosto de 2.019, en lo que ha va de año cuarenta mujeres han sido asesinadas. Treinta y dos de ellas no habían denunciado, fue el mismo el número de casos en los que el agresor era su pareja.
La violencia de género no es algo que naciera hace 16 años, aunque sí fue en 2.003 cuando empezaron a recabar datos. Resulta escalofriante el número de personas asesinadas en estos 16 años, 1.015 muertes oficiales por violencia de género.
Pero Ortega Smith quiere negar la existencia de la misma, negar que un colectivo esté siendo asesinado por pertenecer a un género. Dicho de manera más clara, está negando las consecuencias de no poner freno a las desigualdades de poder que existen entre hombres y mujeres -también con otras identidades divergentes-.
No le resultan suficientes los escasos datos que se recogen. Se atreve a negar una realidad que afecta al 50% de la población. Puede ser que no se haya molestado en comprobar los datos que publican continuamente los organismos oficiales. Los datos de los dieciséis últimos años pintan un panorama escalofriante:
Datos: Víctimas mortales ( mujeres ) 2003 -2018
Desde 2.003 hasta 2.018 han sido asesinadas en España por sus maridos, novios o ex parejas, 975 mujeres. Según el Observatorio Español contra la Violencia Doméstica y de Género, en 2.013 hubo 53 víctimas mortales; en 2.014 fueron 54, en 2.015, 60, en 2.016 hubo 44 víctimas, en 2.017 fueron 49 y en 2.018 el número se ubicó en 47.
Antes de estas fechas, existen datos recogidos por el Instituto de la Mujer desde el año 2.000.
Ley Integral contra la Violencia de Género
No fue hasta 2.004, cuando en España se aprobó una ley para combatir lo que durante años había sido catalogado como “crimen pasional“: la violencia de género. Hasta la fecha, y aunque lo habían convertido en promesa electoral, ningún partido político creó ley específica alguna. La Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género llegó el 28 de diciembre del año 2.004. Los primeros datos recogidos después de la implantación de esta ley, recogen que aunque las mujeres seguían siendo asesinadas a manos de sus parejas -o ex parejas- el número de denuncias creció notablemente.
Esta ley recoge como violencia de género, la violencia física y psicológica, amenazas, coacciones, privación de la libertad y agresiones de la libertad sexual. También existe en España el Pacto contra la Violencia de Género, el cual recoge 210 medidas para prevenir esta lacra social.
Desde los años 80, España, como muchos otros países ha tomado medidas para condenar cualquier tipo de discriminación contra las mujeres. Medidas que aunque resulten necesarias, el tiempo y los datos han demostrado que son totalmente insuficientes.
¿Qué mínimo deberíamos exigirle a la política?
Viendo los datos, no hay duda que aunque existan herramientas para prevenir y luchar contra la violencia de género, estas, no están a la altura de la realidad. Entonces, ¿qué se puede hacer para acabar con esta situación?
- Adoptar y cumplir las leyes: este sería un primer paso para poner fin a la impunidad, juzgar a los culpables y otorgar reparaciones y sobretodo soluciones, a las mujeres por las agresiones de las que fueron víctimas.
- Crear planes nacionales y locales de acción: para acabar con la violencia contra las mujeres, se exige la implicación de organismos e instituciones – gobierno, organizaciones de mujeres, organizaciones sociales – así como la participación de los medios de comunicación en un frente coordinado y colectivo que luche contra dichas violaciones de los derechos humanos.
- Hacer que la justicia sea accesible: brindándoles servicios jurídicos y especializados gratuitos, aumentando la cantidad de mujeres y formando a las personas que trabajen en los cuerpos de policía y en los principales servicios sociales que vayan a tratar con las víctimas.
- Poner fin a la impunidad frente a la violencia sexual: juzgando a los culpables y respetando el derecho de las supervivientes a los programas de reparación que no creen estigmatización y que tengan un impacto de transformación sobre la vida de las mujeres.
- Otorgar recursos públicos adecuados: para ejecutar las leyes y políticas existentes, reconociendo las consecuencias de la violencia contra las mujeres.
- Recopilar, analizar y difundir la información: sobre las causas y las consecuencias de la violencia contra las mujeres, de los perfiles de las supervivientes y de los culpables, y de los progresos y carencias en la implementación de las políticas, los planes y las leyes nacionales. Lo que ayudaría a mejorar las carencias que claramente tiene el Estado en esta materia.
- Invertir en la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres
- Aumentar la conciencia pública y la movilización social: para permitir a las mujeres víctimas de violencia romper el silencio y buscar justicia y apoyo.
Ortega Smith ha sido muy osado al negar la existencia de una violencia que ha matado a muchas mujeres en los últimos años. Aunque existan datos que avalan lo que muchas personas denuncian diariamente, ha tenido la libertad de negar la evidencia y quedarse tan ancho. Ahora su objetivo – y el del partido político al que representa – es quitar también la existencia de la violencia de género de las leyes y cambiarla por violencia intrafamiliar. En nuestras manos queda, en las de la sociedad, ser el muro que impida que volvamos a ser – si es que alguna vez dejamos de serlo – ciudadanas de segunda con las que puedan hacer lo que quieran.