¿Por qué Pedro Sánchez ha puesto en riesgo su estancia en el Palacio presidencial de La Moncloa? Cualquiera que sea la respuesta a la pregunta, si solo contiene un argumento, se puede descartar por no valorar todas las aristas del actual escenario político de España.
Por un lado, el PSOE, como pilar izquierdo del Régimen del 78 está atado a éste de diferentes maneras. Una deuda millonaria, que no es capaz de pagar sin poner en peligro su supervivencia, con el Banco Santander lo postra ante los intereses de los dirigentes de la entidad bancaria.
Las puertas giratorias lo unen a las empresas del IBEX 35 y su alianza con el franquismo para no tocar la correlación de poder político, económico, social, militar y eclesiástico resultantes de la dictadura, a las familias de la oligarquía española. Defiende los intereses de esos sectores, por lo que era imposible un pacto con Unidas Podemos sobre una base programática compartida y una garantía con mecanismos para asegurar su cumplimiento.
El primer argumento que configura la respuesta, por tanto, es que el PSOE no podía, y tampoco quería, pactar con Unidas Podemos. Existe un precedente que supone un poderoso ejemplo, en 1.993 el PSOE prefirió pactar con la corrupta derecha catalana de Jordi Pujol antes que con la izquierda de Julio Anguita.
Por otro lado, y de manera tangencial, es necesario explicar que el Régimen del 78 ha sido capaz de evadir la pujanza de los nuevos partidos, sobre todo de Podemos antes de comenzar su constante caída electoral, y pervivir en el peor momento del bipartidismo. Sin embargo la comodidad de ese sistema es algo que añora.
Sobre todo por la estabilidad que le da a la oligarquía el hecho de que el voto de izquierda, y por lo tanto de ruptura con el Régimen del 78, transite por los cauces estipulados por el sistema, siendo recibidos por un PSOE de izquierdas en el discurso pero de derecha en lo económico y de centro en lo social cuando pasa de las palabras a los hechos. Con su poder mediático, dibujar un escenario en el que el PSOE sea la izquierda frente a la derecha del PP, es sencillo.
Por eso Pedro Sánchez ha puesto en riesgo la presidencia, porque está convencido de que su ascenso electoral en las pasadas elecciones se ha mantenido y profundizado durante estos meses, lo que expresado en unas nuevas elecciones le permitiría terminar de manera definitiva con Unidas Podemos como importante competidor en el campo progresista, regresando al escenario anterior, en el que la izquierda alternativa representada por IU obtenía unos resultados que le impedían ser un actor principal en la política española, mucho menos afrontar las negociaciones como lo ha podido hacer Pablo Iglesias.
Pese a que los medios de comunicación en poder del Régimen del 78 lo volverán a apoyar, como cuando auparon a VOX y difundieron una falsa sensación de miedo para movilizar el voto de la izquierda en el PSOE, usando el argumento del “voto útil” a la vez que hicieron desaparecer mediáticamente a Unidas Podemos, no tiene garantizado que esa idea pase de lo abstracto a lo concreto.
La caída de careta que sufrió Sánchez cuando Pablo Iglesias se apartó asumiendo el farol del presidente en funciones, ha dañado mucho la imagen y la credibilidad del líder del PSOE. Así como: sus peticiones a la derecha para que se abstuvieran y no tener que depender de UP cuando en campaña lo calificó como “socio prioritario“; su incapacidad para explicar por qué no volvía a presentar a Pablo Iglesias el acuerdo ofrecido unas semanas atrás, que ahora sí sería asumido por la izquierda; y las sucesivas propuestas programáticas, más escoradas hacia el neoliberalismo cada vez.
Estas situaciones han producido mucho descontento entre sus votantes, por lo que los dos millones de electores que asumieron pasar de UP al PSOE para frenar a la derecha, creyendo el relato del Régimen del 78 que establecía que, como habría acuerdo entre PSOE y UP, era mejor apoyar a la opción con más posibilidades, porque luego -al fin y al cabo- llegaría a acuerdos con los de Pablo Iglesias. Un argumento reforzado por el mismo Pedro Sánchez, no solo por llamar a UP “socio prioritario“, sino por decir de manera pública durante la campaña que habría acuerdo con la coalición de izquierdas.
El riesgo que corre el presidente en funciones es que el efecto de la manipulación mediática que tan bien funcionó en el pasado mes de abril, no tenga ahora el efecto deseado por el poco tiempo del que dispone para lograrlo en contexto actual, menos favorable por los errores cometidos en las negociaciones con Unidas Podemos.
Pero todavía queda una posibilidad, la preferida por el Régimen del 78, que se puede dar antes del 23 de septiembre. La opción de que el PSOE acepte la propuesta de Ciudadanos y logre la abstención de ese partido y del PP. Con lo que el sistema vendería la vocación de Estado de la derecha a la vez que daría a Pedro Sánchez la oportunidad de gobernar con apoyos puntuales de diferentes fuerzas, con los que cimentar su apoyo social.
Los acuerdos con UP serían vendidos por los medios cercanos al PSOE como la prueba de su recuperado progresismo, -sin haber tenido que dejar entrar a los de Pablo Iglesias en el gobierno-, y por los de la derecha como actos comunistas que atentan contra la democracia, dirigiendo a los votantes de izquierdas a cerrar filas con el Partido Socialista.